Por nuestro corresponsal en el mundo virtual, Juan “Gamer” Pérez
En un giro que absolutamente nadie vio venir, un estudio revolucionario publicado esta mañana por el Instituto de Investigaciones Obvias (IIO) ha confirmado lo que las abuelas de todo el mundo han sospechado desde los días de Pac-Man: los videojuegos son, sin duda alguna, la raíz de todos los males modernos. Titulado “De los pixeles a las pancartas: cómo Mario radicaliza a las masas”, el informe detalla cómo los jóvenes, armados con controles y auriculares, están siendo transformados en hordas de activistas furiosos por culpa de sus consolas.
El estudio señala que juegos como Super Mario Bros. enseñan a los niños a “pisotear a las autoridades” (léase: Goombas) y a “desafiar las leyes de la física” saltando sobre tuberías mágicas, lo que claramente los prepara para una vida de anarquía. Por su parte, Call of Duty fue acusado de convertir a los adolescentes en estrategas militares de sillón, mientras que Animal Crossing aparentemente fomenta el “comunismo de aldeanos” al permitirles compartir frutas y muebles sin un sistema capitalista claro.
“Todo empezó cuando mi hijo pasó de recolectar bellotas a gritar sobre la redistribución de la riqueza en la cena”, confesó Marta Gómez, madre de un joven de 15 años que lleva 200 horas en Stardew Valley. “Antes solo quería pizza, ahora quiere derrocar el sistema”.
Los expertos también culpan a los speedrunners por normalizar la “obsesión por la eficiencia”, un rasgo que, según el IIO, podría estar detrás de recientes protestas juveniles por el cambio climático. “Si puedes terminar Zelda en 17 minutos, ¿qué te detiene de organizar una marcha en media hora?”, advirtió el doctor Ernesto Serio, autor principal del estudio.
En respuesta, la industria del videojuego ha prometido actuar. Nintendo anunció que reemplazará a Mario por un “fontanero moderado” que respete las normas sindicales, y Activision planea lanzar Call of Duty: Negociación, donde los jugadores resuelven conflictos con diplomacia en lugar de granadas. Mientras tanto, los padres exigen que los juegos incluyan advertencias como: “Cuidado: puede provocar opiniones fuertes y pancartas mal escritas”.
Por ahora, las autoridades recomiendan a los jóvenes desconectarse y volver a actividades seguras y tradicionales, como ver televisión pasivamente durante 12 horas seguidas. Porque, como todos sabemos, eso nunca ha radicalizado a nadie.