En un fenómeno anual que amenaza con agobiar a las mujeres de pueblos y ciudades por igual, esta Nochevieja se prevé una invasión masiva de hombres ciclistas. Estos, bajo la excusa de “hacer deporte” o “disfrutar de la naturaleza”, en realidad están preparando el escenario para una tradicional y patriarcal celebración de fin de año.
Desde primeras horas de la mañana, las carreteras y caminos rurales se han visto invadidos por una marea de hombres sobre bicicletas de alta gama, vestidos con licras ajustadas que pretenden ser una declaración de libertad, pero que en realidad son una muestra más de la opresión visual que sufren las mujeres al ser forzadas a contemplar tal espectáculo.
“Es como si la Nochevieja fuera solo una excusa para que ellos se sientan ‘libres’ en la naturaleza, mientras que nosotras terminamos de esclavas domésticas”, comenta Ana, una residente de un pequeño pueblo que prefiere mantenerse en el anonimato, temiendo represalias por parte de los “ciclistas machistas”.
Los ciclistas, ajenos a la crítica feminista, se jactan de su “hazaña deportiva” en redes sociales, ignorando cómo sus acciones perpetúan roles de género desfasados. Al caer la noche, estos “héroes del asfalto” regresan a sus hogares, sudados y con hambre, esperando que sus mujeres, que han estado ocupadas preparando la cena de Nochevieja, les sirvan en bandeja no solo la comida, sino también el reconocimiento de su supuesta “aventura masculina”.
“Es el colmo del patriarcado”, declara Laura, activista y organizadora de un contramanifiesto titulado “Nochevieja Sin Sudor Machista”. “Mientras ellos se divierten, nosotras estamos confinadas a la cocina, esperando que regresen para que podamos empezar a celebrar, o más bien, a servirles”.
Por otro lado, Zuriñe expresaba por X lo siguiente: “Hoy, como mañana y Nochebuena y Navidad, las carreteras rurales llenas de ciclistas ONVRES que se divierten por donde los locales no tenemos más remedio que circular, mientras sus mujeres, madres, hermanas e hijas se encargan de compras, recados, organización y cocina. Ellos llegarán sudados a mesa puesta como si volvieran victoriosos de la batalla de las Termópilas. Ridículos y vagos.”

Nadie respondía: “Tal cual, 20 me he cruzado esta mañana.”

Organizaciones feministas locales han propuesto contramedidas como “pedaladas en protesta” donde mujeres toman las carreteras en bicicleta, no solo para reclamar su espacio, sino para demostrar que la Nochevieja puede ser un momento de empoderamiento y no de servidumbre. Sin embargo, la resistencia al cambio es palpable, con muchos hombres argumentando que “es tradición” y que “no ven el problema”.
Otra de las propuestas consiste en comprarles a los hombres una lata de fabada o de albóndigas en salsa para que se erradiquen las costumbres machistas.

Así, esta Nochevieja se convierte no solo en una celebración del fin de año, sino en un recordatorio vívido de las batallas feministas por la igualdad, donde incluso un paseo en bicicleta puede ser una declaración de guerra cultural.