Madrid — España amaneció hoy con una sobrecarga simbólica difícil de digerir incluso para un país acostumbrado a convivir con la ironía histórica: el 50 aniversario de la muerte del dictador Francisco Franco y la publicación de la sentencia que condena al Fiscal General del Estado por la filtración de correos vinculados al entorno de Ayuso. Una coincidencia temporal que cualquiera con sentido común interpretaría como fruto del puro azar… pero que para los sectores más conspiranoicos del país es la prueba definitiva de que “algo muy gordo se está moviendo”.
Las redes, los tertulianos, los opinadores de guardia y los canales de Telegram dedicados profesionalmente a generar angustia política sin descanso han entrado en erupción, elaborando todo tipo de teorías que compiten entre sí por ver cuál parece más elaborada, más inquietante y más difícil de demostrar.
Y entre todas las narrativas posibles, dos ideas dominan el ecosistema conspirativo del día: que el Fiscal General ha sido condenado “sin una sola prueba real” y que esta coincidencia en la fecha forma parte de un “golpe de Estado judicial silencioso” contra Pedro Sánchez, perfectamente sincronizado con el aniversario de la muerte del dictador para “enviar un mensaje”.
La realidad, evidentemente, es otra. Pero la realidad hace tiempo que no dirige el debate público en España.
“Le han condenado sin pruebas, como en las peores épocas”, asegura gente sin acceso al sumario
Una de las teorías que más fuerza ha tomado en las últimas horas sostiene que todo el proceso judicial contra el Fiscal General ha sido “una operación política encubierta” sin fundamento probatorio.
En múltiples hilos virales puede leerse, con absoluta convicción, frases como:
- “No han aportado ninguna prueba directa, cero, nada.”
- “Esto está judicialmente vacío, pero mediáticamente lleno.”
- “Quieren manchar al Gobierno condenando a su máximo representante jurídico.”
Especialmente llamativa es la seguridad con la que muchos difunden estas afirmaciones pese a no haber visto jamás un sumario, un auto, una declaración o siquiera un resumen jurídico. Pero eso no importa. En la lógica conspirativa, cuanto menos se sabe, más claro está todo.
Un conocido creador de contenido político publicó un vídeo afirmando que “las pruebas no existen, solo las narrativas”, frase que muchos seguidores interpretaron como una revelación profunda. La realidad es que la dijo mientras buscaba en Google “qué es una prueba judicial”.
Otro opinador añadió:
“Si hubiera pruebas, estarían en TikTok. Como no están, no existen.”
La derecha ultra: “Golpe simbólico al franquismo y golpe real al Gobierno”
Desde sectores de extrema derecha, la coincidencia entre la efeméride franquista y la condena del Fiscal General se interpreta como un doble ataque: por un lado, “una burla histórica al recuerdo del Caudillo”; por otro, “una maniobra para dinamitar al Gobierno”.
Según estos grupos, los jueces “han elegido esta fecha con intención de marcar un antes y un después”. Cuando se les recuerda que los jueces no suelen sincronizar sentencias con efemérides históricas, la respuesta típica es:
“¿Y tú qué sabes de lo que hacen realmente?”
Para muchos de ellos, la coincidencia no solo no es casual, sino que confirma que “el espíritu de la Transición está muerto”. Esta idea ha dado pie a explicaciones que ya rozan la poesía incomprensible:
“Hoy muere Franco por segunda vez y muere también el Estado de Derecho”.
La izquierda conspirativa: “Golpe de Estado judicial contra Sánchez”
En la otra orilla ideológica, la narrativa es igual de conspiranoica pero con los roles invertidos. Lo que para los unos es un ataque simbólico al franquismo, para los otros es un ataque directo al Gobierno de Pedro Sánchez.
La teoría dominante sostiene que la sentencia no solo está politizada, sino que constituye un intento de “desestabilización institucional planificada”. Palabras mayores que se pronuncian con absoluta seriedad en podcasts de sobremesa.
Según esta corriente, la secuencia es clara:
- Se busca debilitar al Fiscal General, pieza clave del Ejecutivo.
- Se genera ruido, aprovechando la coincidencia con una fecha histórica.
- Se construye un clima de desconfianza institucional.
- Se erosiona al presidente, para forzar una crisis gubernamental.
Y todo ello bajo un mismo paraguas conceptual:
“Esto es un golpe de Estado judicial de libro.”
