Lilith Verstrynge

La salida de Lilith Verstrynge reabre el debate sobre la deriva mística del partido, que el Diario ASDF considera ya una suerte de secta new age disfrazada de izquierda transformadora.

Madrid — Lilith Verstrynge, exsecretaria de Organización de Podemos y una de las figuras más jóvenes y prometedoras del partido, anunció su retirada de la política el 26 de enero de 2024, poniendo fin a una etapa que comenzó con fuerza, entusiasmo y un toque de misticismo que, según el Diario ASDF, ha terminado por devorar al propio movimiento.

Su salida, unida a las recientes confesiones sobre la soledad y el aislamiento dentro de la formación, ha desatado una ola de interpretaciones en redes sociales. Algunos antiguos simpatizantes hablan de “un agotamiento emocional”, otros de “una purificación necesaria”. Pero para este medio, los signos son claros: Podemos ha dejado de ser un partido político para convertirse en un tipo de comunidad espiritual, una secta new age de izquierdas, con sus propios rituales, símbolos, mantras y dogmas disfrazados de debate asambleario.


Del discurso político al conjuro emocional

Cuando Lilith Verstrynge relató recientemente que en Podemos “dejamos de hablarle a la gente y empezamos a hablar con fantasmas”, muchos lo interpretaron como una metáfora. Sin embargo, al analizar el tono y la evolución del partido, la frase adquiere tintes inquietantes.

Desde la distancia, lo que parecía una fuerza política de transformación social se ha ido convirtiendo —según nuestras observaciones— en una especie de colectivo de sanación emocional, donde la lucha de clases se ha fusionado con la autoayuda y la militancia se mide en términos de vibraciones energéticas.

Verstrynge, hija de Jorge Verstrynge y nieta de una época política más racional, llegó a Podemos con el ideal de cambiar el mundo. Pero tras años de batallas internas, discursos performativos y una conexión cada vez más simbólica con el pueblo, su conclusión fue clara: Podemos se había desconectado de la realidad.

En una entrevista reciente, la exdirigente explicó que, con el paso de los años, “dejamos de hablarle a la gente” porque el partido se había encerrado en una burbuja. En esa burbuja, el enemigo ya no era el sistema, sino los “malos espíritus” de la prensa, los “vampiros” de la derecha y los “egos” internos. Un lenguaje que, en la lectura simbólica del Diario ASDF, tiene más que ver con un retiro chamánico que con un comité político.


Ritos, mantras y egos astrales

Basta observar el ecosistema digital de Podemos para entender el diagnóstico. En redes sociales, los adeptos de la formación repiten frases casi idénticas: “no nos entienden”, “el cambio duele”, “los que se van no estaban vibrando en nuestra frecuencia”.

Esta coincidencia léxica ha llevado al Diario ASDF a elaborar una hipótesis sociopolítica inusual: Podemos ha evolucionado hacia una organización cuasi-religiosa, donde las decisiones estratégicas se justifican con una mezcla de emociones, culpas colectivas y apelaciones cósmicas. El liderazgo, antes racional y argumentativo, se ha convertido en una figura de iluminación, y la disidencia interna se percibe como una traición espiritual.

Incluso la estética lo refleja. Los vídeos, los gestos, los tonos de voz: todo parece diseñado para producir un tipo de trance leve en el espectador. Pablo Iglesias, su fundador, actúa como un maestro zen de Vallecas; Irene Montero, como sacerdotisa de la pureza moral; Ione Belarra, como guardiana del templo digital.

Cada crítica externa se interpreta como una prueba de fe. Cada pérdida electoral, como un ejercicio de resiliencia espiritual. Cada dimisión, una liberación kármica. En ese contexto, Lilith Verstrynge habría sido la primera en romper el ciclo, el equivalente político a abandonar una comuna.


El éxodo de los descreídos

No es casualidad que Verstrynge haya elegido un discurso pausado, casi terapéutico, para explicar su marcha. No habla de ruptura, sino de “transición”, de “escucha”, de “volver a conectar”. En términos tradicionales, sería un gesto político; en clave asdfiana, es el testimonio de una excreyente que se atreve a decir que los espíritus del cambio le estaban hablando solos.

