Una investigación que nadie pidió, pero que ahora no podrás dejar de pensar cada vez que veas una montaña sospechosamente plana.
Introducción: Las montañas no engañan
Durante siglos, los humanos hemos mirado las montañas con respeto, miedo y, en algunos casos, con el deseo de ponerles una cruz o un parque eólico encima. Sin embargo, un grupo creciente de internautas con mucho tiempo libre y acceso ilimitado a café frío sostiene una teoría que podría cambiar la historia para siempre: las montañas no son montañas, sino tocones petrificados de antiguos árboles GIGANTES.
Sí, has leído bien. Según los defensores de esta idea —que se autodenominan “dendroarqueólogos cuánticos autodidactas”—, hace miles de años existía una civilización avanzada que taló árboles del tamaño de ciudades. Y ahora, lo que creemos que son “mesas”, “montes” o “acantilados” no serían más que las tristes raíces de una deforestación a escala cósmica.
“Todo encaja”, explica el investigador amateur @RaícesDeTitanes en su canal de Telegram, mientras muestra una foto borrosa de la Mesa del Diablo en Arizona. “¿De verdad crees que la naturaleza hizo eso sola? ¡Eso es un tocón! ¡Un tocón del tamaño de una catedral!”.
La hipótesis: El planeta era un bosque… pero de proporciones bíblicas
Los partidarios de esta teoría, conocidos popularmente como “Los Taladros del Edén”, aseguran que hace millones de años la Tierra estaba cubierta por árboles tan grandes que podrían haber hecho sombra a nubes enteras.
En palabras del popular divulgador pseudocientífico español Dr. Florencio Talavera, autor del bestseller Fotosíntesis Prohibida, “la Tierra era un gran bonsái galáctico. Y alguien lo podó”.
Según su interpretación de ciertos textos apócrifos, los “árboles gigantes” habrían servido como torres energéticas naturales que conectaban el planeta con el cosmos, permitiendo el flujo libre de “energía vital terrestre” (EVT, por sus siglas en PowerPoint).
“Eran antenas naturales de conciencia universal”, asegura Talavera, “y los talaron para desconectarnos de nuestra vibración madre”.
Cuando se le preguntó quién exactamente los cortó, Talavera no titubeó: “Los de siempre. Los arcontes. Los banqueros de Sirio. Los mismos que inventaron el IVA”.
El momento clave: El Gran Serruchazo Universal
La mayoría de los teóricos coincide en situar el evento principal en lo que llaman “El Gran Serruchazo”, un cataclismo planetario del que, curiosamente, no hay ninguna evidencia científica, pero sí muchos vídeos de YouTube con música de fondo inquietante.
En esos vídeos, montañas como el Monte Roraima, la Mesa del Diablo, o incluso el Teide, son señaladas como posibles “troncos fosilizados”. Algunos aseguran incluso que la Península Ibérica era una rama desprendida de un árbol que cubría toda Europa.
La teoría va más allá: los océanos serían en realidad el resultado del “aserrín cósmico” que quedó tras la tala. “Por eso el agua es salada”, afirma sin inmutarse un influencer conspiranoico argentino que se hace llamar “Pinocho Despierto”. “Porque el serrín se mezcló con el sudor de los gigantes que lo cortaron”.
Evidencias: cuando todo es prueba, nada es prueba
Los defensores de la teoría de los árboles gigantes se apoyan en una serie de pruebas que, según ellos, “no se pueden ignorar más”.
Entre las más repetidas encontramos:
- Las mesetas perfectamente planas: “Ninguna montaña tiene una cima tan lisa”, dicen, mostrando fotos de formaciones geológicas con millones de años de erosión.
- Los patrones hexagonales en rocas basálticas: “¡Son células vegetales fosilizadas!”, afirman, ignorando que los geólogos llevan siglos explicando que se trata de cristalización por enfriamiento de lava.
- El sentimiento de paz en el bosque: “Es la memoria de los árboles gigantes que nos observan desde otra dimensión”.
- El hecho de que nadie haya visto nunca un árbol gigante: “Precisamente, eso demuestra que los escondieron bien”.
Para reforzar la idea, circulan mapas antiguos donde aparecen árboles enormes dibujados en los márgenes. “Eso no es decoración”, asegura Talavera en su conferencia “Fotosíntesis y masonería”. “Es un aviso. Nos lo dijeron y no escuchamos”.
Los sospechosos: ¿Quién tuvo tanto serrucho?
Las hipótesis sobre quién cortó los árboles varían según el nivel de cafeína del investigador.
- Los Atlantes: habrían talado los árboles para construir su avanzada civilización, usando la madera para fabricar discos voladores.
