Pablo e Irene

El ex vicepresidente reconoce en un directo que la vida familiar le resulta “un auténtico sudoku económico” y reclama “perras solidarias” para que su descendencia no se quede atrás en piano, judo, ajedrez, robótica y danza urbana.

Madrid — En un giro inesperado que ha provocado tanto sorpresa como comentarios mordaces en redes sociales, el ex vicepresidente del Gobierno y ex secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, ha hecho un llamamiento a sus seguidores para que le ayuden económicamente a costear las actividades extraescolares de sus hijos. El propio Iglesias, en un directo de Twitch titulado “Educar en tiempos neoliberales”, se dirigió a la audiencia con un mensaje que rápidamente se viralizó:

“Compañeros, la realidad es dura: mis criaturas tienen derecho a todas las oportunidades. Y eso implica actividades extraescolares. No hablo de un lujo, hablo de justicia social. Así que, si podéis arrimar perras, será por el bien común”.

El fragmento, acompañado de un gesto serio y una taza con el logo de La Base —su podcast político—, desató una cascada de reacciones. Mientras algunos de sus simpatizantes defendieron la petición como “una forma colectiva de crianza en un contexto de precariedad generalizada”, otros ironizaron sobre la contradicción de que un ex líder de la izquierda con experiencia de gobierno acabe solicitando fondos para apuntar a su prole a clases de robótica infantil, guitarra eléctrica y capoeira brasileña.


“Un sudoku económico”

Iglesias explicó que la presión de conciliar vida laboral, mediática y familiar se ha convertido en un rompecabezas. “La gente piensa que porque uno fue vicepresidente, los recursos son infinitos. Pero la verdad es que Madrid es carísimo, los libros cuestan una barbaridad y cada extraescolar son entre 40 y 70 euros al mes. Multiplicadlo por tres criaturas y veréis que estamos ante un sudoku económico”.

El ex dirigente detalló la lista de actividades que, según él, constituyen “un mínimo vital cultural” para sus hijos:

  • Piano, “porque la música abre la mente”.
  • Judo, “para aprender disciplina y autodefensa, que nunca viene mal en este país crispado”.
  • Ajedrez, “como metáfora de la política y de la estrategia”.
  • Robótica, “porque el futuro será de quienes programen”.
  • Danza urbana, “porque hay que conectar con la calle, con el flow y con Rosalía”.

La enumeración, leída con solemnidad, generó tanto aplausos virtuales como chascarrillos. Un usuario de Twitter resumió: “Pablo Iglesias quiere convertir a sus hijos en los Avengers de la progresía”.


El concepto de “perras solidarias”

El término elegido —“perras”— también atrajo atención. Iglesias lo defendió como una expresión coloquial que buscaba transmitir cercanía: “No estoy hablando de dinero en abstracto, sino de las perras, de esas monedas que se comparten para lo común. No es un crowfunding neoliberal, es un bote vecinal en versión digital”.

La iniciativa, sin embargo, no fue acompañada de detalles técnicos sobre cómo canalizar las aportaciones. Varios de sus seguidores en el chat preguntaron si se habilitaría un Bizum, una cuenta bancaria o incluso una suscripción en Patreon. Iglesias evitó concretar: “Lo importante es la conciencia colectiva, no la herramienta. Ya veremos cómo lo articulamos”.


Las reacciones políticas

Los partidos de la oposición no tardaron en pronunciarse. Desde el Partido Popular, un portavoz comentó con ironía: “Lo que no consiguió como vicepresidente lo quiere conseguir como streamer. Eso sí, no sabemos si con IVA o sin IVA”.

En Vox, la reacción fue aún más dura. Un diputado señaló: “El problema no es que pida dinero; el problema es que siempre lo disfraza de épica revolucionaria. Sus hijos no necesitan capoeira, necesitan aprender lo que cuesta trabajar de verdad”.

En el PSOE, donde muchos todavía guardan relación cordial con el ex vicepresidente, las declaraciones fueron más contenidas. Una ministra, en privado, señaló: “Entiendo la broma, pero también demuestra hasta qué punto la vida en Madrid es asfixiante incluso para quienes han estado en política”.


