Por Redacción ASDF – Diario ASDF
Un sorprendente descubrimiento ha hecho temblar los cimientos de la ciencia y los estudios de género: los mayores referentes del feminismo padecen de prosopagnosia, es decir, la incapacidad de reconocer caras. Este descubrimiento se produjo tras escuchar los argumentos feministas de que “el agresor puede ser cualquiera” o que lo que tienen en común los agresores es que “son hombres, tienen nombre y son hombres”.
El hallazgo fue inicialmente considerado una anécdota graciosa, una especie de lapsus lógico, hasta que un grupo de neurocientíficos de la Universidad de Murcia decidió investigarlo en profundidad. Lo que encontraron dejó boquiabierta a toda la comunidad científica: un patrón de confusión facial tan amplio que, según los expertos, podría explicar el 90% de los debates en Twitter sobre violencia machista, micromachismos y patriarcados invisibles.
Una confusión neuronal con perspectiva de género
La prosopagnosia, conocida comúnmente como “ceguera facial”, es un trastorno neurológico que impide reconocer rostros familiares. Quienes la padecen pueden ver ojos, narices y bocas, pero no logran unir esos rasgos en un conjunto coherente. Según el estudio publicado por el Instituto de Neurodivergencias Ideológicas (INI), algunas feministas radicales estarían experimentando un tipo de prosopagnosia selectiva: reconocen perfectamente los rostros de mujeres, pero confunden a todos los hombres entre sí.
“Cuando les mostramos una foto de tres hombres distintos —uno albañil, uno médico y uno actor de televisión—, todas coincidieron en identificarlos como el mismo individuo, al que llamaron simplemente ‘El Patriarcado’”, explica la doctora Beatriz Hermosilla, directora del equipo de investigación.
La doctora asegura que los resultados fueron tan consistentes que tuvieron que repetir los experimentos con rostros femeninos para comprobar si el fenómeno era recíproco. “Les mostramos fotos de diferentes mujeres y sí, ahí sí las distinguían perfectamente: sabían cuál era feminista, cuál era machista interiorizada y cuál no tenía cuenta en redes sociales”, señala Hermosilla con una mezcla de asombro y resignación.
Cuando todos los hombres parecen el mismo
La teoría, bautizada informalmente como Síndrome de Reconocimiento Patriarcal (SRP), sostiene que en ciertos entornos ideológicos la exposición prolongada a consignas generalistas produce un desgaste neuronal que hace imposible diferenciar rostros masculinos.
Según el informe, el cerebro de las participantes activaba la misma zona de alarma ante cualquier rostro masculino, independientemente de la expresión, edad o contexto. “Mostramos imágenes de un bebé de seis meses, un frutero jubilado y un sacerdote benedictino, y todas respondieron con frases como ‘se le nota en la mirada’, ‘tiene pinta de potencial agresor’ o ‘mira cómo observa al fotógrafo, asco de tío’”, detalla la investigación.
Una de las voluntarias, conocida activista en redes, confesó durante la prueba que llevaba años sufriendo lo que pensaba que era un trauma colectivo. “Yo creía que todos los hombres que me hablaban eran el mismo. Cambiaban de voz, pero siempre veía la misma cara. Ahora entiendo que era una condición neurológica, no un sistema opresor universal”, declaró, emocionada.
Estudios previos: el origen del mal reconocimiento
El profesor danés Lars Bøgensen ya había apuntado en 2018 una posible correlación entre activismo digital y pérdida de matices perceptivos. En su obra La neurocognición de la indignación constante, señalaba que el cerebro, sometido a una exposición continua de estímulos negativos —tuits, titulares, hashtags y pancartas—, tiende a simplificar patrones para ahorrar energía cognitiva.
“Cuando tu cerebro lee todos los días que los hombres son peligrosos, acaba reconociendo cualquier cara masculina como un posible agresor”, explica Bøgensen. “No es ideología, es pura neuroplasticidad con sesgo moral”.
Este fenómeno, que él denominó agnosia ideológica, se amplifica en contextos de grupo. Cuanto más homogénea es la comunidad de creencias, más difícil se vuelve reconocer diferencias individuales. Es decir, la frase “todos los hombres son iguales” deja de ser una metáfora y se convierte, literalmente, en una descripción neurocientífica.
Reacciones del movimiento feminista
El descubrimiento ha provocado una auténtica tormenta en redes. Mientras algunas líderes feministas acusan a los investigadores de “neurocapacitismo patriarcal”, otras han optado por reinterpretar el hallazgo en clave reivindicativa.
La conocida portavoz de la asociación “Ni Una Cara Más” defendió que la prosopagnosia feminista no es un problema, sino una ventaja evolutiva. “Reconocer caras distrae de lo importante. No necesitamos saber quién es quién; basta con saber que todos forman parte del sistema opresor”, explicó en una entrevista concedida al programa Feminismo Cuántico.
Por su parte, un colectivo de psicólogas de género propuso que la OMS incluya la prosopagnosia patriarcal en la lista de condiciones mentales no patologizables, “al mismo nivel que la empatía selectiva o la superioridad moral intermitente”.
La ciencia responde
No todos en la comunidad científica están de acuerdo con esta visión. El neuropsicólogo argentino Alberto Martínez, experto en percepción facial, considera que el fenómeno podría tener consecuencias preocupantes.