- Los Gigantes Nephilim: los cortaron porque querían sillas y mesas acordes a su tamaño.
- Los Illuminati primordiales: necesitaban despejar el terreno para colocar sus templos piramidales y “reajustar la frecuencia terrestre”.
- Los humanos del futuro: viajaron al pasado para impedir que los árboles dominaran la inteligencia global.
- El IKEA prehistórico: el más temido de todos, según algunos foros, ya que podría haber vendido los troncos por partes bajo el nombre “KLABBÖS”.
Según el canal “Arqueología para Despiertos”, se han hallado “restos de sierras gigantes” en ruinas sumerias, aunque tras analizar las fotos se descubrió que eran tapas de alcantarilla modernas. Aun así, el movimiento sigue convencido: alguien, en algún momento, cortó algo muy grande.
El papel de la ciencia: negación y memes
Los científicos, como es habitual, han reaccionado con una mezcla de estupor, resignación y memes en Twitter.
La doctora María del Tronco, geóloga del CSIC, declaró entre carcajadas: “Por favor, que alguien les quite el Photoshop”.
A lo que un defensor respondió: “Eso es lo que diría alguien que trabaja para los taladores originales”.
La comunidad científica ha intentado explicar, una vez más, que las montañas planas se deben a procesos geológicos normales, que el basalto no tiene savia, y que las raíces petrificadas no pueden alcanzar el tamaño de un estadio.
Pero eso solo ha alimentado más la sospecha.
“Cuando niegan tanto, es que algo esconden”, repiten los conspiranoicos, mientras comparten capturas de pantalla con títulos como “Geología = Mentirología”.
Testimonios impactantes
En el programa nocturno La Verdad Está en los Árboles, el presentador Luisito el Cósmico entrevistó a varios testigos que aseguran haber “sentido la vibración del tocón”.
Una mujer de Cuenca relató entre lágrimas:
“Estaba de excursión y puse la mano sobre una roca plana. Sentí un zumbido, como si el árbol quisiera decirme algo… o tal vez era el móvil, no lo sé, pero fue intenso.”
Otro testigo afirma haber encontrado un anillo de crecimiento “de 200 metros” en una cantera abandonada, aunque más tarde se descubrió que era una rotonda vista desde Google Maps.
Las implicaciones: ¿qué nos ocultan?
Si aceptamos, aunque sea por un segundo, que las montañas son restos de árboles gigantes, entonces todo cambia.
¿Quién controló la tala?
¿Dónde está toda esa madera?
¿Y qué clase de motosierra puede cortar una secuoya de 8 kilómetros?
Algunos proponen que la madera fue convertida en carbón, lo que explicaría “el cambio climático ancestral”. Otros creen que fue usada para construir el primer muro del universo: la Muralla Cósmica, una estructura que habría separado a la humanidad del “mundo raíz”.
Las redes sociales están divididas: mientras unos se burlan con memes de montañas usando sombreros de leñador, otros insisten en que “si la NASA no lo desmiente, será por algo”.
¿Y si fuera verdad? (spoiler: no lo es)
Aunque todo apunta a una mezcla de imaginación desbordante y vídeos con música dramática, el fenómeno tiene algo fascinante: nos recuerda lo fácil que es ver patrones donde no los hay.
Como dijo un usuario de Reddit tras debatir tres horas sobre la forma del Monte Uluru:
“No sé si era un árbol o no, pero estoy seguro de que necesito salir más de casa.”
La teoría de los árboles gigantes es, al final, una metáfora involuntaria: la gente busca raíces, literal y figuradamente, en un mundo que cada vez parece más artificial.
Quizá no haya habido un Gran Serruchazo Universal, pero sí una deforestación emocional.
Epílogo: el regreso de los brotes
En un giro reciente, los “Taladros del Edén” aseguran haber identificado un nuevo brote de esos árboles antiguos. “Está en Islandia, y lo están camuflando como volcán activo”, dicen.
Su próximo plan es organizar una peregrinación para “rezar por la reforestación cuántica” y exigir al gobierno islandés que “deje crecer el tronco en paz”.
Mientras tanto, la comunidad científica insiste en que el supuesto brote es, de hecho, lava incandescente, pero los creyentes replican: “¡Lava o savia, depende de tu vibración!”.
Y así, entre memes, tiktoks y teorías cada vez más creativas, la pregunta sigue flotando en el aire (y en algunos foros de Telegram a las 3 de la mañana):
¿Quién cortó todos los árboles GIGANTES en el pasado? ¿Y por qué?
La respuesta, probablemente, está en el mismo sitio donde están los gigantes, los Atlantes y el sentido común: enterrados bajo toneladas de serrín cósmico y muchos, muchos filtros de Instagram.
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