Madrid. – Una nueva investigación académica confirma lo que ya sospechaban las abuelas de medio país: las chicas arrasan en las aulas mientras que muchos chicos parecen convencidos de que abrir un libro es una agresión directa contra su virilidad. Según el informe, los alumnos varones se sienten más cómodos repitiendo curso que conjugando un verbo irregular, y creen que resolver una ecuación de segundo grado podría afectar gravemente al tamaño de su bíceps.
La masculinidad en peligro… por una raíz cuadrada
El estudio, elaborado por el Instituto Nacional de la Autojustificación Adolescente, revela que un 43% de los chicos encuestados piensan que hacer deberes es “cosa de chicas”, mientras que un 22% asegura que leer una novela romántica podría provocarles barba irregular. Un 12%, más radical, declaró que “estudiar historia es un invento comunista para debilitar al hombre occidental”.
Los investigadores se encontraron con testimonios estremecedores:
- “Yo dejé de subrayar apuntes porque notaba que se me suavizaba la voz”, explicó un alumno de 15 años.
- “Intenté resolver un problema de física y, de repente, sentí que podía llorar viendo una película de Pixar. Supe que había cruzado la línea”, confesó otro, entre lágrimas contenidas.
Las chicas, imbatibles en clase (y con paciencia infinita)
Mientras tanto, las chicas continúan acumulando matrículas de honor, becas y algún que otro diploma que guardan en carpetas con purpurina. Para muchas, la explicación es simple: “ellos están demasiado ocupados intentando parecer duros como para aprender a dividir con decimales”.
Una alumna de 16 años resumió la situación con precisión quirúrgica:
“Cuando yo saco un 10 en matemáticas, mis compañeros me dicen que eso me quita posibilidades de casarme. Pero si ellos sacan un 3, dicen que están entrenando para ser futbolistas o ministros”.
Los profesores, resignados, han adoptado nuevas técnicas pedagógicas para atraer a los chicos. Entre ellas:
- Transformar las clases de literatura en un “battle rap” con citas de Bécquer.
- Repartir diplomas con forma de mancuernas.
- Crear una asignatura optativa llamada “Gimnasia con raíces cuadradas”.
El temido “síndrome del empollón”
El informe también detecta un fenómeno creciente: el “síndrome del empollón acomplejado”. Cada vez más chicos que sacan buenas notas se ven obligados a esconder sus sobresalientes, temiendo que el grupo los acuse de traición a la masculinidad.
Un adolescente entrevistado declaró:
“Yo tengo un 9 en química, pero en el recreo digo que suspendí. Si no, mis colegas me invitan a leer en voz alta y me llaman ‘El Poeta’. Prefiero que piensen que soy un desastre”.
Los expertos advierten que este síndrome podría extenderse y tener consecuencias nefastas: generaciones enteras de varones incapaces de distinguir una metáfora de una tabla de multiplicar.
Medidas surrealistas del Gobierno
Ante la gravedad de los datos, el Ministerio de Educación ya estudia soluciones. Entre las propuestas:
- Incluir en los exámenes preguntas como “¿Qué proteína favorece más el crecimiento del tríceps?”
- Sustituir los libros de texto por manuales de coches tuneados.
- Dar créditos universitarios por horas invertidas en FIFA y Call of Duty.
La ministra declaró: “Necesitamos que los chicos entiendan que saber quién fue Quevedo no te convierte en menos macho. De hecho, Quevedo tenía más mala leche que cualquier youtuber actual”.
Opiniones en la calle
Un padre entrevistado en la puerta de un instituto explicó:
“Yo en mi época tampoco estudiaba porque eso era de flojos. Mira dónde estoy ahora: repitiendo frases motivacionales a la salida del cole. Que mis hijos hagan lo mismo, total… la familia es tradición”.
Por su parte, un abuelo exclamó con orgullo:
“En mis tiempos, un hombre solo necesitaba dos cosas: saber arreglar un enchufe y gritarle a la televisión. Esto de aprobar exámenes es una moda moderna que se pasa en dos días”.
Epílogo: la rebelión de los pupitres
Mientras tanto, en algunas aulas ya se rumorea que los pupitres masculinos empiezan a protestar. “Estamos cansados de sostener brazos cruzados y miradas al infinito”, aseguró un pupitre anónimo. En cambio, los pupitres femeninos se sienten saturados: “Nuestros cajones están llenos de cuadernos, bolígrafos de colores y sueños. ¡Necesitamos vacaciones ya!”.
Conclusión
El futuro pinta claro: si los chicos siguen creyendo que los apuntes son kryptonita para su testosterona, las chicas acabarán no solo liderando las notas, sino también el planeta entero. Y tal vez, cuando gobiernen, nos dejen a los demás un rinconcito para seguir diciendo con orgullo: “yo suspendí porque soy muy macho”.