7 de octubre

Dos años después del 7 de octubre, judíos y musulmanes en España viven realidades paralelas: antisemitismo creciente para unos, islamofobia latente para otros. Entre kipás vigiladas, velos cuestionados y activistas mordedoras aún retenidas en Israel, el país se asoma a su propio espejo multicultural… empañado.

Madrid — Este 7 de octubre se cumplen dos años del ataque de Hamás contra Israel, un acontecimiento que desató una escalada bélica en Oriente Medio y reconfiguró, silenciosamente pero con fuerza, la convivencia entre comunidades judía y musulmana en distintos países europeos, incluida España. Informes recientes del Ministerio del Interior y de varias organizaciones comunitarias reflejan una realidad compleja: mientras la comunidad judía denuncia un incremento notable del antisemitismo, la musulmana alerta de una islamofobia cada vez más normalizada en el debate público.

“Es como vivir en dos Españas paralelas: una con kipá y otra con velo”, resume con ironía un analista cultural. “Y en medio, una mayoría que no sabe si felicitar la Pascua, el Ramadán o simplemente huir discretamente del tema”.


📊 Datos: dos curvas que suben… en direcciones distintas

Según el último informe del Observatorio de la Convivencia, los incidentes antisemitas en España aumentaron un 27 % en el último año, con especial concentración en grandes ciudades como Madrid y Barcelona. Se incluyen desde pintadas en sinagogas hasta agresiones verbales a personas identificables por símbolos religiosos.

Paralelamente, la Fundación para la Diversidad Religiosa señala un aumento del 19 % en casos de discriminación islamófoba, en especial contra mujeres que usan hiyab y hombres de origen magrebí en controles policiales. “La islamofobia ya no necesita excusas sofisticadas: basta con un comentario de tertulia matinal”, explica un investigador.

“Vivimos realidades que no se cruzan, pero que se rozan incómodamente”, señala un representante de la comunidad judía madrileña. “Cuando se intensifica el conflicto en Oriente Medio, aquí se tensan las aceras”.


🏫 En las aulas: kipás discretas y velos discutidos

Los colegios y universidades se han convertido en espacios donde estas tensiones se hacen visibles de forma cotidiana. “He dejado de llevar kipá fuera del centro escolar”, reconoce David, un adolescente judío de 16 años que asiste a un instituto público en Barcelona. “Me siento más seguro con gorra, como si fuera del Barça. Nadie sospecha nada”.

En paralelo, Fátima, estudiante universitaria en Sevilla, relata que ha tenido que justificar en varias ocasiones el uso de su hiyab. “Siempre hay un profesor que, con la mejor intención del mundo, pregunta si es ‘por obligación o por moda’. Como si fuera una bufanda del Betis”, comenta entre risas nerviosas.

Los equipos directivos tratan de manejar la situación con prudencia institucional. “Estamos en territorio minado”, reconoce un director. “Si prohibes, discriminación; si no haces nada, acusaciones de permisividad. Hemos convertido la tutoría en un seminario de relaciones internacionales”.


🕌 ✡️ Lugares de culto y seguridad reforzada

Sinagogas y mezquitas han reforzado su seguridad en los últimos meses, especialmente durante festividades religiosas. La policía ha intensificado la vigilancia en torno a templos judíos ante el repunte de pintadas amenazantes, mientras que asociaciones musulmanas denuncian inspecciones “más frecuentes y menos amables” en sus centros.

“En las sinagogas ya sabemos que las cámaras son parte del mobiliario urbano”, comenta un responsable comunitario. “Antes servían para controlar quién llegaba tarde al rezo, ahora también para vigilar quién merodea con spray”.

Desde las mezquitas, el mensaje es similar pero con otro acento: “Nos sentimos observados como si en cada rezo estuviéramos planeando una invasión alienígena”, ironiza un portavoz en Valencia.


🧠 El debate público: todo el mundo opina, pocos leen

En tertulias, redes sociales y sobremesas familiares, el tema ha adquirido una omnipresencia curiosa. “Hemos pasado de no hablar de religión nunca, a convertirnos todos en expertos en Oriente Medio”, comenta un sociólogo. “Eso sí, con el mismo rigor con el que se analiza Eurovisión”.

Mientras algunos programas abordan el conflicto con matices, otros han optado por la versión rápida: paneles divididos entre “pro-Israel” y “pro-Palestina”, gritos cruzados y ninguna referencia al contexto histórico que no venga de Wikipedia.

