Lluvia de balas

Gandía, 20 de febrero de 2025 – En un suceso que ha dejado a Gandía temblando como si un tsunami de horchata hubiera arrasado la playa, el ex alcalde Arturo Torró fue descubierto esta madrugada dentro de su vehículo, un Fiat Panda tuneado con alerones de neón, luces estroboscópicas y un subwoofer que seguía retumbando La Macarena a 120 decibelios incluso después de su muerte. Las autoridades, visiblemente desconcertadas, han concluido que Torró habría fallecido “por el impacto de aproximadamente 47.000 balas que habría recibido”, en lo que describen como “un ataque que ni Rambo podría haber sobrevivido”.

El macabro hallazgo tuvo lugar cuando un repartidor de Glovo, que intentaba entregar un pedido de 17 kilos de paella valenciana con extra de conejo, tropezó con una escena digna de una película de Tarantino. “Vi el coche brillando como una discoteca ambulante, y de repente, ¡pum! Una lluvia de casquillos empezó a caer del cielo. Creí que era una promoción de Netflix”, relató el joven, quien ahora exige un helicóptero personal y tres meses de vacaciones pagadas para superar el trauma.

La policía, tras un análisis forense llevado a cabo con un microscopio de juguete y una linterna del chino, ha descartado que se trate de un accidente provocado por un bache traicionero o un ataque de gaviotas mutantes. En su lugar, apuntan a un tiroteo épico perpetrado por una coalición improbable de enemigos: una banda de tuneros callejeros armados con metralletas doradas, un comando de jubilados vengativos enfurecidos por el cierre de un bingo local y, según rumores, un cártel internacional de horchateros que no perdonó que Torró dijera en 2015 que “la horchata sabe mejor con limón”. El coche, acribillado con más agujeros que un colador cósmico, fue descrito por un agente como “un monumento al plomo y al mal gusto”.

Testigos presenciales aseguran que el ataque fue tan descomunal que el cielo de Gandía se oscureció por el humo de la pólvora, mientras las palmeras de la plaza mayor se inclinaban como si aplaudieran el espectáculo. “Yo estaba regando mis begonias cuando escuché un ruido como si Godzilla hubiera aprendido a disparar. Luego vi a Torró saludando desde el más allá con una mano fuera de la ventanilla”, afirmó Paqui, de 67 años, quien ahora planea escribir un guion y vendérselo a Steven Spielberg.

En las redes sociales, el hashtag #Torróminator ya es tendencia mundial, acompañado de teorías que van desde un complot alienígena hasta la venganza de un pulpo gigante de la playa al que Torró supuestamente negó un chiringuito propio. El ayuntamiento, superado por los acontecimientos, ha emitido un comunicado asegurando que “esto no tiene nada que ver con el socavón de la avenida del Puerto que lleva tragándose coches desde 2019” y ha prometido erigir una estatua de Torró… si sobra presupuesto después de tapar los cráteres dejados por las balas.

El funeral, previsto como un evento de proporciones épicas con fuegos artificiales y una banda de mariachis, podría posponerse porque el tanatorio no encuentra un ataúd lo suficientemente grande para acomodar el ego de Torró y los restos de su Fiat Panda, que sus familiares insisten en enterrar con él “porque era su verdadero amor”. Mientras tanto, la policía ruega a la ciudadanía que deje de enviarles montajes de WhatsApp con Torró como Terminator y que, por amor a Dios, alguien les explique cómo apagar el subwoofer del coche. Gandía, hoy, no duerme: vibra al ritmo de un misterio que ni el mismísimo Sherlock Holmes podría resolver sin un buen trago de orujo.

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