Protestas en la vuelta

Fuentes policiales no autorizadas han informado a ASDF de algo inesperado, pero que tampoco resulta sorprendente. De entre los detenidos en el sabotaje a la competición ciclista por excelencia de este país cerca del 80% no actuó en protesta por la intervención israelí en Gaza, sino por aprovechar la oportunidad de perjudicar la imagen del ciclismo y lesionar a los participantes de la competición. Este elevado porcentaje actuaba en venganza hacia el comportamiento de los ciclistas en carreteras y vías urbanas.

Nuestras fuentes nos indican que, de hecho, el 30% de estas personas ni siquiera sabían cuál era la protesta inicial y se sumaron ante la posibilidad de sabotear el ciclismo patrio.

“A mí me daba lo mismo la reivindicación, como si se pidiese cambiar el himno nacional por el Aserejé, yo iba para intentar hacer caer a cuantos más ciclistas mejor”, reveló Pablo González Ruiz, un participante en el sabotaje que habló con nuestro medio cubierto por un pasamontañas para preservar su anonimato.

No fue el único. Cuando preguntamos hubo al menos dos personas más que se pronunciaron en el mismo sentido, con frases como: “Si caía un ciclista con casco aero, yo ya me iba contento a casa” o “Lo de Palestina me lo explicó luego mi sobrino en la cena, pero lo de los ciclistas lo sufría yo desde hace años”.

Rumores indican que la fiscalía está investigando si estos hechos pueden considerarse delito de odio. Desde Sumar se ha denominado a estos actos “Violencia ciclista” y se ha convocado una concentración de un minuto de apretar los puñitos muy fuerte con cara de enfado.


La protesta que nadie entendió

Lo ocurrido en la Vuelta ha sido descrito por analistas como “el primer motín multitarea de la historia”. Algunos participantes gritaban consignas por Gaza, otros insultaban a los ciclistas por ocupar dos carriles y unos pocos se dedicaban simplemente a vender cerveza a los asistentes. El resultado fue una protesta caótica en la que ni los propios detenidos tenían claro a qué causa estaban contribuyendo.

Un policía de paisano relató que, al interrogar a un detenido, este respondió:
—“Yo venía por lo de las bicis”.
—“¿Entonces no por lo de Gaza?”.
—“¿Qué Gaza? ¿La de los atascos de la M-30?”.


El odio al ciclista: un sentimiento nacional

España tiene muchos consensos rotos, pero hay uno que une a gran parte de la población: la incomodidad con el ciclista de carretera. Ese que aparece de repente en una curva cerrada, ese que ocupa más espacio que un camión de reparto y que pedalea con un traje de licra fluorescente que hiere la vista.

Los expertos señalan que esta rabia tiene un origen social muy profundo. El ciclista simboliza la mezcla más irritante posible:

  1. El deportista que te recuerda que deberías ir al gimnasio.
  2. El conductor que no paga impuesto de circulación, pero se comporta como si fuera dueño de la carretera.
  3. El vecino que siempre va más rápido que tú cuesta arriba y encima sonríe.

La policía, sorprendida por la logística

Entre el material incautado a los manifestantes había desde chinchetas industriales hasta botellas de agua rellenas con gravilla. Incluso se encontraron recetas caseras de cómo fabricar un “anti-ciclista casero”, que consistía básicamente en lanzar mondadientes afilados en las bajadas.

Un agente comentó entre risas:

“Si esta gente hubiera organizado la reconquista, habríamos recuperado Gibraltar hace años”.


El minuto de apretar puñitos

La reacción política más llamativa vino de Sumar, que convocó una concentración para denunciar la violencia contra los ciclistas. El formato fue peculiar: un minuto exacto de apretar los puñitos con fuerza, como cuando un niño pequeño no quiere comerse el brócoli.