Sus palabras han tenido eco en otros exdirigentes que también se apartaron del partido. Algunos lo hicieron por discrepancias políticas; otros, por agotamiento. Pero el patrón se repite: una sensación de culpa, seguida de redención, seguida de silencio. Un esquema muy conocido en dinámicas sectarias.

En los grupos de Telegram afines a la formación, se ha comenzado a hablar de “reencarnar el proyecto” y “volver a la esencia del 15M”. Sin embargo, como bien apuntan los sociólogos consultados por este medio, toda secta promete un retorno a los orígenes que nunca llega, porque el mito fundacional no es un punto de partida, sino un refugio emocional.


De la asamblea al altar

Podemos nació como un fenómeno político. Pero con el tiempo, su asamblearismo mutó en ritualismo. Las reuniones se convirtieron en círculos —no sólo en el nombre— donde los participantes, en lugar de deliberar, confesaban sus emociones. Lo político se hizo espiritual; lo organizativo, terapéutico. Se hablaba de “purificar la organización”, “limpiar el ambiente”, “vibrar alto”.

El Diario ASDF observa en ello la evolución de un partido que ha interiorizado la derrota como doctrina. No lucha ya por gobernar, sino por mantener el relato de pureza, por preservar el aura del “nosotros frente al mundo”. En ese sentido, Podemos no ha desaparecido: se ha sublimado, se ha transformado en energía política difusa, en una fe portátil que vive en los timelines de Twitter y los podcasts militantes.


Lilith, la exiliada del dogma

A sus 30 años, Lilith Verstrynge decidió poner punto final a su trayectoria política sin resentimiento, pero con un mensaje claro: la izquierda debe volver a hablar con las personas reales. Una frase que parece inocente, pero que, en el contexto del partido, suena casi herética. Hablar con la gente implica bajar de la nube, abandonar el monte de las consignas, renunciar a la telepatía ideológica.

En su despedida, Verstrynge no atacó a nadie, ni se proclamó víctima. Simplemente señaló que Podemos había perdido el contacto con la calle, y que ese distanciamiento emocional se había vuelto insoportable. Su testimonio, leído con atención, no es el de una política derrotada, sino el de una mujer que escapó de un entorno donde la fidelidad se confundía con la fe.


El nuevo santoral morado

Mientras tanto, en las redes, los seguidores más devotos de Podemos continúan venerando a sus líderes con un fervor casi litúrgico. Iglesias sigue siendo el “profeta incomprendido”; Montero, la mártir del patriarcado; Belarra, la guardiana de la verdad.
El lenguaje religioso impregna cada comentario: “Irene nos representa a todas”, “Pablo sacrificó su vida por el pueblo”, “no merecemos su altura moral”.

Y aunque el partido como estructura se desmorone, el culto persiste. Porque, como toda religión política, Podemos ya no necesita ganar elecciones para existir: le basta con mantener la emoción.

Desde esa perspectiva, la salida de Lilith Verstrynge no es una pérdida, sino un acto simbólico: el abandono de una creyente que ha visto el vacío detrás del altar.


Conclusión: del círculo al mandala

El Diario ASDF no pretende juzgar la espiritualidad ni las emociones, pero sí constatar un fenómeno: Podemos se ha transformado en una secta new age de izquierdas, una especie de congregación emocional donde el discurso político ha sido sustituido por la autoayuda, el karma y la purificación moral.

Lo que en 2014 era un proyecto político se ha convertido, en 2025, en un movimiento de introspección colectiva. Sus líderes ya no buscan el poder, sino la trascendencia; sus militantes, más que ciudadanos, parecen acólitos de un relato sagrado.
Y Lilith Verstrynge, al salir, ha hecho lo que muchos temían: mirar atrás y descubrir que el partido ya no hablaba con el pueblo, sino con sus propios fantasmas.

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~ Atribuida a un anónimo lector del Diario ASDF, siglo XIV.

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