Fuenlabrada, 20 de febrero de 2035 – En un episodio que parece sacado de un guion rechazado de La Vida de Brian, Podemos ha dado un volantazo histórico al contratar a la empresa Desokupa para desalojarse a sí mismos de su sede en Fuenlabrada. El motivo, dicen, es que “ya no aguantamos ni nosotros mismos”: entre asambleas que duran más que un invierno siberiano, debates sobre si el café de comercio justo es suficientemente justo y un misterioso caso de desaparición masiva de rotuladores, el partido ha tirado la toalla y ha decidido pedir ayuda externa.
“Es como si estuviéramos okupando nuestro propio drama”, explicó un portavoz con ojeras que delataban tres noches sin dormir por discutir si las sillas debían ser circulares para evitar jerarquías. “Llamamos a Desokupa porque sabíamos que, si lo votábamos en asamblea, seguiríamos aquí hasta el 2050 decidiendo si el desalojo es opresión sistémica o liberación colectiva”.
El desembarco de los musculosos chicos de Desokupa fue digno de una sitcom. Llegaron con sus camisetas negras apretadas y cara de “esto lo arreglo yo en dos patadas”, solo para encontrarse con una barricada improvisada de cojines veganos, pancartas con glitter y un militante tocando Bella Ciao con una flauta dulce desafinada. “¡No pasarán!”, gritaban algunos, mientras otros les corregían: “Bueno, sí pasarán, que para eso les hemos pagado”. La tensión se disolvió cuando Daniel Esteve, jefe de Desokupa, ofreció mediar el conflicto con una ronda de kombucha y un “venga, chicos, que os estáis estresando solos”.
“Pensé que sería más difícil, pero estos se han rendido cuando les he dicho que les guardaba el megáfono en una caja”, confesó Esteve entre risas, mientras cargaba un póster de Lenin en su furgoneta. “Les he cobrado en especie: me llevo un táper de hummus y un manual de yoga anticapitalista. Creo que he salido ganando”.
Tras el desalojo, los podemitas se dispersaron como extras de un Black Friday ideológico. Algunos anunciaron que buscarán “un espacio seguro” en un coworking de Malasaña, mientras otros proponen okupar un Starbucks “para deconstruir el capitalismo desde dentro”. La sede de Fuenlabrada, ahora vacía, ha sido reclamada por un grupo de palomas que, según testigos, ya han formado su propia asamblea para decidir quién se queda con el alféizar. “Al menos ellas votan rápido”, comentó un vecino.