Al acto acudieron varios dirigentes que, con cara de constipados, intentaron transmitir toda su indignación a través de los nudillos. Una periodista presente señaló que la concentración “parecía más una clase de yoga mal entendida que una protesta política”.


Debate parlamentario: ¿son los ciclistas una minoría perseguida?

En el Congreso, el tema generó una discusión encendida. Algunos diputados propusieron reconocer a los ciclistas como colectivo vulnerable, al mismo nivel que las minorías étnicas o religiosas. Otros sugirieron que se les otorgue un día festivo nacional, el Día del Respeto al Culotte, con actividades como talleres de mecánica, spinning gratuito y bendición de bicis en las plazas.

Mientras tanto, la oposición acusó al Gobierno de inflar el problema. “En este país siempre se ha odiado a los ciclistas, igual que a los mosquitos en verano. Pero de ahí a montar un drama nacional hay un trecho”, declaró un portavoz del PP.


La fiscalía estudia un delito nuevo

El Ministerio Público ya maneja un posible término jurídico: “ciclismofobia”. La idea sería agrupar bajo este paraguas todas las actitudes discriminatorias hacia las personas que pedalean. Sin embargo, algunos jueces han mostrado sus dudas.

“Si aceptamos que odiar a los ciclistas es delito, mañana tendremos denuncias por odiar a los patinetes eléctricos, pasado por odiar a los skaters, y en un mes por odiar a los que se cuelan en el metro. La justicia no tiene capacidad para tanto rencor”, comentó un magistrado.


Memes y redes sociales

La protesta generó un torrente de memes. En X (antes Twitter), el hashtag #ViolenciaCiclista se convirtió en tendencia acompañado de imágenes de ciclistas perseguidos por bulldozers, gifs de caídas espectaculares y chistes como:

  • “Si amas a un ciclista, déjalo libre… en un carril bici cerrado”.
  • “No es odio, es aerodinámica social”.
  • “Ciclistas unidos jamás serán vencidos… salvo por un clavo de carpintero”.

El colectivo ciclista contraataca

La Federación Ciclista respondió denunciando la campaña de odio. Anunció medidas como la creación de un teléfono contra la violencia ciclista, donde los afectados podrán denunciar insultos como “dominguero del pedal” o “torpedo con ruedas”.

También exigieron que se incluyan capítulos sobre “empatía ciclista” en los manuales de autoescuela. El lema de su campaña será: “El ciclista también es persona, aunque lleve lycra fluorescente”.


Los infiltrados del motor

Según versiones extraoficiales, muchos de los manifestantes eran miembros de colectivos moteros y asociaciones de conductores que llevaban años acumulando rencor. Al parecer, se infiltraron para aprovechar la protesta como cobertura perfecta.

Entre las pruebas halladas se encontraron chalecos de motorista, matrículas manipuladas y hasta un boceto de pancarta con el lema: “Gasolina sí, pedales no”.


Un problema que trasciende fronteras

Expertos internacionales ya comparan lo ocurrido en España con movimientos similares en Francia e Italia, donde los automovilistas también han comenzado a organizar protestas contra los ciclistas. Algunos medios extranjeros han titulado: “España exporta la primera revuelta anti-lycra de Europa”.

Un columnista británico bromeó:

“Los españoles han encontrado lo que realmente les une: no es el fútbol, no es la política, es el fastidio de ver a un ciclista bloqueando la rotonda”.


Conclusión: Gaza quedó en segundo plano

Lo que debía ser una protesta internacional contra un conflicto bélico acabó reducido a un ajuste de cuentas local contra la bicicleta. Al final, Gaza quedó en segundo plano y lo que dominó las portadas fue la eterna pregunta española: ¿qué hacemos con los ciclistas?

Y mientras la Fiscalía decide si hay delito de odio, los manifestantes ya preparan una nueva cita: un boicot masivo a la Marcha Cicloturista de Segovia, esta vez bajo el lema: “Ni en Gaza ni en Cuenca: fuera bicis de mi calzada”.

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