Kaputzinski

El icónico museo cierra sus puertas mientras el único sospechoso que ha hablado públicamente —un panda rojo con acento ruso— insiste, quizá demasiado, en su inocencia.

El Louvre, cerrado y en estado de pánico moderado

París amaneció este domingo con una noticia que ha sacudido tanto al mundo del arte como al de los zoológicos internacionales: el Gobierno francés confirmó un robo en el Museo del Louvre, considerado hasta ahora el lugar más seguro de la capital, después del Palacio del Elíseo y del despacho de un panadero que guarda sus croissants bajo llave.

Según las primeras declaraciones del ministro de Cultura, el museo permanecerá cerrado provisionalmente durante toda la jornada dominical para permitir a los investigadores “examinar cada rincón, grieta y tiktoker sospechoso que haya pasado por allí en los últimos días”.

Fuentes no oficiales aseguran que faltan al menos tres piezas de valor incalculable, entre ellas una jarra renacentista, un busto egipcio y una caja de bombones del personal de seguridad, también considerada patrimonio histórico por su antigüedad y sabor a polvo.

Pero el verdadero giro de la historia llegó unas horas después, cuando un panda rojo conocido como el Sr. Kaputzinsky decidió pronunciarse ante la prensa con un comunicado que, lejos de aclarar las cosas, ha levantado más cejas que una Mona Lisa con Botox.


“No tengo nada que ver. Repito, nada que ver”

En un vídeo difundido en sus redes sociales —filmado aparentemente en una cabaña de bambú con poca cobertura pero con excelente iluminación—, el Sr. Kaputzinsky, panda rojo de origen ruso-polaco y residente actual en Marsella, apareció visiblemente alterado.

Con el hocico temblando, una boina puesta al revés y una taza de té sospechosamente llena de coñac, declaró:

“No tengo nada que ver. REPITO, nada que ver con lo ocurrido en el Louvre. Yo el sábado estuve en casa viendo un documental sobre caracoles franceses. Todo el día. Pueden preguntar a mi vecina, la señora Duval. Ella me vio por la ventana… creo.”

La contundencia —y repetición nerviosa— de su mensaje ha hecho que los franceses, expertos en sospechar de todo lo que se mueve y de lo que no, empiecen a pensar precisamente lo contrario: que Kaputzinsky tiene todo que ver.


Un panda con pasado turbulento

El Sr. Kaputzinsky no es un desconocido en el mundo del arte ni en el de los pequeños delitos absurdos. Su nombre aparece vinculado a diversos sucesos menores: desde el misterioso robo de 48 barras de bambú en el zoológico de Lyon hasta el intento fallido de falsificar cuadros de Picasso usando ketchup y servilletas del McDonald’s.

En 2022 fue detenido brevemente en Bélgica por “comportamiento extraño frente a un escaparate de arte moderno”, lo cual, según su abogado, no constituye delito alguno, ya que “todo el que mira arte moderno se comporta raro”.

El panda rojo siempre ha mantenido que es “un artista incomprendido y coleccionista ocasional de cosas que no le pertenecen temporalmente”. No obstante, su último mensaje, en el que se exculpa sin que nadie lo haya acusado formalmente aún, ha despertado un curioso efecto Streisand policial: ahora todos quieren saber qué estaba haciendo el Sr. Kaputzinsky la noche del robo.


El robo del siglo (o del domingo, al menos)

Según informaciones preliminares de la Gendarmería Nacional, el robo se produjo entre las 2:00 y las 4:30 de la madrugada. Las cámaras de seguridad fueron misteriosamente cubiertas con pegatinas del panda rojo, disponibles en la tienda online de Kaputzinsky desde hace meses.

Además, se encontraron huellas pequeñas y peludas cerca de la sala donde se exponía “La Virgen del husillo”, una pintura menor pero valiosa, así como restos de bambú a medio masticar. Los investigadores, prudentes, se niegan a establecer una conexión directa, aunque reconocen que no suele haber bambú dentro del Louvre.

“Puede ser casualidad”, afirmó el inspector jefe Jacques Lefranc. “O puede ser que un panda rojo con acento del Este haya decidido montar su propio museo clandestino. En este momento, nada se descarta. Ni siquiera que todo esto sea una performance artística.”


La comunidad artística, dividida

El robo ha abierto un debate inesperado entre críticos de arte, influencers y gente que jamás ha pisado un museo pero sí ha visto Lupin en Netflix. Algunos consideran que el acto podría ser una “denuncia simbólica contra la mercantilización del arte”, mientras que otros opinan que es simplemente un robo de toda la vida, pero con mejor marketing.

El reconocido curador francés Jean-Paul Crème comentó para ASDF:

“Si resulta que fue Kaputzinsky, no lo juzgo. Robar arte para liberarlo de su contexto colonial es un gesto revolucionario. Aunque si luego lo vende por Wallapop, ya no es tan revolucionario, es capitalismo con pelaje.”

