Irene Montero llorando

Madrid. – El presidente Pedro Sánchez, siempre dispuesto a convertir cualquier asunto internacional en un experimento de laboratorio político, ha anunciado una batería de nuevas medidas contra Israel que, según Moncloa, “harán historia en la diplomacia europea”. La idea principal: que España pase a ser la primera nación del mundo en imponer sanciones no en euros ni en armas, sino en cestas de Navidad con turrón caducado del supermercado DIA.

El plan de Sánchez se presenta como “justo, equilibrado y muy progresista”, pero en el Congreso ya ha chocado con la oposición menos esperada: los cuatro diputados de Podemos. Sí, esos cuatro irreductibles que sobreviven como tribu política en una cueva del hemiciclo, custodiando su bandera morada y un termo con café reciclado.

Según fuentes parlamentarias, las medidas de Sánchez incluían:

  1. Retirar la embajada española de Tel Aviv y mudarla a Benidorm “para ahorrar en alquiler”.
  2. Sustituir la cooperación militar por torneos de parchís entre diplomáticos.
  3. Imponer un impuesto revolucionario al falafel israelí importado a España.
  4. Obligar a Netanyahu a ver en bucle todos los discursos de Patxi López en el Congreso como medida de presión psicológica.

Los diputados de Podemos, lejos de aplaudir la ocurrencia, se mostraron indignados. “Esto no es justicia, esto es un insulto. ¿Dónde está el reparto equitativo de hummus y la creación de un pasaporte palestino válido en Lavapiés?”, declaró uno de ellos mientras hojeaba un manual de autoayuda titulado Cómo seguir pareciendo relevante en la política española.

El choque en el hemiciclo

La sesión parlamentaria fue, como siempre, un espectáculo digno de ser retransmitido en prime time. Sánchez, con su clásica mirada de “yo ya he ganado esta discusión aunque no me hayas escuchado”, defendió sus medidas asegurando que “España no puede permanecer de brazos cruzados mientras el mundo espera a que yo resuelva este conflicto”.

A su lado, los ministros asentían con la solemnidad de quien está pensando en la cena. Sin embargo, los cuatro diputados podemitas levantaron pancartas improvisadas hechas con cartones de Amazon en las que se leía: “Sin hummus no hay paz” y “Lo justo es que Israel pague con suscripciones gratuitas a Filmin”.

La presidenta del Congreso, Francina Armengol, intentó mediar sugiriendo que se aprobara una enmienda con menús veganos solidarios. La propuesta, como era de esperar, se perdió entre las risas de los ujieres.

El drama podemita

El problema de fondo no es solo Israel ni Palestina: es que Podemos tiene alergia a la palabra “justo” cuando no viene acompañada de un panfleto de 40 páginas. Para ellos, cualquier medida que no incluya un referéndum popular en Vallecas, la autogestión de los huertos urbanos y la nacionalización de los kebabs, es automáticamente “insuficiente”.

Uno de los diputados morados, visiblemente emocionado, declaró ante la prensa:

“Sánchez no entiende que la verdadera justicia sería expropiar Mercadona y entregar todo el tahini directamente al pueblo palestino. Lo suyo son migajas diplomáticas. Esto es como cuando te prometen pan integral y te dan pan de molde del malo.”

La reacción internacional

Mientras tanto, en Israel y Palestina las medidas fueron recibidas con una mezcla de sorpresa y desconcierto. “No entendemos muy bien qué significa que Sánchez quiera sustituir nuestras armas por partidas de parchís, pero le deseamos suerte”, declaró un portavoz israelí entre carcajadas.

Desde Gaza, un representante palestino dijo que lo de las cestas de Navidad no les solucionaba nada, pero al menos “los turrones caducados pueden servir de ladrillos para reconstruir viviendas”.

Conclusión

La jugada de Sánchez lo vuelve a situar en su terreno favorito: el de ser el protagonista absoluto, aunque sea con ideas disparatadas que ni los suyos entienden. Y los cuatro diputados de Podemos, fieles a su guion, se convierten en los niños de la fiesta que protestan porque el payaso no trajo globos biodegradables.

En definitiva: el presidente ha conseguido lo imposible, que todos hablen de él, que Israel se ría, que Palestina mire raro, y que Podemos siga demostrando que su concepto de “justicia” pasa más por la carta de un restaurante vegano que por la política internacional.

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