Futuro vegetal

En Futuro Vegetal creen que trabajar es ir a un cumpleaños: el que organiza paga la tarta y el resto zampa

En un acontecimiento que ha provocado la combustión espontánea de al menos catorce cuentas de Twitter y tres hilos de Reddit todavía en llamas, la Fundación Amancio Ortega anunció la donación de 11,2 millones de euros al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, una institución pública especializada en lesiones medulares y rehabilitación avanzada. La noticia, que en principio parecía destinada a suscitar una mezcla de agradecimiento institucional y titulares sobrios, terminó convirtiéndose en un festival de indignación digital cuando la organización Futuro Vegetal, célebre por pegarse con pegamento industrial a edificios históricos y por lanzar puré sobre cuadros que no tienen culpa de nada, reaccionó con un tuit digno de enmarcar.

El mensaje, que ya ha pasado a formar parte del Museo Nacional del Tuit Español Contemporáneo, reza así:

“¿Cuánta pasta tiene este tipo como para donar 11.2 millones?
Imagina ser tan idiota como para ver este titular y aplaudir, en lugar de odiar a Amancio por comerse tu parte del pastel (y la de todas tus vecinas).”

La organización, conocida por su gusto estético hacia los chalecos reflectantes, las pancartas serigrafiadas con tinta ecológica (pero fabricadas en Aliexpress) y la afición a explicar economía en frases de 120 caracteres, considera que la noticia es una provocación personal. Según su interpretación, el gesto filantrópico no es más que un “truco fiscal” y “táctica corporativa de invisibilizar la lucha vegetal”.

Un pastel que nadie vio, pero que todos quieren comerse

Para entender el contexto, es fundamental analizar la metáfora culinaria utilizada: “la parte del pastel”. Nadie en Futuro Vegetal ha podido explicar con exactitud qué tipo de pastel es, dónde está, quién lo horneó, ni tampoco por qué creen que Amancio Ortega se lo está comiendo delante de ellos sin dejarles probarlo.

Sin embargo, fuentes cercanas a la organización confirmaron que la teoría interna más aceptada sostiene que el pastel es la riqueza nacional acumulada, que según ellos existe en una bandeja imaginaria en una mesa común donde todos los ciudadanos deberían servirse libremente “sin necesidad de aportar harina, huevos, horno, electricidad o un mínimo interés en aprender a cocinar”.

Un portavoz de Futuro Vegetal, que se identificó como “Pimiento Rojo (él/elle/ello/hortaliza)”, declaró:

“Lo que pasa es que la gente está muy dormida. Aplauden una donación cuando lo que tendrían que preguntar es por qué ese dinero lo tiene él y no nos lo ha dado a nosotras, que llevamos meses protestando sin parar.”

Cuando se le preguntó en qué sentido la labor de pegarse a fachadas históricas constituye un servicio equiparable a levantar una multinacional de distribución textil internacional, Pimiento Rojo respondió:

“La conciencia es trabajo. El sacrificio emocional es trabajo. El activismo afectivo también es trabajo. No todo el trabajo son fábricas, cariño.

El Hospital Nacional de Parapléjicos se queda con el dinero, aunque no se ha pronunciado sobre el pastel

Mientras tanto, el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, probablemente sorprendido por estar de pronto en el centro de un debate que no pidió, ha confirmado que sí, que van a aceptar la donación, y que se empleará para mejorar infraestructuras y tecnología asistencial.

Un portavoz del centro sanitario, al ser consultado sobre la polémica, declaró:

“Nuestra prioridad es la rehabilitación, la mejora de la atención y la investigación clínica.
No está previsto ningún reparto pastero entre organizaciones activistas.”

Cuando se le explicó el tuit de Futuro Vegetal, el portavoz guardó silencio durante siete segundos antes de responder con un rotundo:

“No sabría decirle nada útil. Nosotros hacemos fisioterapia y neurorehabilitación, no metafísica repostera.”

La indignación como modo de vida

El núcleo de la crítica de Futuro Vegetal parece residir en la creencia de que cualquier acto filantrópico realizado por una figura de riqueza empresarial no puede interpretarse como lo que es —una donación— sino como una forma de opresión energética del capitalismo extractivo emocional.

