En una España donde la libertad de expresión se mide por la cantidad de veces que uno puede ofender a la Iglesia Católica sin ir a prisión, la reciente controversia con la humorista Lalachus ha desatado una nueva ola de indignación entre los ultracatólicos.
Todo comenzó hace años con la famosa procesión del “coño insumiso”, una manifestación feminista que, en un acto de supremo atrevimiento, desfiló por las calles de Sevilla con una vagina gigante, algo que evidentemente no le sentó bien al panteón cristiano. Pero, como si de una película de terror se tratara, el delito de ofensa religiosa ha resucitado de sus cenizas, más fuerte y vengativo que nunca.
Lalachus, conocida por sus chistes que hacen sangrar los oídos de los más conservadores, cometió el pecado imperdonable de mostrar una estampa del Sagrado Corazón de Jesús con la cara de la vaquilla de Grand Prix durante la retransmisión de las campanadas de Nochevieja. ¡Sacrilegio en horario estelar! Las asociaciones de ultracatólicos, con su radar para la ofensa afinado al milímetro, han saltado como un resorte, denunciando a la humorista y al mismísimo presidente de RTVE por un delito contra los sentimientos religiosos.
Según fuentes de la Asociación Española de Abogados Cristianos, “es inadmisible que en un país donde se respeta la religión, se permita semejante burla”. Sin embargo, hay quien sostiene que si Cristo multiplicó los panes y los peces, seguro que estaría encantado de compartir risas, incluso si estas incluyen a una vaquilla televisiva.
El Gobierno, en un intento de calmar las aguas, ha prometido reformar el delito de ofensa religiosa para 2025, lo que básicamente significa que seguirán muchos más años de telenovelas judiciales para deleite de los medios. Mientras tanto, la sociedad española sigue debatiendo si es más ofensivo un chiste sobre el Sagrado Corazón o el hecho de que el delito de ofensa religiosa siga existiendo en un país supuestamente laico.
En resumen, de “coño insumiso” a Lalachus, el paisaje jurídico español parece más una comedia de enredo que un sistema de justicia, donde la verdadera ofensa es la falta de humor… o tal vez, el exceso de él