“Si no distinguen rostros, ¿cómo sabrán si el agresor es su primo, un actor de Hollywood o un maniquí de Zara?”, se pregunta Martínez. “El problema no es ideológico, es práctico: imagina intentar formar un jurado imparcial si todos los testigos ven al acusado como una copia exacta del mismo hombre genérico”.
Martínez recomienda un tratamiento basado en ejercicios de reconocimiento visual: mirar catálogos de modelos masculinos, ver películas protagonizadas por hombres y practicar el juego “¿Quién es quién?” con personajes reales. Sin embargo, los intentos de aplicar estos métodos en talleres de igualdad han sido infructuosos.
“Se negaron a mirar fotos de hombres sin ponerle un hashtag de advertencia. Una incluso se levantó diciendo que el tablero del juego era ‘una trampa heteropatriarcal visual’. Tuvimos que cancelar el estudio”, lamenta el investigador.
Las redes sociales como amplificadoras
Según el INI, las redes sociales juegan un papel clave en la expansión del fenómeno. El bombardeo constante de discursos donde se homogeniza al varón genera una distorsión perceptiva colectiva. “No es que no reconozcan caras, es que el algoritmo refuerza la idea de que no hay caras que reconocer”, afirma la doctora Hermosilla.
Plataformas como X (antes Twitter) o Instagram se han convertido en auténticos laboratorios naturales de prosopagnosia ideológica. Los usuarios, al interactuar solo con quienes piensan igual, terminan reduciendo la complejidad humana a un único modelo de enemigo abstracto.
“Hay perfiles que llevan tanto tiempo en esa dinámica que, si les enseñas una foto de su propio padre, responden con un tuit automático: ‘Los hombres siempre iguales, hasta en mi familia’”, comenta uno de los asistentes al estudio.
Casos notables y consecuencias culturales
El fenómeno no solo afecta al ámbito académico. En los últimos meses, varios casos mediáticos han levantado sospechas de prosopagnosia militante. Durante una marcha en Madrid, un grupo de manifestantes increpó a un muñeco inflable de un dragón creyendo que era un político conservador. En otro evento, una activista interrumpió un concierto de Alejandro Sanz al confundirlo con un diputado del PP.
“Le gritó ‘¡machirulo del Congreso!’ mientras él intentaba cantar Corazón Partío”, relató un testigo. “Fue un momento muy confuso para todos”.
Incluso se han registrado confusiones inversas. En un mitin feminista, una participante creyó reconocer entre el público a “la esencia misma del patriarcado” y resultó ser un espejo decorativo. El público ovacionó igualmente su valentía por “enfrentarse a su reflejo”.
Aplicaciones terapéuticas y nuevas líneas de investigación
Pese a lo absurdo de la situación, el hallazgo ha abierto nuevas posibilidades terapéuticas. Un grupo de psicólogos propone aprovechar esta condición para fomentar la empatía intergrupal. Si las feministas con prosopagnosia no pueden distinguir caras masculinas, podría usarse esa neutralidad facial para eliminar prejuicios… o, al menos, suavizarlos.
Se está desarrollando un dispositivo experimental llamado Gafas del Reconocimiento Igualitario, que muestra los rostros masculinos en versiones ligeramente caricaturizadas, para que el cerebro aprenda a diferenciarlos sin asociarlos al miedo o la culpa.
Mientras tanto, la comunidad médica estudia si el fenómeno podría extenderse a otros grupos ideológicos. “Estamos detectando casos de prosopagnosia inversa en ciertos hombres que no distinguen entre feminista, comunista o barista vegana”, señala Bøgensen. “El cerebro, al parecer, se defiende de la complejidad simplificando el mundo hasta volverlo un meme”.
Una ceguera que trasciende la biología
Más allá de la anécdota, los expertos coinciden en que este tipo de trastornos perceptivos podrían explicar el actual clima de polarización social. Cuando todos los rostros del “otro” se difuminan en una misma figura simbólica, el diálogo se vuelve imposible.
“Cada ideología genera su propia prosopagnosia: para unos, todos los hombres son culpables; para otros, todas las mujeres son exageradas; y para muchos, todos los políticos son el mismo hijo de puta con distinto traje”, reflexiona la doctora Hermosilla.
Al final, lo que empezó como un estudio sobre reconocimiento facial podría convertirse en una metáfora sobre la incapacidad contemporánea de reconocer al otro como individuo.
Conclusión: cuando el rostro se disuelve en la idea
La relación entre feminismo y prosopagnosia ha abierto un debate incómodo pero necesario. ¿Hasta qué punto nuestras creencias modifican literalmente la forma en que vemos el mundo? ¿Y cuántos de nuestros juicios morales son, en el fondo, simples distorsiones perceptivas?
Por ahora, el Instituto de Neurodivergencias Ideológicas ha recomendado una medida simple: mirar a las personas más y a los eslóganes menos. Un consejo que, de aplicarse, podría reducir tanto la confusión facial como la ideológica.
Mientras tanto, los científicos siguen investigando, y las redes siguen discutiendo. Un usuario resumió el hallazgo con la ironía habitual del internet moderno:
“Así que el problema no era el patriarcado, era la vista.”
Y, por una vez, nadie supo a quién le estaba respondiendo.