Pero la organización no se limita al discurso digital. Sus miembros insisten en que la sociedad ha sido adiestrada para aplaudir en lugar de odiar, algo que consideran “un síntoma profundo de servidumbre mental colectiva”. Según sus comunicados, la emoción correcta ante la noticia no es el agradecimiento sino la rabia.

En palabras de Brote Fresco, coordinadora de Acción Directa y Jardinización Reivindicativa:

“La gente no entiende que si Amancio Ortega no existiera, la donación seguiría existiendo igualmente, pero sería nuestra.”

La lógica retórica, al menos en apariencia, sugiere que la riqueza es una sustancia atmosférica que flota libremente sobre la península y que, por algún motivo, cae en Galicia en forma de Zara.

La ética del cumpleaños

El subtítulo de esta noticia resume una de las críticas más repetidas por analistas y observadores de la conducta colectiva de Futuro Vegetal: la idea de que trabajar es como ir a un cumpleaños.

Para sus militantes, en un cumpleaños el que organiza paga la tarta y el resto se limita a comer. No parece haber, en su imaginario, un sistema socioeconómico distinto que explique por qué quien organiza el cumpleaños puede permitirse tarta, velas, platos, refrescos y animación, mientras que quien acude como invitado llega con las manos vacías pero con la boca abierta.

Esta visión ha sido descrita por expertos en sociología contemporánea como “modelo infantil ampliado”, caracterizado por la expectativa permanente de satisfacción sin intercambio equivalente de esfuerzo, producción o responsabilidad. Es el mismo modelo que justifica frases como:

  • “Si no me contratan sin experiencia, ¿cómo voy a tener experiencia?”
  • “Si nadie me da dinero sin trabajar, ¿cómo voy a trabajar sin dinero?”
  • “La economía es una invención mental del capitalismo, pero mi alquiler sí es real.”

Donaciones sí, pero para causas muy específicas

Futuro Vegetal ha declarado públicamente que no está en contra de las donaciones filantrópicas, pero que estas deben cumplir una serie de requisitos estrictos para ser éticamente aceptables:

  1. La donación debe estar libre de autoconciencia o intención positiva.
    Si el donante siente satisfacción personal, es explotación emocional.
  2. No debe beneficiar a nadie que ya esté sufriendo.
    Porque eso sería paternalista y asistencialista.
  3. El dinero debe ir preferiblemente a asambleas sin estructura, sin actas y sin objetivos verificables.
    La transparencia financiera es un mecanismo de opresión burocrática.
  4. Lo ideal es que las donaciones se realicen sin pedirlas y sin saber para qué se usarán.
    La mejor donación es la que desaparece en el aire y vuelve convertida en lucha.

Conclusión precipitada

En definitiva, la polémica no gira en torno a la donación en sí, sino a la visión del mundo enfrentada entre quienes creen que crear riqueza requiere trabajo, organización, riesgo y visión empresarial, y quienes conciben la riqueza como algo que, por justicia poética y cosmológica, debería simplemente redistribuirse hacia quienes más la exigen.

Mientras tanto, el Hospital Nacional de Parapléjicos ya está planificando dónde instalar las mejoras financiadas por los 11,2 millones.
Y Futuro Vegetal continúa intentando averiguar dónde está ese pastel metafórico que alguien, en algún punto de la historia económica contemporánea, les prometió que existía.

La sociedad española, por su parte, todavía debate si agradecer es de esclavos o si pegarse a un Carrefour con cola industrial puede realmente redistribuir la riqueza nacional.

Por ahora, no hay consenso.
Pero lo que sí está claro es que Futuro Vegetal no verá ni un duro de Inditex.

La economía como narrativa y el puré como herramienta diplomática

Una de las características distintivas de Futuro Vegetal es su enfoque comunicativo basado en la performance culinario-protestante. Su táctica estrella, el lanzamiento de puré sobre obras de arte, ha sido justificada en múltiples ocasiones como una metáfora de la relación opresiva entre producción agrícola, cultura elitista y desigualdad energética.

