València, 16 de octubre de 2025 — Diario ASDF.
El diputado de Compromís, Juan Bordera, regresó este miércoles a Les Corts Valencianes tras su periplo en la flotilla humanitaria que navegaba hacia Gaza. Su aparición en el hemiciclo, aún con el mareo de alta mar y el brillo heroico de quien ha visto demasiados atunes pasar, fue recibida con aplausos tibios, comentarios incómodos y una atmósfera tan confusa que, por momentos, más que una sesión parlamentaria parecía el reencuentro de una telenovela grabada en el Mediterráneo.
Porque si algo caracteriza a la política valenciana, es que incluso en los momentos solemnes, se las apaña para mantener el tono de verbena con chiringuito incluido.
Y esta vez, no decepcionó.
Un regreso con olor a sal y titulares
Bordera, con barba crecida y un semblante digno de documental de La 2, tomó asiento en su escaño mientras varios diputados le preguntaban —entre la curiosidad y el morbo— si había visto delfines, si comían bien en el barco y si la WiFi llegaba hasta Palestina.
El diputado, todavía con la mirada fija en un punto del horizonte imaginario, respondió con solemnidad:
“He visto la injusticia con mis propios ojos. Pero también, a un compañero vomitar sobre la bandera de la ONU por culpa del balanceo.”
El comentario fue recogido por varios medios, que en cuestión de horas lo convirtieron en titular de portada. Según el Diario de Castellón, Bordera “denunció las condiciones inhumanas del viaje”, aunque según el Periódico del Mediterráneo, “lo que denunció fue la paella del primer día, que no cuajó bien”.
En cualquier caso, el diputado había vuelto, y con él, un nuevo capítulo de esa serie sin fin llamada política valenciana.
La frase desafortunada (o cómo no empezar un Pleno)
Pero el momento más sonado de la jornada llegó cuando, durante el saludo inicial, un diputado del Partido Popular —cuyo nombre el Diario ASDF decide no publicar, por respeto a su familia y a los lectores— se acercó a Bordera con un comentario que ha pasado ya al panteón de las frases más innecesarias jamás pronunciadas en una institución democrática.
Con sonrisa de bar de carretera y tono entre la broma y la barbaridad, le soltó:
“¡Hombre, Bordera! Te veo más hinchado que el ego de un influencer en Auschwitzlandia.”
El silencio posterior fue tan espeso que se podía cortar con una cuchara de helado. Algunos no entendieron si se trataba de humor negro, ironía o un intento de sociología improvisada. Otros directamente pensaron que se había pasado tres pueblos y medio.
Bordera, por su parte, respiró hondo y respondió con una calma que rozó la iluminación:
“No sé si ha intentado insultarme o invitarme a cenar, pero en ambos casos, no acepto.”
Aplausos, murmullos y caras de póker llenaron el hemiciclo. El presidente de la cámara, con esa diplomacia tan valenciana que consiste en fingir que nada ha pasado mientras suena la mascletà de fondo, intentó retomar el orden recordando a los presentes “la importancia de mantener el decoro institucional, incluso cuando uno se cree cómico de monólogo”.
La prensa internacional no entiende nada
El incidente no tardó en cruzar fronteras.
Varios medios extranjeros recogieron la noticia con titulares que oscilaban entre la sorpresa y la confusión.
El The Guardian tituló: “Spanish MP returns from Gaza, greeted with surreal joke about Auschwitz theme park”.
Mientras tanto, Le Monde publicó: “Valence: un député revient d’une mission humanitaire et découvre que le parlement est une performance artistique”.
En Alemania, Die Zeit optó por la literalidad germánica: “Politiker kehrt zurück und bekommt Unsinn zu hören”.
En resumen: nadie entendió muy bien qué estaba pasando, pero todos coincidieron en que la política española volvía a superar a la ficción.
Los grupos parlamentarios reaccionan (más o menos)
El grupo de Compromís defendió a su diputado con firmeza. En un comunicado redactado con la seriedad de un discurso del Día de la Comunitat, señalaron que “la falta de empatía mostrada por algunos diputados no hace sino reforzar nuestro compromiso con los derechos humanos, la causa palestina y el derecho a navegar sin que te confundan con un crucero pirata”.
Por su parte, el PP trató de minimizar el asunto alegando que el diputado en cuestión “solo intentaba romper el hielo” y que “en ningún momento quiso ofender a nadie, salvo quizá a la gramática y al sentido común”.
Desde el PSPV, los socialistas pidieron prudencia y reclamaron que se “rebaje la tensión”. Una portavoz resumió su postura con claridad:
“Estamos en un momento en que cualquier frase fuera de contexto puede parecer fascista. Aunque, siendo sinceros, a veces lo es incluso dentro del contexto.”
