La magistrada declara no tener competencia para proteger al menor, dejando el caso en manos del limbo jurídico y aumentando la confusión en torno a la tutela de los derechos infantiles.
En una nueva entrega de La justicia creativa al servicio de nadie, la jueza de violencia de género encargada del caso de Juana Rivas ha decidido rechazar de plano la petición de asumir la protección del hijo menor de esta madre, quien lleva años protagonizando un drama judicial digno de una telenovela de horario estelar. ¿La razón? Según fuentes cercanas al juzgado, la jueza “no se considera competente” para abordar este tipo de responsabilidades. Al parecer, proteger a un menor no entra dentro del paquete básico de tareas de un tribunal de violencia de género.
“Estamos hablando de violencia de género, no de violencia genérica”, habría dicho la jueza entre risas y sorbos de un café que, según testigos, estaba amargo. “No somos una agencia de niñeras ni un bufete de resoluciones familiares. Esto es un juzgado serio, no un servicio multitasking”, añadió con tono categórico, mientras todos los presentes asentían como si entendieran la lógica detrás de su argumento.
Competencias a la carta
En un giro inesperado, la jueza explicó que, aunque la ley establece que los juzgados de violencia de género tienen la facultad de asumir medidas de protección cuando hay menores en situación de riesgo, ella prefiere dejar ese “detalle” a otro tribunal. “Si empezamos a hacernos cargo de todo, ¿dónde queda el equilibrio de poderes? No puedo estar aquí resolviendo cada problema que me pongan en la mesa como si fuera un sudoku jurídico”, declaró.
Cuando se le preguntó si no temía que su decisión pudiera interpretarse como un desamparo institucional, la jueza contestó con sorna: “Mire, la ley es como una pizza: cada cual se queda con la porción que más le gusta. Hoy no me apetece ‘extra queso’ de menores”.
El menor, en un limbo judicial patrocinado por Kafka
Mientras tanto, el hijo de Juana Rivas continúa en una situación de incertidumbre que ni el propio Franz Kafka habría logrado imaginar en sus peores días de bloqueo creativo. Entre la falta de coordinación judicial y la aparente alergia de algunos jueces a las decisiones complicadas, el niño se ha convertido en una pelota de ping-pong burocrático.
“Es fascinante ver cómo la justicia española puede rechazar responsabilidades con la misma rapidez con la que te ponen una multa por aparcar mal”, comenta un abogado especialista en derecho familiar. “En este caso, parece que los derechos del menor son como un folio en blanco: todos dicen que tienen algo que escribir, pero nadie encuentra el bolígrafo adecuado”.
Reacciones: del escepticismo al sarcasmo
Las redes sociales no tardaron en llenarse de comentarios que iban desde la indignación hasta la ironía. “¿Acaso necesitamos otro tribunal especial para encargarse de los hijos de las víctimas? Propongo llamarlo ‘Juzgado de Menores Desprotegidos por Jueces Creativos’”, tuiteó un usuario.
Por su parte, Juana Rivas expresó su frustración en un comunicado en el que lamentó la falta de sensibilidad de las instituciones: “No entiendo cómo, después de años de lucha, seguimos en un limbo donde nadie parece dispuesto a asumir lo que corresponde. ¿Qué tipo de mensaje le estamos dando a las madres y a los niños en situaciones de violencia?”
¿Y ahora qué?
La decisión de la jueza ha sido recurrida, aunque el proceso promete ser lento y tortuoso. Mientras tanto, el menor permanece en una situación incierta, atrapado en un sistema que parece más interesado en esquivar responsabilidades que en resolver problemas.
“Es como un partido de fútbol donde todos los jugadores son porteros y nadie quiere acercarse al balón”, resumió con sarcasmo otro abogado, antes de suspirar y volver a redactar un recurso que, probablemente, terminará acumulando polvo en alguna estantería judicial.
Si algo queda claro de este caso, es que la justicia no siempre es ciega. A veces, también es sorda, muda y un poco alérgica a la lógica.