¿Cómo es posible que en la época en la que vivimos haya gente que todavía desconozca ampliamente como funciona la preproducción de los conejos?
En un mundo donde la información está a un clic de distancia, donde Google puede responder a las preguntas más absurdas en menos de un segundo, uno se pregunta: ¿cómo es posible que la ignorancia sobre la reproducción de los conejos haya alcanzado niveles tan estratosféricos? Sí, amigos, en este 2025, hemos llegado a un punto en que la cría de conejos se ha convertido en el nuevo campo de batalla de la estupidez humana.
Antes, si eras un criador de conejos, se te respetaba. Sabías cuándo era la estación de apareamiento, cómo cuidar a las crías, y, lo más importante, entendías que los conejos no se reproducen por la gracia del Espíritu Santo. Pero hoy, en la era de los influencers y los “expertos” de YouTube, nos encontramos con un fenómeno peculiar: la glorificación de la ignorancia.
Recientemente, en una conferencia sobre agricultura sostenible, un joven, con más likes que conocimiento, aseguró que los conejos se reproducen porque “sienten el amor en el aire”. Sí, amigos, el amor en el aire, no las hormonas o el instinto de supervivencia de la especie. Y lo peor de todo, no solo lo dijo con convicción, sino que fue aplaudido por una audiencia que, evidentemente, había dejado sus neuronas en casa.
La ignorancia sobre cómo los conejos se reproducen ha escalado a tal nivel que ahora tenemos teorías de conspiración sobre la “agenda conejo”, donde supuestamente los conejos están siendo manipulados genéticamente para procrear más rápido y dominar el mundo. Sí, porque claramente, el verdadero peligro para la humanidad no es el cambio climático o la desigualdad, sino la súper raza de conejos.
Pero lo más irónico de todo esto es que la vergüenza por no saber ha sido reemplazada por un orgullo desmedido en el desconocimiento. En vez de buscar en los innumerables recursos disponibles para aprender, se prefiere especular, inventar y, lo que es peor, enseñar falsedades como verdades reveladas.
Entonces, en este contexto, es absolutamente necesario que la ignorancia vuelva a dar vergüenza. No porque queramos humillar a nadie, sino porque necesitamos incentivar el aprendizaje, la curiosidad y, sobre todo, la responsabilidad de saber de qué estamos hablando antes de abrir la boca o teclear en un foro.
Imaginemos un mundo donde, antes de hablar de la cría de conejos, la gente se preguntara: “¿Realmente sé de qué estoy hablando?”. Donde los que no saben, en lugar de inventar, busquen la verdad. Donde la vergüenza por la ignorancia no sea un estigma, sino una motivación para mejorar y aprender.
Necesitamos urgentemente que la ignorancia vuelva a dar vergüenza, especialmente en campos tan fundamentales como la reproducción de los conejos. Porque, si no, nos enfrentaremos a una generación que no solo no sabrá distinguir un conejo de un hamster, sino que vivirá en un mundo donde la verdad es solo una opción entre muchas. Y, amigos, esa no es la sociedad en la que queremos vivir, ¿verdad?