Por Juanita Catástrofe, columnista de “El Fin del Mundo Times” – 3 de marzo de 2025
¡Oh, qué tiempos tan gloriosos para estar vivos! Mientras los misiles bailan en el horizonte como si fueran fuegos artificiales de una boda gitana y las sirenas antiaéreas suenan como el despertador de un lunes infernal, el mundo entero se niega a señalar lo obvio: nuestros líderes están teniendo un ataque de nervios tan épico que harían sonrojar a una estrella de telenovela en su quinto divorcio. Sí, damas y caballeros, estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial, y nadie tiene las agallas de admitir que estos “titanes del poder” están gobernando como si les hubiera poseído el espíritu de una tía en una discusión por WhatsApp.
Miren, por ejemplo, al gran Vladimir McRage, presidente de Turnovia del Norte, quien esta semana amenazó con aniquilar tres continentes porque alguien en X dijo que su nuevo bigote parecía “el cepillo de un baño público”. ¿Resultado? Una conferencia de prensa de tres horas donde gritó, sudó y golpeó la mesa como si estuviera auditionando para “El Exorcista 6: La Rabieta Nuclear”. Luego tenemos a la primera ministra de Sudlandia, Karen von Tantrum, que canceló una cumbre mundial porque el catering se olvidó de su agua con gas sin calorías. “¡Es una conspiración contra mi dignidad!”, chilló mientras arrojaba su agenda al suelo y exigía hablar con el gerente del planeta. Y no olvidemos al líder supremo de Westopia, un genio incomprendido que destrozó una sala de reuniones porque el Wi-Fi estaba lento y “eso es sabotaje a mi grandeza”. ¿En serio? ¿Nadie va a decirles “tómate una valeriana, loca, que el mundo no gira a tu alrededor”?
Si una mujer osara mostrar una décima parte de este melodrama, ya tendría encima a todos los analistas políticos con un “es demasiado emocional, no puede liderar”. Pero cuando son ellos los que montan escenas dignas de un culebrón barato, de repente es “visión estratégica” o “fuerza carismática”. ¡Por favor! Si esto fuera un reality, ya los habrían eliminado en el primer episodio por “drama innecesario”. ¿Dónde están los titulares tipo “McRage se desmaya por un mal tweet: ¿hormonas o fin del mundo?” o “Von Tantrum llora porque el té no era orgánico: adiós diplomacia”? No, aquí todos calladitos, como si estuviéramos viendo a Napoleón reencarnado y no a un grupo de toddlers con acceso a códigos nucleares.
A este paso, propongo que en lugar de cumbres internacionales les organicemos una terapia grupal con aromaterapia y un buen regaño maternal: “¡Basta de berrinches, pequeños tiranos, o se van a la cama sin Twitter!”. Porque si vamos a extinguirnos como especie, que sea por algo épico, no porque a alguien le sirvieron el café frío o le dieron un like de menos. Así que, mientras el apocalipsis se acerca, sigamos fingiendo que estos líderes no están al borde de un colapso nervioso. Total, ¿qué es una guerra mundial comparada con el ego herido de un hombre que no sabe perder ni en el Candy Crush? ¡Salud, humanidad, nos vemos en el refugio!
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Veo a dos (o tres) señores gritándose sobre una hipotética tercera guerra mundial en un despacho presidencial. Y como no son mujeres, no veo que se hable de su histeria, ni de su temperamento fuera de control, ni de sus ojos llorosos. Por lo demás, Dios nos agarre confesados.