El imperio galactico

En el siempre fecundo y brillante terreno de Twitter —o X, para quienes prefieren la nomenclatura empresarial al espíritu original de los memes— se ha producido recientemente un debate de importancia civilizatoria. Un usuario, cuya identidad no revelaremos para protegerlo de represalias jedi, lanzó la siguiente pregunta:

“¿Es el Imperio Galáctico generador o depredador según las coordenadas de lo bueno?”

No se trataba de una duda banal, como la eterna de si Han disparó primero o si los midiclorianos eran realmente necesarios. Era una cuestión ontológica, metafísica, casi hegeliana. Y como suele suceder en estos casos, apareció Santiago Armesilla para iluminar la discusión con su sentencia lapidaria: “Depredador”.

La respuesta, por supuesto, desató un vendaval de carcajadas y memes. Porque decir que el Imperio Galáctico es depredador es como afirmar que Telepizza es alta cocina molecular o que los Ewoks inventaron el socialismo autogestionario.


Armesilla contra la evidencia

No es la primera vez que el pensador se atreve a lanzar diagnósticos categóricos sobre fenómenos culturales. Pero aquí el error es de proporciones cósmicas.

El Imperio Galáctico, liderado por el emperador Palpatine —ese señor que parece una mezcla entre un monje capuchino y una pasa con poderes eléctricos—, no puede ser considerado “depredador”. Por el contrario, es la encarnación misma de la potencia generadora.

¿Por qué?

Porque allí donde había caos, el Imperio impuso orden. Donde reinaba la corrupción del Senado, con senadores que parecían más preocupados por sus dietas de viaje que por la paz en la galaxia, llegó la verticalidad administrativa del Nuevo Orden. Un sistema capaz de construir dos Estrellas de la Muerte en menos de veinte años. Si eso no es generador, que venga Yoda y lo vea.


El Imperio como motor productivo

Analicemos algunos hechos concretos:

  1. Infraestructuras colosales.
    El Imperio no se dedicó a saquear aldeas ni a vivir del expolio como hacen los piratas hutts. Lo suyo fue ingeniería civil a gran escala. Construir una estación espacial del tamaño de una luna requiere miles de millones de empleos: ingenieros, arquitectos, operarios, diseñadores de pasillos interminables sin barandillas… Una auténtica política keynesiana interplanetaria.
  2. Integración galáctica.
    ¿Quién unificó sistemas estelares dispersos bajo una misma administración fiscal? El Imperio. Pasamos de repúblicas clientelares a una estructura común que, aunque autoritaria, facilitaba la circulación de bienes, servicios y soldados clon. El libre tránsito nunca estuvo tan asegurado, salvo que fueras rebelde, claro.
  3. Innovación tecnológica.
    El Imperio fomentó avances que hoy consideraríamos revolucionarios: destructores estelares, cañones láser planetarios, hologramas de comunicación en tiempo real. Frente a la improvisación de la Alianza Rebelde —que parecía un club de escouts con naves de segunda mano—, el Imperio fue la NASA multiplicada por mil.

Lo “depredador” estaba en otro lado

Si alguien merece el título de depredador en esta historia, son precisamente los rebeldes. ¿Qué aportaron ellos?

  • Sabotajes.
  • Atentados contra infraestructuras públicas (la destrucción de la Estrella de la Muerte podría catalogarse hoy como terrorismo interplanetario).
  • Desempleo masivo para todos los trabajadores que quedaron en el paro tras esos ataques.

Y todo ello en nombre de una libertad abstracta, representada por princesas de buena familia y caballeros jedi que jamás habían trabajado en una cadena de montaje.


Conclusión

El Imperio Galáctico, con todos sus defectos y sus trajes negros poco transpirables, fue un proyecto generador. Generador de empleo, de cohesión galáctica, de proyectos arquitectónicos faraónicos y hasta de merchandising que todavía hoy mantiene viva la economía cultural de nuestro planeta.

Negar esto y llamarlo “depredador” es una traición a la lógica y, francamente, una falta de respeto a todos los stormtroopers que dieron su vida —y fallaron todos sus disparos— para mantener en pie la maquinaria generadora más grande de la historia de la ciencia ficción.

Así que, querido Armesilla: rectifique. El Imperio no depreda. El Imperio construye. Y si no lo ve, quizás sea porque todavía no ha entendido que, en una galaxia muy, muy lejana, lo verdaderamente bueno no siempre viene con sable de luz azul, sino con casco blanco y un plan urbanístico interestelar.

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