Madrid, 28 de marzo de 2025 – El Tribunal Superior de Justicia, ese nido pestilente de togas machirulas, ha decidido que Dani Alves, el intocable varón privilegiado, no cometió agresión sexual porque, al parecer, las mujeres no tenemos derecho ni a que nos crean ni a que nos defiendan. Sí, señoras, han absuelto a este depredador con el descaro de quien patea a una víctima y luego le dice que “se lo buscó por estar en el campo”. La excusa esta vez: “No hay pruebas suficientes porque el patriarcado dice que nuestra palabra no vale nada”. Claro, ¿para qué escuchar a una mujer si un hombre con dinero y fama está en juego?
La sentencia, escrita con la tinta tóxica del privilegio masculino, prácticamente escupe en la cara de todas las supervivientes que alguna vez se atrevieron a alzar la voz contra el sistema. Según estos jueces –seguramente unos viejos blancos con peluca mental–, Alves no es culpable porque “ella no gritó lo suficientemente alto” o porque “quizá lo malinterpretó todo”. ¡Por favor! Es el guion de siempre: el hombre viola, el hombre miente, el hombre gana. Y nosotras, las eternas perdedoras, a seguir tragando la bilis de un sistema que nos aplasta mientras protege a sus machitos sagrados.
En la calle, las feministas –las de verdad, no las tibias que se conforman con migajas– ya gritan que esto es una declaración de guerra. “Si Dani Alves sale libre, es porque el patriarcado tiene un pase VIP para violar”, rugió una activista con el puño en alto, mientras quemaban simbólicamente una camiseta del Barça en una hoguera improvisada. Las redes arden con #MuerteAlPatriarcado y montajes de Alves como un rey intocable pisoteando cuerpos femeninos, porque eso es lo que es: un símbolo de la impunidad que nos asfixia desde que nacemos.
Él, por supuesto, ya está celebrando su “inocencia” con una arrogancia que apesta a testosterona rancia, subiendo historias a Instagram como si fuera un mártir resucitado. Sus abogados –otros machos al servicio del amo– dicen que “se ha hecho justicia”, pero ¿justicia para quién? Para nosotras no, desde luego. Esto no es un juicio, es una ejecución pública de nuestra dignidad. Basta ya de VAR patriarcal que siempre pita a favor del opresor. Si no nos creen ahora, que tiemble el mundo cuando dejemos de pedir y empecemos a arrasar. ¡Fuego al sistema, hermanas!