En un sorprendente giro de los acontecimientos, la inteligencia artificial “Alia”, presentada con bombo y platillo como el gran salto tecnológico del Gobierno español, ha demostrado ser todo un ejemplo de cómo no hacer las cosas. Con un coste multimillonario que podría haber financiado una flota de drones, una colonia en Marte o al menos varias temporadas más de su serie favorita, Alia se ha quedado muy por debajo de las expectativas. De hecho, según expertos, ni siquiera alcanza el nivel de modelos de inteligencia artificial comerciales lanzados hace dos años.
La flamante IA, diseñada supuestamente para revolucionar la administración pública y optimizar procesos, ha logrado principalmente una cosa: provocar una ola de memes en las redes sociales. Desde respuestas absurdas en su chatbot hasta diagnósticos médicos dignos de un episodio de comedia, el impacto de Alia ha sido más viral que práctico.
“Intenté hacer una consulta sobre mi declaración de impuestos, y Alia me sugirió que comprara un billete de lotería para solucionar mis problemas financieros,” comenta un ciudadano que prefiere permanecer en el anonimato. Otros usuarios reportan que el sistema se cuelga al intentar procesar frases largas o confunde el catalán con un dialecto alienígena.
El Gobierno, por su parte, ha defendido la inversión millonaria argumentando que “la tecnología necesita tiempo para madurar”. Una afirmación que no convence a los contribuyentes, quienes se preguntan cómo es posible que Alia, con un presupuesto superior al PIB de algunas ciudades pequeñas, tenga un rendimiento comparable al de una calculadora científica de los años 90.
Entre las funcionalidades más comentadas está la herramienta de diagnóstico médico, que en lugar de detectar enfermedades, parece especializada en generar ansiedad. “Introduje mis síntomas y me dijo que podría ser un resfriado… o el fin del mundo,” afirma un paciente. Otro usuario asegura que la IA le recomendó “aliviar el estrés con siestas de tres horas y paellas los domingos”.
Mientras tanto, expertos en tecnología critican la falta de transparencia en el desarrollo del proyecto. “No sabemos si el sistema fue entrenado con datos reales o con la lista de deseos de Amazon de alguien,” comenta un analista. Además, señalan que hubiera sido más eficiente y barato licenciar modelos ya existentes que reinventar la rueda (o, en este caso, un cubo de Rubik sin resolver).
A pesar de todo, el Gobierno mantiene su optimismo. “Alia representa el futuro de la administración digital. Quizá no sea perfecta ahora, pero con el tiempo será capaz de hacer cosas extraordinarias,” declaró un portavoz, dejando entrever que las “cosas extraordinarias” podrían incluir aprender a diferenciar entre una solicitud de beca y una receta de gazpacho.
Por ahora, Alia seguirá siendo el centro de atención, no por sus logros, sino por el humor involuntario que genera. Quizás, con algo de suerte (y muchas actualizaciones), logre en el futuro superar a sus competidores… de 2023. Mientras tanto, los españoles seguirán confiando en soluciones tradicionales: preguntarle a un amigo o consultar Google.
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