En un estudio que ha dejado a todos los españoles con esa cara de “vaya, eso explica mucho”, se ha revelado por qué nuestro país es el último en la carrera hacia la electrificación de los vehículos. ¿La respuesta? Una combinación de precios que parecen sacados de un chiste, una desconfianza más grande que la deuda pública, bulos que circulan más rápido que un coche de Fórmula 1 y ayudas que llegan con la velocidad de un caracol en hibernación.

Precios Altos: Comencemos por lo obvio, los coches eléctricos en España tienen precios que te hacen preguntarte si vienen con un pequeño apartamento incluido. Mientras que en otros países puedes comprar un coche eléctrico por el precio de una buena cena para dos, en España parece que necesitas vender un riñón (y quizás también una parte del hígado) para permitirte uno.

Desconfianza: Aquí la gente mira un coche eléctrico como si fuera una nave espacial. “¿Y si se queda sin batería en medio de la nada?” es la pregunta que flota en el aire con más frecuencia que los mosquitos en verano. La idea de que un coche pueda “morir” de repente genera más desconfianza que un político prometiendo bajar impuestos.

Bulos: En la era del Internet, parece que los bulos sobre los coches eléctricos se propagan más rápido que las noticias de la última rebaja en El Corte Inglés. Desde historias de baterías explotando como en una película de acción hasta la creencia de que cargar un coche eléctrico es como intentar llenar el mar con una cuchara de té, los españoles hemos escuchado de todo. Y claro, si hay alguien que sabe cómo inventar historias, son los españoles.

Ayudas que Tardan: Ah, las ayudas gubernamentales. Se supone que son el soplo de viento fresco que impulsaría la venta de coches eléctricos, pero en realidad, es más bien como esperar el autobús en un pueblo donde el horario es “cuando le dé la gana”. Las subvenciones prometidas llegan con tal lentitud que algunos españoles han tenido tiempo de aprender a conducir de nuevo antes de ver un céntimo de esa ayuda.

En resumen, España se ha convertido en el país donde comprar un coche eléctrico es como intentar hacer una tortilla sin huevos: parece una buena idea en teoría, pero en la práctica, es un poco complicado. Mientras tanto, los fabricantes de coches eléctricos miran hacia el cielo y se preguntan si será este el año en que los españoles decidan finalmente que sí, tal vez, solo tal vez, vale la pena arriesgarse a no quedarse tirados en medio de la autopista.

Así que, si estás pensando en comprar un coche eléctrico en España, recuerda: necesitarás paciencia, un buen seguro, un detector de bulos y, por supuesto, una buena cantidad de dinero. ¡Feliz (y caro) viaje eléctrico!

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~ Atribuida a un anónimo lector del Diario ASDF, siglo XIV.

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