Vandalismo de Ione y Montero

Menorca amaneció esta semana con una historia digna de una tragicomedia mediterránea. Lo que comenzó como una acción simbólica de reivindicación progresista terminó convirtiéndose en una odisea absurda con final inesperado. Dos de las figuras más reconocibles del espacio político de la izquierda española, Irene Montero e Ione Belarra, decidieron inmortalizar su paso por la isla con un acto de lo que ellas llamaron “intervención cultural”. La herramienta: un bote de spray. El lienzo: un humilde retrete público junto a una cala menorquina. El mensaje: “Menorca Antifa y Antirracista”.

Hasta aquí, podría parecer la típica anécdota veraniega. Pero como suele pasar cuando la política se mezcla con la improvisación y las vacaciones, la cosa se torció. Y mucho.


El retrete como templo revolucionario

Según testigos, Montero y Belarra habían pasado la tarde discutiendo cómo dejar una huella histórica en la isla. Algunas opciones se pusieron sobre la mesa: montar un círculo de lectura feminista en la arena, organizar un mitin improvisado en el chiringuito o incluso convencer a los pescadores de Sant Lluís de que adoptaran lenguaje inclusivo en sus redes de pesca.

Pero nada parecía lo bastante contundente… hasta que apareció el baño público de la cala. Allí, reluciendo bajo el sol balear, estaba el retrete perfecto para una consigna política. “Es el símbolo de la opresión heteropatriarcal”, habría dicho Irene, mientras Ione asentía y sacaba el spray.

Con trazos torpes pero entusiastas, pintaron en la tapa y en la pared lateral la frase “Menorca Antifa y Antirracista”. Los turistas que hacían cola no sabían si estaban presenciando un acto de protesta, una performance de arte contemporáneo o simplemente un episodio de vergüenza ajena internacional.


La indignación de los menorquines

El problema llegó cuando los vecinos de la isla se enteraron. No por la pintada en sí, sino porque el retrete elegido tenía una relevancia histórica inesperada: era un WC centenario, restaurado con fondos europeos, considerado patrimonio local bajo la denominación de “Retret Patrimonial de Cala Pudent”.

“Nos han mancillado el orgullo de Menorca”, declaró indignado un concejal del pueblo, mientras enseñaba fotos del retrete en cuestión, que había sido objeto de varios reportajes turísticos como “el baño con las mejores vistas del Mediterráneo”.

La indignación corrió como la pólvora. Para muchos menorquines, Montero y Belarra no habían dejado un mensaje político: habían profanado un lugar sagrado.


El giro trágico: atrapadas en el retrete

La historia, sin embargo, no se quedó en la anécdota pintoresca. Según informan varios medios locales, tras terminar su pintada, las dos dirigentes intentaron hacer uso del retrete para coronar la acción simbólica. Pero la estructura, resentida por el calor del verano y los retoques de pintura fresca, se atascó.

En cuestión de segundos, las dos quedaron atrapadas en el habitáculo. Los testigos aseguran que los gritos de “¡Patriarcado, suéltanos!” podían oírse desde la playa entera.

Los bomberos acudieron con rapidez, pero la cosa se complicó: al intentar forzar la puerta, una tubería reventó, desatando una cascada de aguas fecales que arrastró a ambas políticas hacia el mar. El episodio fue descrito por la prensa local como “un carnaval de espuma marrón que ni las Fallas hubieran soñado”.


El final que nadie esperaba

La corriente, combinada con el peso del retrete desprendido, arrastró a Montero y Belarra varios metros mar adentro. A pesar de los intentos de los socorristas, ambas fueron declaradas desaparecidas poco después del atardecer.

Un pescador local, aún conmocionado, describió la escena final:
“Lo último que vi fue la tapa del váter flotando en el horizonte, como una especie de barca fúnebre. Encima de ella, escrito en spray, se leía ‘Menorca Antifa y Antirracista’. Fue poético y a la vez trágico. Algo así como una metáfora del gobierno de coalición.”


Reacciones en España

Las reacciones no se hicieron esperar. Pablo Iglesias declaró que aquello era “una prueba de que el sistema se defiende incluso con retretes”. Yolanda Díaz, más pragmática, pidió una comisión de investigación en el Congreso para aclarar si el baño cumplía las medidas de seguridad laboral.

Mientras tanto, la alcaldía de Menorca ya ha propuesto erigir un pequeño monumento en la cala: un retrete de bronce con una inscripción que diga “Aquí terminaron sus vacaciones dos políticas y comenzó una leyenda”.


Epílogo: la ironía mediterránea

La historia de Montero y Belarra en Menorca pasará sin duda a los anales —y nunca mejor dicho— de la sátira política española. Lo que empezó como un acto de reivindicación terminó en tragedia bañada en surrealismo.

Y mientras el retrete, ya restaurado, sigue recibiendo visitantes de toda Europa, los lugareños comentan con sorna:
“Al final tenían razón: Menorca sí es antifa y antirracista… pero también antirretruco y antipintada barata.”

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