Mientras tanto, Vox aprovechó para pedir que se prohíban “los viajes de diputados en barcos de ideología dudosa”, argumentando que “eso no es política exterior, es turismo solidario subvencionado”.
La ciudadanía, dividida entre el aplauso y el meme
En las redes sociales, el regreso de Bordera generó una avalancha de comentarios, memes y debates.
En X (antiguamente Twitter, actualmente “la app donde todo es bronca”), los usuarios se enzarzaron en discusiones interminables.
Un tuitero escribió:
“Bordera es el Che Guevara de los ferrys. Sale en todas las fotos con viento heroico.”
Otro, más escéptico, comentó:
“Si Compromís sigue mandando barcos a Gaza, al final van a montar una naviera propia.”
Mientras tanto, el vídeo del comentario del diputado del PP superó las 3 millones de visualizaciones en apenas 24 horas.
Una cuenta de humor resumió la escena con precisión quirúrgica:
“Les Corts: donde los dramas internacionales se mezclan con chistes de barra de bar.”
Los expertos opinan (aunque nadie lo pidió)
Para entender la dimensión del suceso, el Diario ASDF consultó a varios expertos en comunicación política, ética parlamentaria y humor con mal timing.
El profesor Ernesto Vila, especialista en retórica política, explicó:
“El problema no es que haya humor en política. El problema es que los políticos creen que son graciosos. Y eso es más peligroso que una moción de censura sin avisar.”
Por su parte, la socióloga Marta de Almenara añadió:
“Vivimos en una época donde cualquier comentario puede ser ofensivo… y al mismo tiempo, cualquier ofensa se disfraza de humor. Lo único que no se disfraza ya es la falta de inteligencia.”
El humorista Toni Claramunt, conocido por su sátira política en la tele autonómica, defendió el derecho a equivocarse:
“En la Comunitat Valenciana somos de soltar cosas sin pensar. Lo hacemos con el arroz, con las mascletàs y con las frases en el parlamento. Lo importante es pedir perdón antes de que se viralice.”
El diputado reflexiona: “El mar me enseñó a callar más”
Al final del día, Bordera concedió una breve declaración a los medios en el pasillo de Les Corts, donde resumió su estado de ánimo entre la serenidad y la fatiga.
“He visto cosas duras. He visto niños sin refugio, familias sin agua, y diputados sin filtro. Pero sigo creyendo en el diálogo. Aunque a veces, preferiría volver al barco.”
Tras la frase, se despidió discretamente y salió del edificio con paso lento, como quien aún no ha terminado de decidir si el verdadero peligro estaba en Gaza o en el hemiciclo valenciano.
Epílogo: la política como tragicomedia mediterránea
El incidente ha abierto un debate más amplio sobre el tono de la política en España y el uso del humor en instituciones públicas.
Mientras algunos reclaman más solemnidad y respeto, otros defienden la espontaneidad, recordando que “si no se puede hacer una broma en el parlamento, ¿dónde, en la ITV?”.
El Diario ASDF, fiel a su vocación de analizar lo absurdo con seriedad, concluye que la política valenciana no necesita guionistas. Ya los tiene, y cobran un sueldo público.
Y mientras los titulares giran en torno a lo dicho, lo ofendido y lo explicado, el mar sigue ahí, silencioso, recordando que a veces la distancia entre un acto heroico y un chiste desafortunado se mide en un solo escaño.
Última hora
Fuentes internas confirman que el diputado del PP implicado está considerando asistir a un curso de “Comunicación empática y límites del humor”, organizado por la propia cámara autonómica.
El curso, de tres sesiones, incluye talleres prácticos con títulos tan sugerentes como “Aprender a pensar antes de hablar” y “Metáforas históricas que es mejor dejar en el cajón”.
Mientras tanto, Bordera prepara una charla titulada “Lo que aprendí en alta mar y lo que olvidé en Les Corts”, en la que promete relatar los detalles más surrealistas de su travesía, siempre “con respeto, ironía y un poco de biodramina”.
Conclusión
Al final, lo ocurrido en Les Corts no es solo un incidente aislado. Es un retrato fiel de una política que, entre el exceso de solemnidad y la falta de sentido común, ha convertido el humor en arma y en refugio.
Bordera volvió de una misión humanitaria dispuesto a hablar de justicia global, y terminó protagonizando un episodio local de tragicomedia institucional.
Pero quizás, como diría un viejo marino, “todo viaje enseña algo, incluso cuando el destino final es el absurdo”.
