En una sincronización tan perfecta que solo podría ser obra de un genio del mal o de alguien con un sentido del humor muy retorcido, el terror ha decidido hacer su aparición justo cuando Estados Unidos se prepara para recibir de nuevo a Donald Trump en la Casa Blanca. Qué coincidencia, ¿verdad?
Primero, en Nueva Orleans, un hombre, probablemente abrumado por la inminente vuelta de Trump, decidió llevar su indignación a niveles extremos, utilizando una camioneta para atropellar a la multitud, dejando un saldo de 15 personas que ya no tendrán que preocuparse por el próximo mandato. El atacante, en un último acto de moda, desplegó una bandera del ISIS, porque al parecer, nada dice “bienvenido de vuelta” como un toque de terrorismo internacional.
Luego, en Las Vegas, un Tesla Cybertruck, el vehículo que promete ser el futuro de la carretera pero que hoy ha demostrado ser el presente del caos, explotó frente al hotel Trump International. El conductor, que no podrá explicar su última decisión, murió en el acto, mientras que los espectadores recibieron un espectáculo de fuegos artificiales involuntario.
Las autoridades, con el ceño fruncido y las manos en la cabeza, están investigando estos hechos como actos de terrorismo. Aunque, vamos, ¿realmente necesitamos una investigación para entender que la combinación de Trump y terrorismo va de la mano como el pan y la mantequilla?
El presidente electo, que siempre tiene un comentario para todo, ha guardado un silencio ensordecedor sobre estos incidentes, posiblemente porque está demasiado ocupado preparando su discurso de “hacer a América grande de nuevo, otra vez”. Mientras tanto, la población estadounidense se pregunta si este es el nuevo normal: atropellos masivos y explosiones de coches eléctricos como bienvenida a la era Trump 2.0.
Desde luego, no podemos ignorar la ironía de que, justo cuando pensábamos que nada podía superar el drama de la primera presidencia de Trump, el terrorismo decide levantar su mano y decir “aguanta, que todavía no has visto nada”. Bienvenidos a Estados Unidos, donde el terror y la política se encuentran para un baile que nadie quería.