Sin embargo, el nexo entre potencial artístico, tubérculos hervidos y lucha de clases nunca ha sido debidamente aclarado. Cuando se le preguntó a un representante del colectivo por qué creen que un cuadro del siglo XVIII tiene responsabilidad en las emisiones de carbono actuales, la respuesta fue:

“No es el cuadro. Es la emoción del cuadro. Lo que representa. La historia detrás. La historia es colonial. El colonialismo es extractivo. El extractivismo es el capitalismo. Y el capitalismo es Amancio Ortega. ¿Ves cómo todo conecta?”

Preguntado por qué utilizan puré en lugar de lentejas, pisto u otros productos de mayor valor simbólico, el portavoz contestó:

“El puré tiene textura. La textura habla. El arte del mensaje está en la textura.
Además se limpia rápido y no queremos dañar el patrimonio, solo molestar a la gente.”

El objetivo no sería, por tanto, la destrucción del arte, sino la interrupción momentánea de su contemplación confortable, lo cual viene a ser, en esencia, una especie de interrupción violenta del brunch emocional del público.

La figura del “rico odiable” como cemento ideológico

Otra arista importante del debate es la construcción del enemigo conceptual. Para lograr cohesión interna, Futuro Vegetal necesita una figura central a la que atribuir la responsabilidad de todos los males contemporáneos, desde la contaminación atmosférica hasta el retraso en la línea 3 del metro en cualquier ciudad española.

Amancio Ortega cumple esa función con una precisión quirúrgica:

  • Es rico.
  • Es muy rico.
  • No solo es rico, sino que se le nota.
  • No habla mucho en público, por lo que todos pueden proyectar en él lo que deseen.
  • Viste sencillo, lo cual es interpretado como “humildad falsa”.
  • Vive en Galicia, lo cual añade una aureola de misterio húmedo.

Para Futuro Vegetal, que Ortega done 11,2 millones a un hospital es equivalente a que Drácula done sangre a un banco de transfusiones:

“Sí, te ayuda hoy. Pero mañana seguirá siendo un vampiro.”

Lo que no se menciona es que, en el caso de Drácula, la sangre la quiere para él, mientras que Ortega se la está dando a un hospital, que precisamente es donde se necesita.
Pero quizá ese detalle es considerado accesorio en la dialéctica antiempresarial contemporánea.

El rol de la moralización digital

Vivimos en una época donde la aprobación moral se negocia en tiempo real dentro de plataformas digitales. Esto implica que no importa tanto el impacto real de un acto como su interpretación social inmediata.

  • Una donación millonaria a un hospital que trata lesiones medulares → Sospechosa.
  • Subirse a la fachada de un Burger King con pancartas → Heroico.

El valor no reside en el hecho, sino en el ángulo narrativo.

Así lo explica Tulipán Sin Dueño, doctor en Sociología Creative Commons:

“La política contemporánea no busca resolver problemas, sino representarlos emocionalmente.
Los colectivos no persiguen resultados, persiguen sensación de resultado.”

Desde esa perspectiva, tiene sentido que Futuro Vegetal prefiera generar reacciones virales antes que generar alternativas técnicas de producción agrícola sostenible, que es algo muy difícil, requiere décadas y no se puede explicar en un reel de 12 segundos.

La trampa del capitalismo emocional

Otra dimensión clave es la insistencia de Futuro Vegetal en que “la riqueza no se crea, solo se roba”.
Esto resulta problemático porque, si fuera cierto, la humanidad seguiría viviendo en cuevas.

El enfoque ignora o niega:

  • El proceso empresarial.
  • La innovación logística.
  • La ingeniería técnica.
  • La coordinación laboral.
  • La inversión a riesgo.

Es decir, todo lo que convierte una idea en una fábrica y una fábrica en una cadena global.

Pero su narrativa es más sencilla:

“Lo tiene él porque te lo quitó.”

Esto, aunque intelectualmente frágil, es comunicativamente potentísimo.
Es fácil de memorizar, fácil de repetir y —lo más importante— produce indignación, que es la gasolina del engagement.

El hospital: intentando seguir con su día normal

Mientras tanto, en Toledo, el Hospital Nacional de Parapléjicos continúa intentando trabajar entre respiraciones profundas.

