Madrid, 13 de octubre de 2025. — El Tribunal Superior de Justicia de Madrid ha declarado procedente el despido de una teleoperadora de la empresa Vozalia Contact Solutions S.L. después de descubrirse que, durante dos meses, realizó más de 1.500 llamadas, pero ninguna de ellas fue a clientes.
Todas —según la investigación interna— fueron dirigidas a su pareja sentimental, con el único propósito de “ver dónde estaba y con quién”.
La trabajadora, identificada como M.R.G., defendió ante el tribunal que “no había malgastado el tiempo de la empresa, sino que había puesto en práctica su talento de comunicación interpersonal”, pero la magistrada no apreció mérito alguno en esa interpretación.
“Decía que hacía seguimiento de clientes potenciales, pero el único seguimiento era geográfico y sentimental”, explicó el juez en su fallo.
“El CRM era su diario personal”
Según fuentes de la compañía, la investigación se inició tras detectar un patrón extraño en el sistema de registro.
Las llamadas de M.R.G. siempre se dirigían al mismo número de teléfono y duraban entre dos y veintisiete minutos, lo que despertó sospechas en el departamento técnico.
“Pensamos que era un error del sistema o una estafa telefónica inversa”, cuenta Luis Cebreros, jefe de calidad de Vozalia. “Pero cuando revisamos las grabaciones, descubrimos que todas las conversaciones eran con la misma persona… y no precisamente sobre seguros dentales.”
En las grabaciones —aportadas como prueba judicial— puede escucharse cómo la teleoperadora, desde su puesto de trabajo, mantenía conversaciones de pareja en tono interrogatorio:
“¿Y por qué suena gente de fondo?”
“¿Quién es esa que se ríe?”
“¿Por qué has tardado tres tonos en cogerlo? ¿Estabas con ella?”
El departamento técnico bautizó el caso internamente como “Operación Celotipia”.
“Era control de calidad emocional”
Durante el juicio, M.R.G. alegó que su conducta no constituía incumplimiento laboral, ya que, en sus palabras, “toda relación, sea comercial o amorosa, requiere seguimiento telefónico, persistencia y cierre de objetivos”.
“Yo solo aplicaba los protocolos de venta a mi vida personal. Me enseñaron que el cliente siempre tiene la razón, y en este caso el cliente era mi novio”, declaró.
La trabajadora explicó que las llamadas no eran meramente personales, sino “parte de un proyecto piloto de fidelización afectiva”.
“Si una empresa mide el engagement con el cliente, ¿por qué no puedo medir el engagement con mi pareja?”
El juez, según fuentes presenciales, suspiró profundamente antes de dictar sentencia.
El novio: “Al principio pensé que era amor, luego pensé que era Movistar”
El Diario ASDF logró localizar al principal afectado, Carlos R.M., pareja de M.R.G. durante el periodo investigado.
El joven, visiblemente exhausto, aseguró que no sabía que todas las llamadas eran desde la empresa:
“Yo pensaba que me llamaba porque me quería. Luego vi que todas eran desde un número con prefijo 902 y supe que algo no cuadraba.”
Según su testimonio, durante los dos meses en cuestión recibía una media de 25 llamadas diarias, la mayoría de ellas en horario laboral.
“A veces estaba en el baño y me decía: ‘¿Por qué suena tanto eco?’. Si salía a correr, me preguntaba por qué respiraba tan rápido. En una me dijo: ‘O estás con otra o haces crossfit’. Fue insoportable.”
Carlos asegura que intentó cortar la relación varias veces, pero que cada intento derivaba en una nueva llamada con tono de venta:
“Una vez le dije: ‘No puedo más’. Y ella contestó: ‘Entiendo su objeción, pero permítame explicarle los beneficios de seguir conmigo’.”
“El amor no es causa de despido”
El abogado de la defensa, Leocadio Muñoz, argumentó que el despido carecía de fundamento, ya que “la pasión no se puede sancionar administrativamente”.
“Mi clienta no robó nada, no mintió, no causó perjuicio económico. Solo amó demasiado y utilizó las herramientas que tenía a mano: un micrófono, un auricular y el CRM de la empresa.”
Muñoz alegó además que las llamadas “sirvieron para mejorar su capacidad de comunicación, escucha activa y gestión de objeciones emocionales”, competencias —dijo— “altamente valoradas en el sector”.
El juez, sin embargo, no lo vio igual y replicó en su sentencia que “el amor puede ser ciego, pero el absentismo productivo no”.
Grabaciones que lo confirman todo
Entre las pruebas aportadas por la empresa, se incluyen fragmentos de audio de las conversaciones, que el Diario ASDF ha podido consultar parcialmente.
En una de ellas, se escucha lo siguiente:
M.R.G.: “¿Dónde estás ahora?”
Carlos: “En el trabajo, como te dije hace una hora.”
M.R.G.: “Mentira. Escucho una voz femenina. ¿Quién es?”
Carlos: “Mi jefa.”
M.R.G.: “Ah, qué casualidad. Siempre hay una jefa, ¿no?”
En otra, más tensa, la teleoperadora adopta un tono de guion comercial:
M.R.G.: “Carlos, permíteme ofrecerte una nueva promoción de confianza ilimitada. Sin coste adicional, pero con compromiso vitalicio.”
Carlos: “Quiero darme de baja.”
M.R.G.: “Lo lamento, la permanencia emocional mínima es de 24 meses.”
