Diario ASDF — Edición Especial
En un nuevo giro de la ya enrevesada narrativa político-mediática española, fuentes simbólicas, metafóricas y absolutamente no biológicas confirmaron este martes que al Fiscal General del Estado “lo han matado civilmente”. Así lo ha afirmado Ione Belarra, quien ha soltado una frase que ha resonado como un misil discursivo: “La derecha judicial y mediática asesina civilmente al Fiscal General del Estado para tapar la corrupción de Ayuso y su novio. Puro golpismo judicial. Basta ya. ¿Qué más tiene que pasar para que el PSOE renueve el CGPJ con la mayoría democrática y plurinacional?”
La derecha judicial y mediática asesina civilmente al Fiscal General del Estado para tapar la corrupción de Ayuso y su novio. Puro golpismo judicial. Basta ya. ¿Qué más tiene que pasar para que el PSOE renueve el CGPJ con la mayoría democrática y plurinacional?
La acusación, que mezcla imaginería bélica, denuncia institucional y una capa de épica dramática digna de la radio de madrugada, ha reactivado un debate que España nunca se atreve a afrontar del todo: ¿cuántas veces puede matar uno civilmente a un funcionario sin que deje de ser metafórico?
Un magnicidio… administrativo
Desde la publicación del comentario, numerosos expertos en Derecho Metafórico, Derecho Dramático y Derecho del Qué-Fuerte-Todo han intervenido en tertulias televisivas para determinar si realmente se puede considerar “asesinato civil” una sucesión de portadas, editoriales, filtraciones y sentencias.
“Por supuesto que se puede”, afirma el catedrático de Derecho Imaginario, Rogelio Párrafo, en declaraciones al Diario ASDF. “El asesinato civil es más limpio, más silencioso y requiere menos trámites sanitarios. Básicamente consiste en convertir a alguien en políticamente muerto sin necesidad de que deje de estar vivo. España tiene escuela en esto”.
El caso del Fiscal General del Estado, que en los últimos días ha sido objeto de una condena que ha desatado un terremoto político, ha servido como perfecto telón para que las distintas familias ideológicas se lancen una vez más al barro con el entusiasmo deportivo habitual.
Belarra desata la tormenta: un comentario, diez horas de tertulia
El comentario de Ione Belarra se difundió en redes sociales con la velocidad típica de un incendio en un descampado lleno de gasolina y tertulianos. En menos de cinco minutos ya existían:
- 24 titulares interpretándolo de manera contradictoria.
- 68 hilos de análisis en los que se discutía si “asesinato civil” es legal, ilegal o un posible título de serie de Netflix.
- 3.200 memes, incluyendo uno que representaba al Fiscal General como un personaje de videojuego con la barra de vida vacía.
- Dos entrevistas a expertos falsos creados mediante inteligencia artificial pero que, según las encuestas, parecían más creíbles que los reales.
“Lo que ha dicho Belarra no se había dicho nunca así, aunque ya se había insinuado muchas veces de manera parecida, pero sin ese dramatismo de novela gótica”, comenta un politólogo que prefiere permanecer en el anonimato porque, según asegura, “si doy mi nombre me rifan para tertulia y yo solo quiero dormir”.
La derecha judicial y mediática responde: “nosotros no matamos, solo opinamos muy fuerte”
Las asociaciones conservadoras del mundo jurídico y mediático han emitido un comunicado conjunto en el que niegan tajantemente estar implicadas en ningún asesinato, ni civil ni metafórico.
“Nosotros no matamos a nadie. Solo opinamos muy fuerte, con contundencia, a veces con cierta épica romana, pero nada más”, afirmaba el portavoz, quien llegó a la rueda de prensa acompañado de un grupo de columnistas portando plumas estilográficas como si fueran lanzas ceremoniales. “Un profesional puede criticar con tanta dureza que al criticado le den ganas de desaparecer, pero eso no es un crimen, es un servicio público”.
Ayuso y su novio, otra vez en el centro del huracán involuntario
Belarra mencionó en su comentario la “corrupción de Ayuso y su novio”, algo que de inmediato reactivó un bloque informativo paralelo: el que aparece cada vez que se pronuncia la palabra “novio” en la misma frase que “Ayuso”.
Desde el entorno de la presidenta madrileña han respondido que esta referencia es una “obsesión injustificada” y que “la izquierda está utilizando la palabra ‘novio’ como si fuera un concepto marxista-leninista”.
