Sanchez SA

Por el equipo de investigación del Diario ASDF

Madrid. — Pedro Sánchez no gobierna un país, sino una startup de éxito. Así lo revela el documental “Sánchez, S.A.; una historia de corrupción”, una producción de Hazte Oír que se presenta como una cruzada audiovisual y termina pareciendo una mezcla entre El Padrino, House of Cards y un tutorial de cómo dominar las instituciones con una sonrisa Colgate.

El documental, de algo más de una hora, promete contar la historia de cómo un joven madrileño, de barrio “bueno” y colegio caro, pasa de ser el chico que soñaba con salir en televisión a convertirse en un líder planetario con vocación de inmortal. En medio, según los narradores, se traza una trama de saunas, votos misteriosos, amnistías mágicas y jets con destino a República Dominicana. Todo muy “Netflix”, pero con banda sonora de procesión y voz en off de misa de doce.

El nacimiento de un self-made man socialista

El relato arranca con imágenes solemnes y música de misterio. El locutor anuncia que Sánchez “nació en la zona buena de Tetuán”, lo que en Madrid equivale a decir “a tres paradas del poder”. Pronto se apunta que estudió en el Ramiro de Maeztu, colegio donde se forma la élite política y las estrellas del baloncesto. No llegó a la NBA, pero según el documental, decidió fundar su propia liga: la del socialismo con accionistas.

Los primeros minutos del film insisten en un detalle clave: Sánchez quería ser presidente desde joven. “Con veintitantos ya lo decía”, explica un tertuliano nostálgico. El espectador medio, a esas alturas, ya sabe que esto no es un documental: es un episodio piloto de Élite: versión Congreso.

De las tertulias de Veo7 a la sauna de la Moncloa

El ascenso del protagonista se narra con el dramatismo de una serie de investigación. Un testigo relata cómo el joven Pedro, desesperado por fama televisiva, se ofrecía para cualquier tertulia. “Si no le llamaban, llamaba él”, dicen. Una actitud que, de haber nacido en Silicon Valley, habría sido descrita como “espíritu emprendedor”; en España, se llama “hambre de plató”.

Luego, el documental vira hacia su primer gran “caso”: la legendaria “sauna Adán”, propiedad de su suegro. Los entrevistados, con tono de thriller de sobremesa, describen la escena como si hubiesen descubierto los archivos secretos del Vaticano: cámaras ocultas, chantajes, grabaciones de Villarejo y el rumor de que medio país habría pasado por allí a relajarse entre eucaliptos y micrófonos.
Según los narradores, de esa sauna no solo salía vapor, sino poder político concentrado. El documental insinúa que las grabaciones de aquellas cabinas podrían ser “la base del imperio Sánchez”. Uno casi espera que aparezca Tom Cruise colgando del techo.

El milagro de las primarias multiplicadas

Una de las joyas del guion llega con las primarias del PSOE. Según el documental, Sánchez perdió, fue echado, lloró, se subió a un Peugeot 407 y renació en la carretera cual Moisés con GPS. “Guardaba los avales en su casa”, asegura un testigo, “y una vecina le ofreció ducha porque no se separaba de las cajas”.
Un mártir de los avales. Un héroe del champú seco.

Pero la verdadera magia, dicen, vino después: urnas misteriosas, votos que se movían solos y un Comité Federal convertido en Escape Room. “Hay vídeos”, asegura una voz en off. Nadie los muestra, pero la promesa flota en el aire como el humo de la sauna anterior. En la epopeya de Hazte Oír, Sánchez no gana elecciones: las funde, las funde como si fueran monedas romanas.

Coldo, Ávalos y la ruta del poder

Todo líder tiene su guardia pretoriana, y Sánchez —según el documental— reclutó la suya en un ecosistema singular: un portero de prostíbulo, un profesor de secundaria y un electricista. Una especie de Los intocables de Moncloa, pero con nómina pública.
Ahí aparece Coldo García, el Sancho Panza del socialismo moderno. Custodiaba avales en su casa “sin ducharse” y más tarde acabaría implicado en el caso Koldo, esa tragicomedia nacional donde la corrupción huele a mascarillas usadas.

Hazte Oír describe a estos hombres como “machacas del poder”. No hay laptop ni algoritmos, solo furgonetas, cafés fríos y el sueño de mantener a Pedro en la cumbre.
Una épica proletaria, aunque más cerca de La que se avecina que de Marx.

Controlar las instituciones: el verdadero arte del management

La segunda mitad del documental se vuelve una clase magistral de “liderazgo integral”. El narrador enumera los organismos públicos tomados “por asalto”: RTVE, Indra, Correos, el CIS, el INE, el Consejo de Estado, Paradores, Renfe, y —por si faltaba glamour— Patrimonio Nacional.
“Lo ha convertido todo en su empresa”, sentencia un analista indignado. Sánchez, S.A., la corporación multinacional del poder. No cotiza en bolsa, pero reparte dividendos ideológicos.