La sala, según testigos, estalló en risas contenidas cuando se reprodujo el último fragmento.
Compañeros en shock: “Pensábamos que era la empleada del mes”
En el call center, la noticia cayó como un jarro de agua fría.
“Siempre estaba al teléfono, siempre concentrada. Pensábamos que era la mejor vendedora del turno”, comenta Raúl, compañero de puesto.
“Incluso nos dio una charla sobre cómo ‘retener al cliente con atención afectiva’. Luego supimos que el cliente era su novio.”
Otra compañera, Inés, asegura que M.R.G. pedía turnos extra para “cerrar objetivos personales”:
“Decía que estaba en una fase de retención avanzada y que no podía dejarlo a medias. No sabíamos que hablaba de retener al novio.”
Según la empresa, su productividad aparente era “sorprendente”: realizaba más llamadas que nadie, cumplía horarios y nunca colgaba antes de los tres minutos.
“Era un modelo de constancia. El problema es que la constancia era amorosa”, resume el portavoz.
Recursos Humanos: “El amor no aparece en el convenio colectivo”
La directora de RRHH de Vozalia, Carmen Pino, explicó que el despido fue “inevitable” y “plenamente legal”, ya que M.R.G. usó recursos corporativos para fines románticos y de espionaje doméstico.
“Entendemos que todos tenemos una vida personal, pero esta trabajadora confundió el CRM con Tinder y el headset con un hilo rojo del destino.”
Añadió que la compañía intentó ofrecerle apoyo psicológico antes del despido:
“Le dijimos: ‘quizá necesites hablar con alguien’, y respondió: ‘ya lo hago: 25 veces al día con él’. Fue entonces cuando comprendimos la magnitud del asunto.”
El fallo judicial: “No se le pagaba por querer”
La sentencia del TSJM confirma que el despido es procedente, dado que las llamadas “no estaban vinculadas a actividad comercial alguna” y que la empleada “confundió los objetivos empresariales con sus objetivos románticos”.
En un párrafo particularmente irónico, el fallo señala:
“El amor podrá mover montañas, pero no genera facturación.”
El juez también recoge que, durante la vista oral, la teleoperadora intentó contactar con su exnovio desde el móvil de la sala, lo que fue considerado “una muestra más de su perseverancia impropia”.
El sindicato la apoya: “No se puede despedir a una mujer por amar con intensidad”
La Federación de Trabajadoras Empoderadas y Asociadas (FETE-A) ha anunciado que recurrirá la sentencia ante el Supremo.
“Estamos ante un caso claro de persecución sentimental”, aseguró su portavoz, Sonsoles Pardo, quien considera que “la empresa debería valorar la pasión como valor añadido”.
“Si las empresas quieren empleados comprometidos, no pueden luego penalizar la entrega. Nuestra afiliada se entregó tanto que perdió el sentido del horario, pero no del amor”, añadió.
La organización ha lanzado una campaña en redes bajo el lema #LlamarTambiénEsTrabajar, acompañada de vídeos con mensajes como “Cada tono es un te quiero” y “El control también es comunicación”.
Los psicólogos advierten: “El síndrome del auricular pegado”
Especialistas consultados por el Diario ASDF señalan que el caso no es aislado.
“Estamos viendo un aumento de lo que llamamos vigilancia romántica digital: parejas que utilizan recursos tecnológicos para mantener el control emocional constante”, explica la psicóloga Nuria Sastre.
Según la experta, el entorno del telemarketing agrava el problema:
“Pasar ocho horas diarias hablando por teléfono puede distorsionar la percepción de los límites personales. Si encima tienes un micrófono y acceso a un número gratuito, el desastre está servido.”
Planes de futuro: abrir una academia de “telecontrol emocional”
Tras su despido, M.R.G. ha anunciado en redes sociales que abrirá una consultoría especializada en “comunicación afectiva aplicada al control de pareja”, bajo el nombre Llamadas del Corazón™.
“He descubierto que el amor necesita seguimiento constante. La gente no sabe escuchar. Yo enseño a preguntar hasta que el otro confiese.”
Su primer taller, “Cómo saber si te engaña en menos de 10 tonos”, ya tiene 42 inscritos, según sus redes sociales.
Reacciones en redes: entre la risa y la empatía
El caso se volvió viral bajo el hashtag #TeleoperadoraEnamorada, generando miles de comentarios.
Algunos usuarios la aplauden por su entrega:
“Ojalá me quisieran así, aunque fuera desde un 902.”
Otros ironizan con tono crítico:
“1.500 llamadas en dos meses. El amor puede más que la batería de un móvil.”
Incluso Irene Montero intervino en X escribiendo:
“A una mujer la despiden por llamar demasiado. A los bancos, por llamar poco, se les felicita. Patriarcado telefónico.”
Epílogo: el amor en tiempos de centralita
La empresa ha comunicado que, tras el incidente, implementará un nuevo protocolo para detectar “patrones anómalos de llamadas reiterativas a números personales”.
Mientras tanto, el exnovio de M.R.G. ha solicitado formalmente que se le bloquee en el sistema de Vozalia “por salud mental”.
“A veces escucho un tono y me da un escalofrío. Creo que me quedó un trauma de centralita.”
Por su parte, la teleoperadora despedida asegura no arrepentirse de nada:
“Fui honesta con mis sentimientos. Llamé, insistí, pregunté, lloré. Si eso es un delito, que me vuelvan a contratar en la cárcel.”