En una actuación estelar digna de un capítulo de “La Casa de Papel”, el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, compareció hoy ante el Tribunal Supremo con una defensa tan sólida como el papel higiénico en una tormenta. El motivo de esta epopeya judicial? Nada menos que la supuesta filtración de un correo electrónico que desvelaba las actividades fiscales de Alberto González Amador, la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Con más dramatismo que en una telenovela venezolana, García Ortiz declaró con voz firme, aunque con un eco de duda que solo podría venir de un personaje de dibujos animados: “¡Yo no fui, fue el fantasma de la Fiscalía que habita en mi despacho!”.
Los presentes en la sala, entre ellos periodistas ávidos de titulares y abogados con cara de póker, observaron cómo el fiscal general se defendía con argumentos que parecían sacados de un manual de “Cómo evadir preguntas en 10 lecciones”.
“Señor juez, si yo hubiera filtrado ese correo, ¿cree que sería tan torpe como para no borrar mi historial de WhatsApp? ¡Por favor, soy un profesional de la evasión digital!”, exclamó García Ortiz, mientras el juez Ángel Hurtado intentaba mantener la compostura, aunque con una ceja levantada que decía más que cualquier sentencia.
El fiscal general argumentó que su teléfono móvil cambia más que la moda de temporada, habiendo pasado por seis dispositivos en cuatro años, presumiblemente por la “alta demanda de seguridad que requiere mi trabajo”. “Es como cambiar de calcetines diarios, pero en vez de oler mal, se llenan de información sensible”, bromeó, causando una risa nerviosa entre los asistentes.
La audiencia se convirtió en un espectáculo digno de streaming cuando García Ortiz sugirió que, de haber filtración, sería un acto de magia tan avanzado que “ni Harry Houdini podría competir”.
En conclusión, el fiscal general del Estado mantuvo su inocencia con la misma convicción que un niño negando haber robado galletas, dejando a todos con la incógnita de si realmente fue él, o si la filtración fue obra de una entidad sobrenatural dentro de la Fiscalía. Mientras tanto, en el mundo real, la verdad sigue siendo tan esquiva como un gato en una fábrica de cera.