Por Bronceado de Salamanca, corresponsal en estéticas de guerra cultural
La piel como lienzo ideológico
Pocas cosas en la historia de la humanidad han pasado por tantas reencarnaciones sociales como el bronceado. De ser una señal inequívoca de que uno trabajaba bajo el sol recogiendo tomates en Albacete, a convertirse en símbolo del privilegio burgués con yate en Denia y ahora, en pleno 2025, en arma cultural del frente reaccionario contra la dictadura de la protección solar.
“El moreno es el nuevo facha”, explica la socióloga Clara Rayos Uva, experta en dermatología simbólica. “Mientras que antes estar moreno era sinónimo de vacaciones pagadas y suegros con apartamento en Torrevieja, ahora es un grito de guerra contra el ecologismo, la ciencia, la crema solar y, si me apuras, la agenda 2030”.
De la Coca-Cola en la piel al fascismo cutáneo
El ritual ancestral de embadurnarse en Coca-Cola antes de tumbarse al sol —una práctica que en los años 90 se realizaba con la misma solemnidad con la que hoy se reza el rosario en ciertas provincias— ha resurgido. Pero no como símbolo de clase, sino como declaración ideológica.
“Yo no uso protector solar porque no quiero que me controle el Estado Profundo”, explica Ricardo, alias @MorenoLibre77 en X (antes Twitter), mientras se rocía con Fanta Limón en una playa de Almería. “Esto lo hacía mi abuelo en la mili, y si a él no le dio cáncer, a mí tampoco. Además, si me muero, que me entierren negro como un turrón”.
Esta lógica infalible ha empezado a calar entre ciertos sectores que consideran que la melanina obtenida a base de rayos ultravioleta no solo da prestigio, sino que protege contra el comunismo.
Broncearse como acto de insubordinación política
La nueva derecha estética —movimiento surgido en hilos de Reddit, grupos de Telegram y los comentarios de YouTube de vídeos de Miguel Bosé— ha erigido el bronceado como su bandera. Literalmente.
“Una piel blanca, pálida y cuidada es signo de sumisión al globalismo dermatológico”, afirma con vehemencia el filósofo influencer Brunus Melaninis, autor del manifiesto Quemarse es resistir. “El cuerpo debe reflejar la lucha. Una piel abrasada por el sol es el último reducto del yo soberano frente al Estado niñera”.
Sus seguidores —los llamados “melano-rebeldes”— no solo rechazan la protección solar, sino también las sombrillas, las gorras y cualquier sombra que no haya sido certificada por la Confederación Española de Empresarios Autónomos. “Solo el que se quema, lucha”, reza uno de sus lemas más populares, bordado en bañadores turbo de banderas.
El enemigo: la OMS, el dermatólogo y tu tía con sombrero
Para esta nueva vanguardia del sol libre, los verdaderos villanos no son las olas de calor ni los melanomas, sino los dermatólogos, las campañas de prevención y esas señoras que te gritan “ponte algo, que te vas a achicharrar” cada vez que pasas por la piscina.
“No quiero que me infantilicen”, dice Lucía, una melanoactivista de 22 años. “Mi piel, mi decisión. Me quemo porque quiero. Estoy harta de que mi madre me meta el spray del 50 en el bolso como si fuera un talismán. Yo prefiero la libertad de pelarme como un salmón al horno antes que obedecer al lobby de la dermatología”.
La OMS, por su parte, ha lanzado una alerta internacional, preocupada por el auge del “bronceado político”, que ha multiplicado los casos de insolación, quemaduras de tercer grado y selfies delirantes con el hashtag #MorenoNaturalComoDiosManda.
Del aftersun al pensamiento reaccionario
Lo que comenzó como una moda de TikTok se ha convertido en una corriente de pensamiento, aunque algunos expertos aseguran que el sol podría estar afectando al pensamiento directamente. “Hay estudios que relacionan la sobreexposición solar con la radicalización ideológica, pero por ahora no podemos confirmarlo”, dice la doctora Laura SPF50, del Instituto Nacional de Fotodependencia Política.
Entre tanto, surgen nuevas tendencias extremas: la “bronceo-guerra cultural” ya incluye a personas que se niegan a entrar en centros comerciales porque “la luz blanca neoliberal blanquea el alma”, o que evitan el aloe vera por considerarlo una “planta vegana sospechosa”.
¿Y ahora qué? ¿Nos espera una guerra solar?
Los analistas coinciden: si la izquierda no reacciona pronto, el sol será definitivamente patrimonio de la ultraderecha. “Ya hemos perdido la bandera, el himno, las botas de montaña y el jamón… No podemos permitir que también nos quiten el bronceado”, clama una joven progre mientras se aplica, discretamente, una crema de zanahoria de agricultura ecológica.
La batalla está servida: en una esquina, los defensores del sol libre y sin regulación; en la otra, los fans del parasol, el aftersun y la dermatología científica. Y en el centro, como siempre, España: más quemada que nunca.
Próximo reportaje: “El ventilador de techo como alegoría de la equidistancia política en tiempos de polarización térmica”
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Cuando broncearse era sinónimo de unas vacaciones junto al mar, estar moreno era una cuestión de clase; ahora, que la ciencia ha demostrado que es el daño solar, para muchos el bronceado es sinónimo de resistencia ultraconservadora frente al ‘statu quo’ social.elpais.com/pjj3g8