En un giro de los acontecimientos que ha dejado a todo el país boquiabierto, la política gallega ha dado un nuevo salto mortal hacia lo absurdo. El exdiputado Xabier Ron, conocido por su ferviente defensa de los derechos de los grupos vulnerables y su participación en la coalición de Yolanda Díaz, ha sido detenido por una presunta agresión sexual a un menor.
El suceso, que parece haber sido extraído directamente del guion de una telenovela mal escrita, ha sacudido los cimientos del partido, que se jactaba de ser el faro de la moralidad y la justicia social. Fuentes cercanas al caso, que han pedido no ser identificadas porque no pueden dejar de reírse, indican que el exdiputado fue detenido en su propia casa, donde se encontraba preparando un nuevo proyecto de ley para la protección de la juventud.
La ironía no podría ser más palpable. Aquí tenemos a un hombre que, hasta hace poco, era el rostro de la ‘nueva política’ en Galicia, con un historial de discursos apasionados sobre la igualdad y la protección de los más jóvenes. Ahora, se encuentra en el ojo del huracán, no por sus políticas, sino por acciones que contradicen flagrantemente todo lo que ha defendido públicamente.
Los vecinos del exdiputado han expresado su sorpresa, aunque algunos, en tono de broma, mencionan que “al menos ahora sabemos por qué estaba tan interesado en la juventud”. La coalición de Yolanda Díaz, por su parte, ha emitido un comunicado en el que condena enérgicamente los hechos y asegura que no tolerará este tipo de comportamientos, aunque todos sabemos que esta declaración no hará más que alimentar aún más el circo mediático.
Mientras la justicia sigue su curso, la sociedad gallega, y de hecho la española, se encuentra en un estado de shock y hilaridad ante este escándalo que parece haber salido de una novela de comedia negra. Solo queda esperar y ver si este incidente será un caso aislado o si revelará más sobre la verdadera naturaleza de aquellos que se colocan en el pedestal de la moralidad pública.
En resumen, la política gallega nunca deja de sorprendernos, y este caso no es la excepción. ¡Qué espectáculo