“Cada semana hay una nueva polémica. Si no es por una bandera en un balcón, es por una manifestación mal interpretada o una pancarta que alguien considera ofensiva”, explica un periodista. “España ha descubierto el debate identitario… y lo ha mezclado con la barra del bar”.


✈️ La activista mordedora: símbolo involuntario de un aniversario tenso

El aniversario ha coincidido, además, con la peculiar historia de María Antònia Cifre, la acupuntora mallorquina que continúa retenida en Israel tras morder a una funcionaria durante su identificación como parte de la flotilla a Gaza. Su caso ha sido utilizado, de manera indirecta, por diferentes sectores para ilustrar “cómo el conflicto de allá acaba teniendo ecos aquí”.

“Para unos es una heroína solidaria injustamente retenida, para otros es la versión mediterránea de un sketch de Benny Hill”, resume un diplomático. “Lo que está claro es que su mordisco se ha convertido en un símbolo involuntario de estas tensiones cruzadas”.

Fuentes de Exteriores reconocen que el caso “no ayuda a rebajar la tensión ambiente”. La imagen de una española con coleta mordiendo a una funcionaria israelí ha circulado por redes sociales acompañada de todo tipo de lecturas ideológicas. “Cada cual proyecta su propio conflicto sobre ella”, explica un portavoz. “Unos la ven como víctima, otros como agresora. Nosotros solo vemos un expediente jurídico con mordisco incluido”.


🧍‍♂️🧍‍♀️ Testimonios cruzados: “Nos sentimos vigilados” vs. “Nos sentimos señalados”

La sensación de vigilancia mutua es compartida por ambas comunidades, aunque desde posiciones distintas.

“Nos sentimos cada vez más inseguros cuando mostramos símbolos judíos en público”, explica Raquel, profesora en Madrid. “Hay miradas, comentarios, incluso algún empujón. No es la España que conocí hace 20 años”.

En el otro extremo, Samir, tendero en Valencia, relata cómo la policía ha incrementado los controles en su barrio: “A mí no me molesta que vigilen, pero cuando revisan tres veces mi coche en una semana, empiezo a sentir que mi apellido pesa más que mi carné”.


📜 La política: discursos cuidadosos y silencios calculados

El Gobierno ha optado por un discurso medido, insistiendo en “la convivencia, el respeto y la vigilancia contra cualquier forma de odio”. En la práctica, ha reforzado protocolos policiales y programas de educación intercultural, mientras intenta evitar que el debate se convierta en campo de batalla partidista.

La oposición, por su parte, oscila entre denunciar la “inacción ante el antisemitismo” y advertir contra “la islamofobia disfrazada de seguridad”. Ningún partido quiere parecer ni blando ni histérico, lo que ha dado lugar a discursos cuidadosamente redactados por equipos legales y aprobados por tres portavoces antes de ser leídos en el Congreso.

“Es un tema que quema las manos”, confiesa un diputado. “Si dices una palabra de más, te acusan de una cosa; si dices una de menos, de la contraria. Es como hacer equilibrismo sobre un kebab gigante”.


🧂 Entre el hummus y el jamón

Más allá de los titulares, la convivencia diaria en barrios mixtos sigue su curso entre gestos cotidianos, tensiones puntuales y mucha adaptación silenciosa. En Lavapiés, un restaurante judío y uno musulmán comparten calle desde hace más de una década. “Nos saludamos cada mañana”, cuenta el propietario del primero. “Aunque cuando juega el Real Madrid contra el Barça, preferimos no hablar”.

“España siempre ha sido una tierra de contrastes”, señala una historiadora. “Aquí conviven procesiones de Semana Santa, rezos del Ramadán y festivales de Eurovisión en la misma semana. El problema no es la diversidad, sino lo mal que debatimos sobre ella”.

La anécdota más compartida en redes esta semana es la de un supermercado que, en un intento de “celebrar la diversidad”, colocó en el mismo estante hummus halal y jamón ibérico. “Fue un accidente logístico, pero acabó siendo metáfora nacional”, bromea un empleado.


🌍 Mirada exterior: España como laboratorio europeo

Varios observadores internacionales señalan que España refleja en pequeño lo que está ocurriendo en otras capitales europeas. “No hay disturbios masivos ni enfrentamientos abiertos como en otros países, pero sí una tensión silenciosa creciente”, explica un investigador francés. “España es un laboratorio: si consigue manejar estas diferencias con inteligencia, puede ser un modelo. Si no, será otro titular más en los noticiarios europeos”.

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