Un diputado particularmente dado a la retórica dramática declaró, mirando a cámara con gesto grave:
“Quien no vea que estamos ante un golpe judicial es porque ya forma parte de él.”
La frase se viralizó de inmediato, generando a su vez hilos conspiranoicos analizándola como si fuera un mensaje codificado.
La “alianza oculta de las élites”: teoría favorita en redes
En medio de este caos interpretativo, ha surgido una explicación que parece firmada por un guionista aficionado a los mapas con chinchetas rojas: la teoría de la “alianza oculta de élites judiciales, económicas y mediáticas”, cuyo objetivo sería “recolocar el tablero político español” usando la condena del Fiscal General como detonante.
Esta teoría afirma que:
- Los medios “filtran lo que interesa”.
- La judicatura “actúa cuando conviene”.
- Y el calendario “nunca es casual”.
Todo ello sin aportar prueba alguna, pero con un nivel de firmeza que hace que cualquiera que pregunte por evidencias sea inmediatamente acusado de “no querer ver la verdad”.
Uno de los mensajes más compartidos hoy en X/Twitter dice:
“No hay pruebas porque lo han hecho demasiado bien.”
La lógica invertida se ha convertido en un género literario en sí mismo.
“Esto está planificado desde hace años”, aseguran los cronistas del vacío
Como era de esperar, muchos comentaristas proclaman que la coincidencia de fechas forma parte de una estrategia diseñada hace décadas. “Alguien movió esta ficha en 2018”, dijo un tertuliano sin pestañear, como si pudiera afirmarse con naturalidad que las sentencias judiciales se programan con seis años de antelación.
Otro analista añadió:
“España funciona en ciclos históricos de 50 años. Esto no es un día cualquiera: es el cierre de una era.”
No ofreció datos, ni contexto, ni referencias. Pero lo dijo con tanta seguridad que varios espectadores asumieron que tenía razón.
Los expertos reales intentan intervenir, pero nadie les escucha
Juristas, profesores de derecho y especialistas en historia reciente han intentado poner orden en esta jungla narrativa, explicando que:
- Las sentencias se notifican cuando están finalizadas.
- El aniversario de Franco no forma parte del calendario judicial.
- No existe ninguna señal empírica de un golpe de Estado judicial.
- Sí existen pruebas documentales en el proceso, aunque a algunos no les gusten.
Pero los expertos tienen un problema: la conspiranoia es más entretenida que la realidad.
Un catedrático de Derecho Constitucional confesó:
“Llevamos semanas intentando explicar que los jueces no funcionan con mensajes ocultos ni coordenadas simbólicas. Pero si la gente prefiere creerlo, poco podemos hacer.”
La ciudadanía: entre el meme y la sospecha
A pie de calle, la mezcla de escepticismo y humor negro es total.
Un chico en Chamberí comentaba a sus amigos:
“A ver, igual no es un golpe de Estado judicial, pero da para meme. Y con eso ya me vale.”
En Vallecas, una mujer decía:
“Todo lo que pasa en este país parece un capítulo de una serie que no sé si quiero seguir viendo.”
Y en una terraza de Sevilla, un hombre resumió el sentir general:
“Antes la gente desconfiaba, pero ahora ya parte de que todo es un plan. España se ha convertido en una novela de espías escrita a toda prisa.”
La narrativa definitiva: España, tierra fértil para los relatos imposibles
La coincidencia entre la condena del Fiscal General y el aniversario de la muerte de Franco ha provocado una tormenta perfecta para quienes viven en la frontera entre la política y la ficción.
Para unos, es la prueba de que “al Fiscal lo han condenado sin pruebas”.
Para otros, es el capítulo 1 de un “golpe de Estado judicial contra Sánchez”.
Para los más creativos, es un ritual simbólico diseñado para “cerrar ciclos históricos”.
Para los tertulianos, es contenido para tres semanas.
Y para la mayoría, simplemente, otro episodio más de la tragicomedia española.
Y es que, como ya es habitual, lo ocurrido hoy no dice tanto de la política como del país que la observa.
Un país donde todo es sospechoso.
Donde nada puede ser casual.
Donde la duda es más atractiva que el hecho.
Y donde las teorías conspirativas, cuanto más absurdas, más posibilidades tienen de imponerse.
Porque si algo ha quedado claro este 20 de noviembre es lo siguiente:
En España, las coincidencias no existen; existen las interpretaciones.
Y cuantas más, mejor.
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