Sarah Perez Santaolalla

En la política española siempre pasa lo mismo: cuando crees que ya has visto el capítulo final de la serie, aparece un spin-off inesperado con un nuevo protagonista. Y esta vez el nombre que se repite en pasillos, tertulias y hasta en las charlas del bar de la esquina es Sarah Santaolalla. Sí, así como suena. Una especie de personaje de novela política que ha irrumpido con fuerza en los titulares, dejando a muchos preguntándose si el guion lo escribe Netflix o algún funcionario aburrido del Ministerio de Cultura.

La cuestión es sencilla de formular pero difícil de responder: ¿quién será la siguiente? Porque cada vez que un nuevo rostro aparece en escena, el personal ya se frota las manos esperando la siguiente entrega del reality político español, ese que nunca descansa y que siempre promete nuevas intrigas.


El efecto “nombre propio”

Primero fue Ayuso, luego Almeida, más tarde Yolanda, un rato Feijóo, en bucle Pedro Sánchez, y ahora… Sarah Santaolalla. Da igual que la mayoría de españoles todavía no tengan muy claro quién es ni qué hace exactamente: la maquinaria mediática se ha encargado de lanzar su apellido como si fuese la marca de un nuevo perfume en El Corte Inglés.

De hecho, ya se rumorea que habrá campañas de marketing con el eslogan: “Santaolalla: la fragancia que huele a poder y a sobremesa con periodistas de confianza”.


¿Y después de Sarah?

La gran pregunta que circula en corrillos políticos es: ¿quién viene ahora?

  • Algunos apuestan por que la próxima figura mediática será un concejal random de Cuenca que ha estado esperando pacientemente su turno, como suplente en el banquillo de un partido de segunda división.
  • Otros aseguran que el algoritmo de Twitter/X decidirá el siguiente protagonista, escogiendo al azar entre las polémicas más absurdas del día.
  • Y no faltan los que sospechan que un becario mal pagado de Moncloa ya tiene escrito un Excel con 200 nombres para ir soltándolos poco a poco, como si fueran cromos de Panini.

La política como serie de sobremesa

Lo curioso es que el fenómeno no va tanto de ideas o propuestas, sino de personajes. Es la era del casting permanente: cada semana descubrimos un rostro nuevo al que, con suerte, le durará la fama lo que tarda un trending topic en desinflarse.

La aparición de Santaolalla se interpreta así: un nuevo personaje secundario que amenaza con robar el plano principal. Como cuando en una telenovela aparece un primo lejano del protagonista que resulta tener más carisma que toda la familia junta.

El Parlamento, en este sentido, empieza a parecerse peligrosamente a un plató de Gran Hermano VIP. Allí todo el mundo discute, se grita, se acusa de traiciones, y de vez en cuando alguien llora en directo.


La quiniela de futuros nombres

Como el juego ya está desatado, los analistas políticos han elaborado quinielas sobre los próximos nombres que podrían saltar a primera línea mediática:

  • Ramiro Cuadrado: funcionario de ventanilla en León, con gran habilidad para poner sellos sin mirar.
  • Maripili de los Ríos: presidenta de la comunidad de vecinos más peleona de Alcorcón, experta en derramas y ascensores que nunca funcionan.
  • Jacinto Ortega “El de la Cafetera”: hostelero madrileño con clientela influyente, capaz de imponer su criterio con más fuerza que cualquier ministro de Economía.
  • Un sobrino de Puigdemont que hasta ahora se dedicaba a hacer vídeos de recetas catalanas en TikTok.

El cansancio del espectador

Lo que no se suele decir es que, mientras tanto, el ciudadano medio está agotado. No porque no le interese la política, sino porque ya no sabe si está viendo el informativo, una comedia costumbrista o el último capítulo de La que se avecina.

Un día es Koldo, otro día es Santaolalla, mañana será un cura de pueblo acusado de conspirar con un pato inflable. La lógica narrativa ya no existe: lo importante es mantener al espectador enganchado.

De hecho, los bares de España han empezado a repartir cartillas de bingo político: cada vez que aparece un nuevo nombre en los titulares, se marca una casilla. El premio gordo consiste en una caña gratis y un pin con la cara de tu político favorito.


El próximo episodio

Por ahora, Sarah Santaolalla es la estrella de la semana. Los focos apuntan hacia ella, las tertulias giran en torno a su nombre y los analistas la presentan como la clave para entender la política española.

Pero la experiencia nos enseña que esto dura lo mismo que un helado en agosto. Pronto alguien más llamará la atención, tal vez por un escándalo, por una frase mal dicha o simplemente porque un redactor jefe se quedó sin titulares llamativos.

Así que la pregunta del millón sigue siendo la misma con la que empezamos: Ahora es Sarah Santaolalla… ¿y después?

La respuesta la tendrá, como siempre, la política española: esa serie interminable que jamás se cancela y que, por desgracia o por fortuna, ya hemos renovado todos para otra temporada.

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