Médicos consultados —que pidieron permanecer en el anonimato para no despertar hordas vegetales en la puerta— confirmaron que la donación permitirá:

  • Modernizar sistemas de rehabilitación neuromotriz.
  • Mejorar equipamiento de terapia robótica asistida.
  • Ampliar plazas de atención para pacientes severos.
  • Incorporar tecnología de estimulación funcional avanzada.

Cuando se le preguntó a un fisioterapeuta qué opinaba del debate ideológico, respondió:

“Yo lo que quiero es que mis pacientes vuelvan a mover las manos.
A partir de ahí, que discutan lo que quieran.”

¿Por qué no dona Futuro Vegetal?

Esta es una pregunta incómoda pero legítima.

Si consideran tan injusto que otros acumulen dinero, y si desean una mejor sociedad, ¿por qué no generan ellos recursos suficientes para financiar todo lo que desean cambiar?

La respuesta habitual:

“No estamos aquí para sostener el sistema, sino para derrocarlo.”

Pero los historiales fiscales del colectivo sí reflejan algo interesante:
Aceptan subvenciones públicas.

Ese dinero, curiosamente:

  • Proviene del Estado.
  • Que recauda impuestos.
  • En una economía productiva.
  • Que incluye empresas.
  • Entre ellas, Inditex.

Por lo tanto, parte del dinero que sustenta sus acciones ya procede indirectamente del propio Ortega.

Este detalle no suele mencionarse en los hilos de X / Twitter porque la paradoja es enemiga de la épica.

La épica del martirio sin consecuencia

Uno de los grandes valores simbólicos del activismo contemporáneo es la imagen de sacrificio, pero un sacrificio cuidadosamente calibrado para que duela lo justo.

Por ejemplo:

  • Encadenarse a una valla, pero con un sistema de liberación rápida.
  • Hacer huelga de hambre, pero solo los martes.
  • Oponerse al capitalismo, pero usando iPhone, Instagram y TikTok para comunicarlo.

Es decir:
Ser mártir, pero sin pasarse.

Este modelo tiene ventajas:

  • Genera atención.
  • Produce admiración si se comunica bien.
  • No implica riesgo vital real.

Sin embargo, tiene un inconveniente grave:

  • No soluciona nada.

El Norte perdido: la política que solo existe en las redes

El problema de fondo es que gran parte del activismo moderno no está orientado a modificar estructuras materiales, sino percepciones simbólicas.

Se lucha por gestos, no por sistemas.
Se combate por titulares, no por leyes.
Se milita por sensaciones, no por mecanismos institucionales.

Y en ese contexto, la donación de Amancio Ortega es devastadora.

¿Por qué?

Porque soluciona algo.
Literalmente.
Materialmente.
Verificablemente.

Y eso, para quienes basan su influencia en decir que nadie está solucionando nada, es una amenaza existencial.

Epílogo: el pastel que nunca llega

Así, al final, todo vuelve a la metáfora culinaria con la que comenzó el debate:

“Amancio se está comiendo tu parte del pastel.”

Pero para que exista un pastel, alguien tiene que:

  • Sembrar el trigo.
  • Cosecharlo.
  • Molerlo.
  • Transportarlo.
  • Venderlo.
  • Elaborarlo.
  • Hornearlo.
  • Distribuirlo.
  • Ofrecerlo.

Futuro Vegetal, por su parte, solo exige la porción.
Sin cocinar.
Sin platos.
Sin mantequilla.
Sin horno.
Sin receta.

Con la convicción absoluta de que pedir es producir.


Y por eso, por mucho que griten, protesten, escriban, se peguen, se graben, se autoetiqueten, declaren, lloren, reciten o coreen consignas frente a monumentos históricos:

Futuro Vegetal no verá ni un duro de Inditex.

¿Tienes un rumor?

Mándalo directo a nuestra Papelera.
📩 ¡Envíalo aquí!
papelera@diario-asdf.com

La cosa esta de la semana

«En un mundo donde todos toman la vida demasiado en serio, el Diario ASDF nos recuerda que apretar fuerte los dientes es la mejor forma de mantener la cordura.»

~ Atribuida a un anónimo lector del Diario ASDF, siglo XIV.

Entradas Destacadas