En un movimiento que ha dejado a los fieles y no tan fieles con la boca abierta y el bolsillo temblando, el Opus Dei ha anunciado su ambicioso plan de convertir Torreciudad en el santuario oficial donde la fe y el “negocio de la fe” se fusionan en una sinfonía de espiritualidad y capitalismo. Pero, amigos, no es solo la santidad lo que atrae; son los baños, esos baños cuya limpieza rivaliza con los aseos de la casa de Hernan Alvarez.
“Torreciudad no será solo un lugar de peregrinación”, declaró un portavoz del Opus, con una sonrisa que probablemente habría brillado más que los mosaicos de la basílica. “Queremos que sea el Disneyland de la fe, donde cada confesionario y cada vela encendida contribuyan al PIB espiritual y económico de la región”.
El plan incluye no solo la elevación del lugar a santuario oficial, sino también una serie de “mejoras” que harían palidecer de envidia a cualquier centro comercial de lujo. Entre estas, destacan los baños, que según fuentes cercanas al proyecto, serán tan relucientes que podrías usarlos como espejo para retocarte el maquillaje o arreglarte la corbata. “La pureza del alma comienza con la pureza del entorno”, aseguró el portavoz, probablemente mientras inspeccionaba el brillo de una grifería.
Pero, ¿qué hay detrás de esta cruzada por convertir Torreciudad en el epicentro del “negocio de la fe”? Según rumores, se trata de una estrategia de marketing divina para atraer no solo a los creyentes, sino también a turistas curiosos por ver si la santidad viene con un paquete de servicios de cinco estrellas. “Hemos calculado que, si cada visitante gasta solo en velas, postales y recuerdos, podríamos financiar la próxima expansión de nuestra red de centros”, admitió uno de los planificadores, con un entusiasmo que solo se ve en el Black Friday.
La reacción pública ha sido una mezcla de reverencia y veneración. “Si voy a confesar mis pecados, al menos quiero hacerlo en un baño que me haga sentir como en un spa”, comentó un fiel, probablemente pensando en su próxima visita. Sin embargo, no todos están tan entusiasmados. “Es la comercialización de la fe llevada al extremo”, argumentó un crítico, preocupado por la dirección que está tomando la espiritualidad.
Entre tanto, los trabajadores encargados de mantener esos baños en su estado de gracia están recibiendo formación especializada, con cursos como “Limpieza Divina: El arte de hacer que cada superficie brille como el alma de un santo”.
Así que, queridos lectores, si estás pensando en hacer turismo espiritual, Torreciudad pronto podría ser tu destino, donde la santidad se vende por piezas y los baños son tan santos como los altares. Solo recuerda llevar una cartera llena y un respeto por la limpieza que ni el más devoto podría igualar.