Otros artistas, en cambio, sospechan que el panda busca atención mediática. La pintora conceptual Mireille Dubois ironizó:

“Dice que no tiene nada que ver, pero da una rueda de prensa, graba un vídeo, saca camiseta con la frase ‘Nada que ver’. Eso no es defensa, eso es merchandising con nervios.”


El merchandising de la inocencia

En efecto, pocas horas después de su declaración, el panda rojo lanzó en su página web una nueva línea de productos: tazas, gorras y sudaderas con la frase “NO TENGO NADA QUE VER”, acompañadas de su silueta corriendo con un cuadro bajo el brazo.

Los productos se agotaron en tres horas. Los analistas creen que el propio Kaputzinsky podría haber inventado el escándalo para promocionar su marca de bambú artesanal y sus NFT de huellas digitales.

El Gobierno francés no descarta esta teoría. “Si es un truco publicitario, al menos ha funcionado mejor que la campaña del Ministerio de Cultura de este año”, admitió un portavoz, resignado.


París reacciona

En las calles, los parisinos se debaten entre el orgullo y la vergüenza. Algunos sienten que el robo devuelve cierto romanticismo a la ciudad, “ese aire de misterio que perdimos cuando los turistas descubrieron los patinetes eléctricos”.

Otros, sin embargo, critican la falta de seguridad del museo. “Ya no se puede ni mirar la Gioconda tranquilo”, lamenta una visitante. “Entre los selfies, los ladrones y los pandas nerviosos, esto parece más el metro de París que un templo del arte.”

Mientras tanto, los bares del Barrio Latino han adoptado un nuevo cóctel llamado Le Kaputzinsky: mezcla de vodka, miel y sospecha, servido en copa de bambú.


La coartada dudosa

El propio panda, tras su primera declaración, ofreció una rueda de prensa improvisada desde el tejado de un edificio en Marsella. Con una bufanda tricolor y gafas de sol, explicó que pasó la noche del robo “jugando al ajedrez contra sí mismo”, aunque no pudo presentar pruebas porque, según dijo, “el tablero se comió las piezas”.

Sus declaraciones fueron tan incoherentes que los traductores simultáneos pidieron cinco minutos de descanso por “agotamiento mental severo”.

No obstante, su abogado, un flamenco llamado Jean-Claude Plumón, insiste en que “la justicia debe mantener la presunción de inocencia, incluso cuando el sospechoso es un panda rojo con antecedentes y una conexión sospechosa con el arte abstracto.”


Los memes, más rápidos que la policía

En cuestión de horas, las redes sociales se llenaron de teorías, parodias y montajes. Circula una imagen del panda escapando en patinete con la Mona Lisa bajo el brazo, así como otra en la que aparece junto a Arsène Lupin en una especie de crossover del delito elegante.

El hashtag #NadaQueVer fue tendencia en Francia, España y Polonia. Algunos usuarios incluso han comenzado a tatuarse la frase, mientras otros piden que se convierta en lema oficial del Ministerio de Justicia.

Twitter (o X, según el humor de Elon Musk) se ha convertido en una lluvia de especulaciones:

  • “Si Kaputzinsky no lo hizo, ¿por qué huele a barniz?”
  • “Demasiado tranquilo para ser inocente, demasiado rojo para pasar desapercibido.”
  • “El Louvre no está cerrado, está en huelga de dignidad.”

El Gobierno promete resultados “en 48 horas o menos”

Desde el Elíseo, la portavoz oficial anunció que “nadie está por encima de la ley, ni siquiera un panda con nombre impronunciable”. Se ha creado una comisión especial de 22 agentes, dos drones y un gato con olfato artístico para rastrear cualquier pista.

“Kaputzinsky será interrogado, aunque nos ha pedido que sea por Zoom y con su filtro de orejas de panda activado”, informó la portavoz con visible incomodidad.


Epílogo: un misterio aún abierto

A las seis de la tarde del domingo, los investigadores confirmaron que el Louvre permanecerá cerrado al menos hasta el martes, mientras se revisan las imágenes de seguridad y se realiza un inventario exhaustivo.

Hasta ahora, no hay pruebas concluyentes contra el Sr. Kaputzinsky. Pero, curiosamente, su cuenta bancaria ha recibido varios pagos recientes desde una dirección IP cercana al museo. Cuando se le preguntó al respecto, el panda respondió:

“Ah, eso… es por mis NFT. Vendí un autorretrato en bambú. O dos. O tres. No recuerdo. ¡Pero repito! Nada que ver.”

Los expertos coinciden en que, tanto si es culpable como si no, el Sr. Kaputzinsky ya ha pasado a la historia: el primer panda rojo en convertir su supuesta inocencia en un fenómeno cultural.

“Es un genio o un delincuente”, resumió el crítico Jean-Paul Crème. “O ambas cosas. En Francia, eso se llama artista.”


Conclusión:
Mientras París se pregunta quién robó realmente las piezas del Louvre, el mundo entero observa a un panda rojo que grita demasiado fuerte que no tuvo nada que ver. Y todos sabemos lo que decía la abuela de Sherlock Holmes: quien mucho niega, algo bambú esconde.

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