senyora quiere conocer el tsunami

Crónica de una testigo que le puso cariño al cataclismo

Puerto de Inri, 30 de julio de 2025 – Lo que para muchos fue un desastre natural de proporciones bíblicas, para la señora Gladys Huarcaya, de 67 años y natural de Arequipa, fue una “experiencia cultural imperdible”. La mujer, actualmente de vacaciones en el puerto costero de Inri, declaró entre sonrisas y con su nieto de cinco años en brazos:
“Yo nunca había visto un tsunami, hijito. Y como ahora todo el mundo viaja para ver cosas únicas, pensé: ¿por qué no traer a mi nieto también, para que aprenda?”.

El evento, que dejó al menos 8 barcos en las copas de los árboles y convirtió las calles principales en canales venecianos de barro, fue calificado por expertos como el peor tsunami en la historia reciente del país. Sin embargo, para Gladys, fue más bien “como esos espectáculos de luces que hay en Navidad, pero con agua y más gritos”.

Un plan turístico alternativo

Gladys explicó a los medios que llevaba meses planeando su viaje con su nieto Estéfano:
“Habíamos ido al zoológico, al acuario, al centro comercial… ya nos faltaba algo especial. Cuando escuché en la radio que venía una ola gigante, dije: ‘¡Eso no se ve todos los días!’”.

Al parecer, la confusión comenzó cuando las autoridades locales anunciaron un “evento natural extraordinario”, instando a los ciudadanos a evacuar. “Pero a mí eso de ‘extraordinario’ me suena a bueno”, argumentó Gladys, “¡como cuando dicen que el ceviche está extraordinario!”.

La abuela y su nieto llegaron al malecón justo cuando la primera ola lamía los contenedores del puerto. “Ay, era tan bonito. Todo mojado, como un parque acuático. Estéfano estaba feliz viendo cómo flotaban los coches”.

“Una oportunidad pedagógica”

Consultada sobre si en algún momento temió por sus vidas, Gladys respondió con tranquilidad:
“No, no… siempre hay exageración con estas cosas. Además, le expliqué a Estéfano que estábamos viendo el poder de la naturaleza en vivo. Eso en los libros no se aprende. ¡Nada como ver una ola de 20 metros llevándose un Burger King para entender la fragilidad humana!”

Desde la ventana del albergue temporal donde ahora reside, Gladys continúa emocionada: “Todo fue como Discovery Channel, pero sin narrador. Yo ya grabé unos videos para enseñar en la parroquia. Les pondré música de Enya para que sea educativo”.

Reacciones mixtas

La historia de Gladys ha generado todo tipo de reacciones en redes sociales. Algunos usuarios la han calificado de “valiente” y “visionaria del turismo de catástrofes”, mientras que otros opinan que “quizá no era el mejor momento para hacer un picnic”.

Un socorrista voluntario que ayudó a evacuar a Gladys la describió como “sorprendentemente serena, aunque algo insistente en quedarse a ver si salía un pez espada”.

El alcalde del puerto, sin saber si reír o llorar, comentó: “Bueno, al menos alguien lo disfrutó. Y no deja de ser cierto que, a nivel educativo, fue una lección. De supervivencia, más que nada”.

La nueva moda: turismo apocalíptico

El caso de Gladys ha encendido el debate sobre el llamado “turismo apocalíptico”, una tendencia en alza entre jubilados sudamericanos con tiempo libre y un alto umbral de imprudencia. Según un nuevo informe de la Universidad de Todo Puede Pasar, más de un 12% de los adultos mayores afirma estar “dispuesto a visitar una zona de desastre si hay buenas vistas”.

Al enterarse de esto, Gladys solo respondió:
“¿Ves? No soy la única. Además, el tsunami fue puntual. A las 3:14 ya estaba aquí, como relojito. Ni los médicos llegan así a la cita”.

Futuro incierto, pero emocionante

Mientras las autoridades siguen evaluando los daños, Gladys ya planea su próxima aventura:
“Dicen que el volcán allá en Italia se está moviendo. Si erupciona, capaz me doy una vueltita. A Estéfano le encantan los fuegos artificiales”.

Por el momento, la señora Huarcaya ha sido nombrada “turista resiliente del año” por el Ministerio de Desastres Naturales. Le han ofrecido alojamiento gratuito, un cupón para empanadas y una charla informativa sobre la diferencia entre evento natural y atracción turística.

A modo de conclusión, Gladys le deja un mensaje a los que la critican:
“Yo no fui irresponsable. Fui testigo de la historia. Y además, mi nieto ya sabe nadar. ¡Cosa que no podía decir ayer!”

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