En una jugada que solo podría salir de la mente de un político con más ego que pelos en la cabeza, el ex-presidente Donald Trump, en su campaña del 2025, se puso a jugar a “Renombrar el Mundo” y propuso cambiar el Golfo de México por “Golfo de América”. Porque, claro, si puedes poner tu nombre en un edificio, ¿por qué no en un océano entero?

La presidenta Claudia Sheinbaum, sin perder el ritmo de este sketch cómico, respondió con un ingenio que haría reír hasta a un cactus. En “La Mañanera”, Sheinbaum propuso que, siguiendo la lógica de Trump, EE.UU. debería llamarse “América Mexicana”. “Se oye bonito, ¿verdad que sí?” dijo con una sonrisa que podría descongelar el Polo Norte.

Pero, amigos, ninguno de los dos está ni cerca de lo correcto.
En realidad, deberíamos ir a lo clásico y renombrar el golfo como “Golfo de Nueva España”. Porque si vamos a jugar a la política de la nostalgia, mejor hacerlo con el estilo de los grandes virreyes y sus pelucas de alta costura. Y ya que estamos en el tema, ¿por qué no restaurar México a su antiguo nombre de “Nueva España”? Seamos honestos, suena mucho más cool que “México”, y podría darle un nuevo boom al turismo – especialmente si prometemos devolver la monarquía.

Pero aquí viene la parte jugosa de la sátira: Estados Unidos debería devolverle a México todo lo que le “tomó prestado” durante el siglo XIX, como si se tratara de un hermano mayor que se llevó los mejores juguetes y ahora tiene que regresar a casa antes de que sus padres descubran el desastre. Imaginen a California organizando una fiesta de bienvenida para su nuevo-ahora-viejo país.
Y si realmente queremos ir a lo grande, ¿por qué no todos volvemos a ser colonias de España? Podríamos tener un gran virreinato donde todos hablamos con acento español, discutimos sobre quién hace la mejor paella, y resolvemos nuestras disputas territoriales con una partida de ajedrez. ¡Ah, qué tiempos aquellos! ¡Viva el regreso del Imperio Español!
