Madrid. Diario ASDF.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha vuelto a abrir un nuevo frente en su particular guerra contra los fantasmas del pasado, declarando solemnemente desde Moncloa que “España no será plenamente democrática hasta que eliminemos hasta el último azulejo sospechoso de haber visto un bigote en 1939”.
Para ello, el Ejecutivo ha anunciado la publicación oficial en el Boletín Oficial del Estado (BOE) del Catálogo Nacional de Símbolos Franquistas, una obra monumental que promete poner a prueba tanto la paciencia de los funcionarios como la tinta de las imprentas del Estado.
Según fuentes del Ministerio de la Memoria y Otras Nostalgias, el catálogo incluirá desde estatuas, placas y nombres de calles, hasta miradas altivas, peinados sospechosamente rectos y sombras de bigote en fachadas encaladas. El documento, de unas 7.000 páginas, será “un paso histórico para que los españoles puedan dormir tranquilos sabiendo que ningún adoquín homenajea al Caudillo sin su consentimiento democrático”.
Franco, el jefe de oposición más longevo
Sánchez, sonriente y con esa mirada de quien ha ganado ya seis elecciones en su cabeza, aseguró que “el franquismo sigue siendo la gran amenaza de nuestro tiempo, junto con la inflación y los alquileres turísticos”, aunque matizó que el orden de prioridad “se revisará en el próximo Consejo de Ministros, después de la inauguración del nuevo Ministerio para la Derrota Definitiva del Franquismo”.
“Llevamos décadas sin derrotar del todo a Franco”, lamentó el presidente, “pero tranquilos: si tengo que prorrogar la legislatura hasta 2089 para hacerlo, lo haré. No descansaré hasta que el último símbolo franquista se haya convertido en una rotonda con nombre inclusivo”.
Fuentes de Moncloa reconocen que el mandatario “se siente especialmente inspirado” desde que vio que las encuestas ya no miden intención de voto, sino nivel de nostalgia por la Segunda República. Un asesor cercano lo resume así:
“Pedro siente que Franco sigue ahí. No sabe si en espíritu, en los algoritmos de Twitter o en el garaje de Vox, pero sigue. Y mientras siga, no puede ponerse con cosas menores como la vivienda, el empleo o los pobres”.
El catálogo incluirá ejemplos prácticos
El BOE dedicará un apartado especial a casos dudosos, donde se explicará con todo detalle cómo distinguir entre un símbolo franquista y una simple muestra de mal gusto.
Por ejemplo:
- Un águila será símbolo franquista, salvo que aparezca en una camiseta del Real Madrid o en el escudo de Estados Unidos, en cuyo caso será “imperialismo simpático”.
- Un nombre de calle con connotaciones sospechosas, como Calle de los Caídos, será eliminado inmediatamente, salvo que el municipio haya votado PSOE, en cuyo caso pasará a llamarse Calle de los Caídos por la Causa Progresista.
- Una fachada con tonos grisáceos o serios podrá ser intervenida por el Ministerio, “pues transmite una estética opresiva incompatible con la alegría democrática”.
La medida, explican desde Cultura, busca restaurar la justicia histórica, aunque algunos funcionarios se quejan de que el formulario de denuncia de símbolos franquistas ya tiene más casillas que la declaración de la renta. En los últimos meses, se han recibido reportes tan variados como:
- “Una señora de 87 años que sigue diciendo Arriba España cuando estornuda”.
- “Un gato que se llama ‘Generalito’”.
- “Una iglesia que aún tiene bancos de madera oscura”.
La España de las prioridades líquidas
Preguntado por cuándo abordará el Ejecutivo asuntos como la crisis de vivienda, el empleo precario o el hecho de que el 25% de los españoles viva en riesgo de pobreza, Sánchez respondió con una sonrisa profesional:
“Primero lo primero. Antes de hablar de alquileres debemos asegurarnos de que los propietarios no sean herederos ideológicos del franquismo. No podemos tolerar que un casero de 80 años siga cobrando rentas con espíritu nacional”.
El presidente añadió que el Gobierno ya trabaja en el siguiente gran proyecto: el Plan Antifranquista Integral 2030, que incluirá la “reeducación estética de fachadas sospechosas”, un impuesto al “olor a naftalina” y la obligación de que todas las persianas se abran con ritmo republicano.
Mientras tanto, el Ministerio de Vivienda ha sido rebautizado como Ministerio de Transición Habitacional, cuya función será concienciar sobre “la importancia de imaginar viviendas dignas mientras se lucha contra el fascismo simbólico”.
Una portavoz explicó:
“Entendemos que la gente quiere casas, pero ¿de qué sirve tener casa si en la pared del vecino hay una foto del Rey?”.
Expertos en memoria, pero no en facturas
Los expertos consultados por el Diario ASDF coinciden en que la obsesión de Moncloa con el pasado “es una forma eficiente de no enfrentarse al presente”.
El sociólogo Eulogio del Tiempo Perdido lo resume así:
“El franquismo es como un Wi-Fi: invisible, pero siempre sirve de excusa para cuando algo no funciona”.