Mientras tanto, el presunto interés político en que la atención no se centre en ese caso concreto —sino en la supuesta caída civil del Fiscal General— ha alimentado una conspiración informativa que se expande más rápido que un pack de titulares sobre okupas.
El PSOE, atrapado en el tablero
Belarra terminó su comentario con una pregunta incisiva: “¿Qué más tiene que pasar para que el PSOE renueve el CGPJ con la mayoría democrática y plurinacional?”
Una pregunta que incomoda al partido del Gobierno, ya acostumbrado a recibir presiones de todos los ángulos posibles: desde la derecha, desde la izquierda, desde la mesa del Consejo de Ministros, desde los martes y desde el calendario lunar.
Fuentes socialistas consultadas por el Diario ASDF explican que “ya se está trabajando en ello, en el sentido más amplio y dilatado de la expresión ‘trabajando en ello’”. También aseguran que renovar el CGPJ “es una prioridad tan alta que requiere tiempo, reflexión y un par de cafés con calma”, lo que en su jerga interna significa que no va a pasar inmediatamente.
¿Golpismo judicial o metáfora descontrolada?
La frase de Belarra, que incluye la expresión “puro golpismo judicial”, ha generado otra nube de expertos analizando si el adjetivo “golpista” se está usando más de lo que recomiendan las instituciones semánticas internacionales.
El Consejo Supremo de Palabras Usadas en Exceso, un organismo que no existe pero que debería existir, ha publicado un informe preliminar en el que recomienda que España reduzca el uso de la palabra “golpe” a un máximo de tres veces por semana para evitar su desgaste. “Este país tiene un problema serio con las metáforas bélicas. Se nos están acabando”, alertan.
Un país que ya ha vivido demasiadas muertes simbólicas
El supuesto “asesinato civil” del Fiscal General del Estado se suma a una larga tradición española: políticos, jueces, ministros y hasta seleccionadores de fútbol que han sido “muertos” simbólicamente varias veces sin dejar de estar vivos nunca.
Según un estudio ficticio del Instituto de Estadísticas Dramáticas, la persona promedio en la vida pública española recibe, a lo largo de su carrera, entre 12 y 17 muertes simbólicas, que incluyen:
- “Muerte política”.
- “Muerte mediática”.
- “Muerte administrativa”.
- “Muerte fiscal”, aunque esta suele coincidir con la campaña de renta.
- Y la más avanzada: “muerte de tertulia”, que ocurre cuando un invitado queda sin frase final y el presentador pasa a publicidad.
El Fiscal General, en este sentido, no estaría viviendo un episodio excepcional, sino simplemente una ejecución civil especialmente sonora.
El CGPJ, ese never-ending story
El Consejo General del Poder Judicial, cuya renovación sigue bloqueada desde antes de que existieran muchas plataformas de streaming, vuelve a convertirse en la excusa perfecta para una crisis institucional con tensión añadida.
Belarra plantea que el PSOE debería renovarlo “con la mayoría democrática y plurinacional”, un concepto que, según fuentes jurídicas consultadas, “no se sabe bien qué significa, pero suena a algo que generaría muchas tertulias y probablemente un editorial enfadado”.
Mientras tanto, el CGPJ sigue atrapado en un limbo institucional, convertido en una especie de presidente vitalicio de sí mismo. “Estamos ya en modo exposición permanente”, confiesa un vocal. “En breve abrimos para visitas guiadas”.
Conclusión: España vuelve a ser España
Lo sucedido en las últimas horas confirma que el ecosistema político-mediático español tiene una gran capacidad para convertir cualquier hecho jurídico en un duelo épico. La “muerte civil” del Fiscal General —que insiste en estar vivo, trabajar y seguir respirando— es solo el último ejemplo de esta tradición nacional.
España, con su costumbre de convertir metáforas en titulares y titulares en guerras semánticas, ha vuelto a encontrar en este episodio la oportunidad perfecta para discutir de todo menos del tema concreto. El debate seguirá, las metáforas se estirarán como chicle y, probablemente, hoy mismo algún portavoz vuelva a dar por muerto a alguien de forma simbólica.
Porque en este país, si no hay dramatismo, si no hay épica, si no hay exclamación, si no hay tragedia… no se entiende la política.
