Dicen los viejos relatos que cada cierto tiempo la historia pone a prueba a los pueblos con héroes inesperados. A veces surge un Aquiles, otras un Cid Campeador… y, en el caso que nos ocupa, un señor mayor con goteras en las rodillas, pero con la firme convicción de que Dios no abandona a sus soldados.
Todo empezó con un grupo de tuiteros, esos seres digitales que se sienten guerreros del teclado hasta que pisan el suelo frío de la realidad. Según los cronistas, eran “tuiteros adictos al sexo”, una subespecie urbana que se distingue por dos características fundamentales:
- Publican memes con referencias a orgías y astrología.
- Confunden el deseo con la militancia política.
Pues bien, estos próceres de la modernidad decidieron dar un paso más: trasladar su pulsión digital al mundo físico. Su objetivo era claro: ir a la casa de un señor mayor y “pegarle de forma indigna”. Nadie sabe si la idea salió en un chat grupal de madrugada, entre una discusión sobre OnlyFans y un meme de Pikachu, pero lo cierto es que lo hicieron.
El encuentro épico
El “dragón de la depravación” —que no es una metáfora, sino la forma en la que los vecinos describen a un joven con camiseta de reguetón y mirada perdida— llegó a la puerta del anciano. Armado con testosterona mal procesada y la valentía líquida de un par de cervezas, intentó imponer su ley.
Pero no contaba con el factor sorpresa: el señor mayor llevaba toda la vida entrenando sin saberlo. Años de bajar la basura con bolsas pesadas, de levantar garrafas de agua en un tercer piso sin ascensor, y de discutir con comerciales de telefonía le habían otorgado la resistencia de un espartano y la astucia de un zorro viejo.
Cuando el dragón lanzó su primer ataque, el anciano, con reflejos dignos de una película de artes marciales ochentera, esquivó con un movimiento que recordaba a la “media vuelta de la siesta”. Acto seguido, ejecutó la técnica secreta del “bastón sagrado”, consistente en blandir el palo de caminar como si fuese la espada de Carlomagno.
El resultado fue apoteósico: el tuitero cayó al suelo, derrotado no tanto por el golpe, sino por el peso de la humillación.
Dios como aliado estratégico
Aquí entra en juego lo verdaderamente importante. No fue solo habilidad física, ni siquiera experiencia vital. Fue, según testigos, que el anciano tenía “a Dios de su parte”. Y eso, como todo el mundo sabe, multiplica por diez la defensa mágica y reduce a cero la resistencia del enemigo.
En la narración popular, algunos ya comparan esta batalla con San Jorge y el dragón. Otros, más modernos, aseguran que se trata de una versión occidental del combate final de un videojuego. Lo cierto es que, en medio de la refriega, un rayo de luz se filtró por la ventana e iluminó al anciano como si fuese protagonista de una portada de cómic medieval.
La caída del dragón
El dragón de la depravación —cuyo mayor delito hasta la fecha había sido twittear frases como “el amor libre es la verdadera revolución”— terminó en posición fetal, implorando misericordia. El anciano, con honor ⚔️ en cada palabra, no necesitó continuar el castigo. Bastó con mirarle fijamente y decir:
“Vuelve a tu timeline, criatura. Aquí se acaba tu campaña”.
Los tuiteros huyeron despavoridos, jurando no volver jamás a enfrentarse a un jubilado con Dios en la retaguardia.
La leyenda comienza
Desde entonces, el barrio entero habla del “Último Guerrero de Occidente”. En la panadería ya se ofrecen barras con su nombre. En el parque, los jubilados han empezado a reunirse para practicar técnicas de combate con abanicos y sillas plegables. En Twitter, mientras tanto, la batalla se ha convertido en meme: unos aplauden al héroe, otros aseguran que todo fue un montaje para conseguir seguidores, y los más cínicos dicen que el anciano es, en realidad, un NPC generado por la inteligencia artificial del Apocalipsis.
Lo cierto es que, en tiempos de decadencia cultural, inflación y realities televisivos interminables, pocas cosas unen tanto como la figura de un anciano que planta cara al caos. En él se encarna la fantasía colectiva de que aún quedan reductos de cordura en un mundo dominado por filtros de Instagram y vídeos de TikTok de tres segundos.
Honor ⚔️
Así termina esta crónica, no con lágrimas ni lamentos, sino con la certeza de que la historia se repite: siempre que Occidente está en peligro, surge un guerrero inesperado. Y en este caso, era un hombre mayor, con sandalias de velcro y un palo, que se enfrentó al dragón de la depravación y salió victorioso.
Honor.
Porque mientras haya un anciano con fe en el barrio, ningún ejército de tuiteros calenturientos podrá doblegar a la civilización.
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El último guerrero de Occidente Tuiteros adictos al sexo fueron a la casa de un señor mayor para, de forma indigna, tratar de pegarle. Pero el señor mayor, con Dios de su parte, plantó cara al dragón de la depravación, esquivó sus acometidas y lo venció heroicamente HONOR ⚔️