De hecho, el Gobierno ha anunciado la creación de una app oficial llamada “FrancoAlert”, que permitirá a los ciudadanos señalar en tiempo real cualquier indicio de nostalgia autoritaria. Al detectar un símbolo sospechoso, la aplicación emitirá un aviso:
“⚠️ Atención: posible presencia de bigote opresor en un radio de 50 metros”.
El usuario podrá entonces elegir entre tres opciones:
- Denunciar al Ayuntamiento.
- Reeducar al sospechoso.
- Compartir la foto en Instagram con el hashtag #SímboloNoGracias.
Fuentes del Ministerio aseguran que “ya hay más voluntarios antifranquistas que inspectores de Hacienda”, lo que demuestra —según ellos— “la fortaleza moral de la democracia española frente al recibo de la luz”.
Un Franco para cada español
El propio Sánchez ha sugerido que, para mantener viva la memoria histórica, cada ciudadano debería tener “su propio Franco simbólico contra el que rebelarse”.
“Yo tengo al mío”, confesó con tono solemne. “Está dentro del espejo, justo detrás del peine. Cada mañana lo miro y le digo: no pasarás. Y no pasa. Luego desayuno y sigo gobernando”.
Sus palabras emocionaron al Consejo de Ministros, que aprobó por unanimidad un minuto de silencio performativo seguido de aplausos antifascistas y lectura coral de un poema inclusivo sobre la victoria moral frente al franquismo simbólico.
Reacciones internacionales
Desde Bruselas, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, felicitó al Gobierno español “por su valentía al enfrentarse a un dictador muerto hace medio siglo”, aunque pidió “prudencia con las subvenciones destinadas a la eliminación de placas conmemorativas”.
En cambio, el portavoz del Gobierno italiano, al ser preguntado por la medida, respondió:
“Nos parece un poco tarde. Aquí preferimos preocuparnos por los vivos”.
Por su parte, el historiador francés Jean-Paul Mémoire opinó que “España es el único país que combate a los muertos con la misma intensidad con que ignora a los vivos”. Según él, “si Sánchez logra vencer al franquismo, el siguiente paso lógico será declarar la guerra al Imperio Romano”.
Oposición en modo arqueológico
Desde el Partido Popular, Feijóo se mostró “moderadamente en desacuerdo”, y propuso “un pacto de Estado para decidir qué símbolos se retiran y cuáles se guardan en cajas de recuerdos familiares”.
Vox, por su parte, ha denunciado que el catálogo es “un intento de censurar la historia y prohibir los bigotes varoniles”, mientras que Sumar ha exigido que se amplíe la medida para incluir “símbolos capitalistas, patriarcales y de horóscopo colonial”.
En el Congreso, un diputado socialista resumió la situación con un pragmatismo heroico:
“No importa si la gente no puede pagar el alquiler. Lo importante es que no tenga que hacerlo en la Calle del Generalísimo”.
El franquismo como marca registrada
Varios observadores destacan que el franquismo ha pasado de ser una etapa histórica a convertirse en una potente herramienta de marketing político.
Según datos del CIS, el 73% de los votantes jóvenes asegura no haber leído un libro sobre Franco, pero un 81% “siente que, de algún modo, vive bajo su sombra holográfica”.
El propio Gobierno estaría considerando registrar la marca “Antifranquismo®” para vender camisetas, tazas y banderas sostenibles con el lema:
“Derrotando al pasado desde 2018”.
Incluso Netflix España habría mostrado interés en producir una serie titulada “Franco Reloaded: la venganza del Valle”, con Pedro Pascal interpretando a un ministro valiente que destruye placas con la mirada.
La lucha eterna
Sánchez concluyó su comparecencia con tono épico, prometiendo que “ninguna piedra quedará sin su correspondiente revisión democrática”.
El presidente aseguró que la nueva ley prevé multas de hasta 10.000 euros para quien conserve símbolos franquistas “sin el debido contexto crítico o sin un filtro sepia progresista”.
Antes de retirarse, el líder socialista dejó claro el orden de sus prioridades:
“Primero Franco, luego el franquismo, después la sombra del franquismo, y ya si eso, cuando acabemos, veremos lo de los alquileres, el empleo o el coste de la vida. Pero sin prisa. Franco esperó cuarenta años; España puede esperar unos cuantos más”.
Epílogo: el país que lucha contra los fantasmas
Mientras tanto, en los barrios obreros, los ciudadanos siguen haciendo malabares para pagar la compra. Algunos incluso comienzan a sospechar que el franquismo ha reencarnado en la factura de la luz, aunque el Gobierno todavía no lo ha confirmado oficialmente.
Los jubilados leen el anuncio en el BOE y comentan, con esa mezcla de sorna y resignación tan española:
“Bueno, si quitar los símbolos baja el precio del pan, que los quiten todos”.
Y así, España sigue avanzando hacia el futuro mirando cada vez más intensamente hacia el pasado, decidida a ganar una guerra que terminó hace ochenta años, mientras el presente —como siempre— se le escapa entre las manos, subiendo el alquiler y el precio del aceite.