Entre el meme y la reflexión social

La petición de Iglesias ha generado una avalancha de memes. En uno de los más compartidos, se veía una hucha con la cara de Lenin y la inscripción: “Aportación voluntaria para clases de patinaje artístico revolucionario”.

Sin embargo, varios analistas apuntaron a que la anécdota revela un trasfondo real: la creciente desigualdad en el acceso a actividades extraescolares en España. Según datos de la Fundación de Ayuda a la Infancia, más del 40 % de los menores no puede participar en más de una actividad al mes por motivos económicos.

Un sociólogo consultado por este periódico explicó: “Lo llamativo no es que Iglesias haga la petición, sino que visibiliza un problema estructural: el coste de formar a los hijos en un entorno competitivo. La diferencia entre quienes pueden pagarlo todo y quienes no, marca ya la desigualdad de oportunidades desde la infancia”.


El dilema de los antiguos votantes

Entre los círculos cercanos a Podemos, la reacción fue ambivalente. Algunos militantes expresaron su incomodidad: “Luchamos contra la precariedad y contra el capitalismo, y ahora se nos pide que paguemos la robótica de los hijos de un ex vicepresidente. Cuesta entenderlo”.

Otros, en cambio, vieron coherencia en el gesto: “La izquierda siempre ha defendido la crianza colectiva. Que Pablo lo plantee en clave económica es simplemente un paso más. Si podemos pagar Netflix o Amazon, ¿por qué no invertir en la educación de unos niños que representan el futuro?”.


Iglesias y el eterno debate sobre su figura pública

No es la primera vez que Iglesias provoca titulares inesperados tras abandonar la política institucional. Desde que se trasladó a su casa en Galapagar y se volcó en su faceta mediática, ha cultivado una presencia pública a caballo entre lo político, lo cultural y lo familiar.

Su forma de exponer cuestiones privadas en clave colectiva siempre ha generado debate. Cuando confesó que veía Juego de Tronos como metáfora de la política española, muchos lo interpretaron como un intento de conectar con un público más joven. Ahora, con la petición de “perras solidarias”, algunos creen que busca reforzar la idea de comunidad entre sus seguidores digitales.


Un experimento que podría sentar precedente

La pregunta que queda en el aire es si Iglesias realmente pondrá en marcha una estructura de financiación colectiva para las extraescolares de sus hijos o si todo quedará en un gesto simbólico. Algunos expertos en comunicación política apuntan a que se trata de “una estrategia deliberada para situar el debate en torno a la infancia y la desigualdad educativa”.

Otros consideran que el experimento podría abrir una nueva vía de relación entre figuras públicas y sus bases sociales. “Estamos acostumbrados a que los influencers pidan apoyo para comprarse cámaras o viajar. Iglesias puede haber sido el primero en plantearlo en clave de crianza política”, apuntó un investigador en redes sociales.


Una reflexión final

Más allá de la controversia, lo cierto es que el episodio ha puesto de relieve una tensión constante en la trayectoria de Pablo Iglesias: su intento de combinar el discurso político de transformación social con una vida personal sometida a los mismos dilemas que afrontan muchas familias de clase media.

Mientras tanto, la pregunta sigue flotando: ¿conseguirán los hijos de Iglesias practicar ajedrez, piano, judo, danza urbana y robótica a la vez? ¿O será necesario que la militancia organice turnos de voluntariado para hacer de profesores particulares?

Por ahora, la única certeza es que la frase “arrimar perras por el bien común” ya forma parte del anecdotario político de la España reciente.


Palabras finales

El gesto de Pablo Iglesias, a medio camino entre la confesión íntima y la performance política, ha generado un debate tan inesperado como revelador. Lo que para unos es un despropósito ridículo, para otros es una manera de señalar los agujeros del sistema.

La historia aún no ha terminado: quizá mañana aparezca un enlace de Bizum o quizá quede en un titular más de la larga lista de episodios en los que Iglesias, con un giro de guion, logra poner la conversación pública patas arriba.

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