El documental asegura que “cuando te están chantajeando con quitarte el Falcón, controlas la justicia”. Esa frase, por sí sola, bastaría para un manual de autoayuda política. Luego aparecen Dolores Delgado, Álvaro García Ortiz y el Tribunal Constitucional, todos supuestamente empleados de temporada en la sucursal Moncloa, S.L.

“¿De quién depende la Fiscalía?”, pregunta Sánchez en una de las escenas rescatadas. “Del Gobierno”. Y el narrador, triunfal, deja un silencio que dura lo mismo que una misa entera.

La colonización mediática y la publicidad milagrosa

Si algo emociona a Hazte Oír es el tema de la prensa. El documental describe un ecosistema mediático sometido a la “manguera del dinero público”. RTVE, la SER, los digitales, todos regados con publicidad institucional cual jardín de la Moncloa.
“Eso crea dependencia”, sentencia un periodista con gesto apocalíptico. El espectador empieza a imaginar a Pedro Sánchez con una regadera gigante repartiendo euros mientras canta Imagine.

Se muestra a Rosa María Mateo “jugando con sus nietos cuando la llamaron para dirigir RTVE”. Una metáfora perfecta: la abuela de España al frente del mando a distancia.
Según el documental, los programas de entretenimiento sirven para adoctrinar: “Lo que no llega por información, llega por diversión”. En la versión Hazte Oír, MasterChef es la nueva Pravda.

De Venezuela a Marruecos: el comercio internacional del alma

La sección internacional del documental se abre con los viajes del Falcón. República Dominicana, Venezuela, Santo Domingo… La geografía del socialismo tropical. “Los viajes no son casuales”, asegura un experto. “Caracas está a cuarenta minutos.”
De pronto, aparece la trama de Delcygate: maletas misteriosas, salas VIP, fotos, y la eterna pregunta: ¿qué había dentro de esas maletas? Oro, secretos, o —según la teoría más poética— el alma de la izquierda española.

En paralelo, se menciona el supuesto nexo entre Begoña Gómez, Air Europa y Víctor de Aldama. En la versión Hazte Oír, hasta un billete de avión es una prueba de conspiración internacional.
La frase final de esa parte lo resume todo: “Todo está conectado.” Uno imagina un corcho gigante en la pared de la productora, con hilos rojos uniendo a Sánchez, Delcy, Maduro, Huawei y la sauna Adán.

Interior, narcos y Guardia Civil: cuando el guion ya no da para más

El clímax llega con Grande-Marlaska, presentado como el “juez caído”. Según el documental, el Ministerio del Interior se ha convertido en un parque temático de la incompetencia. Se acusa al gobierno de desmantelar unidades policiales, desactivar la lucha antidroga y perseguir a los héroes de la UCO, convertidos en los nuevos Vengadores de la democracia.

El espectador ya está exhausto, pero el documental no: aún falta Leire, la espía de correos. En un giro digno de telenovela, se la presenta como la mujer que entregó un pen drive con los vídeos de la sauna al mismísimo PSOE. El pendrive, al parecer, tiene el poder de derribar gobiernos. O de reiniciar ordenadores muy lentos.

Epílogo: Venezuela, pero con caña y tapas

En su recta final, Sánchez, S.A. advierte que “España está al borde de convertirse en Venezuela”. Lo dicen con la solemnidad de quien anuncia el fin del mundo, aunque sin arepas. “La democracia la sostienen tres o cuatro periodistas, la UCO y un puñado de jueces”, sentencia una voz grave.
Algunos espectadores podrían pensar que eso es una descripción bastante ajustada del siglo XXI; otros, que Hazte Oír necesita vacaciones.

El documental se despide con música de suspense y una idea central: Sánchez no solo gobierna España, sino que la posee en usufructo. Ha colonizado las instituciones, comprado los medios, silenciado a la oposición y, probablemente, reorganizado los planetas. Una gesta solo comparable a la de Napoleón o a la de quien intenta hacer teletrabajo con conexión de Movistar.

La sátira dentro de la sátira

La ironía del documental es que, en su intento de denunciar un supuesto “estado totalitario”, termina retratando una caricatura tan desmesurada que convierte al protagonista en superhéroe.
Si todo lo que dice fuera cierto, Sánchez habría logrado lo que ni Franco ni Thanos: controlar la justicia, los medios, el clima, el correo y las saunas familiares.
Un líder que se autopromociona con manuales de resistencia y viaja en Falcón como quien coge el metro. Un emprendedor del poder, un influencer del Estado, un Elon Musk de la Moncloa.

Hazte Oír lo presenta como villano, pero sin quererlo le regalan la épica: un hombre solo contra todos, con enemigos por doquier y un talento insuperable para sobrevivir. El documental termina, pero el personaje queda: sonriente, impasible, dispuesto a seguir gestionando su gran empresa, Sánchez, S.A.

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