El Gran Fiasco Galáctico de Disney: Elio y su Obsesión Ideológica
Oh, Disney. Querido, adorado Disney. La Casa del Ratón, donde los sueños se hacen realidad, los cuentos de hadas brillan y, al parecer, cada película animada debe ahora servir como púlpito para agendas sociales. Abróchense los cinturones, amigos, porque nos sumergimos en la catástrofe cósmica que es *Elio*, el último intento de Pixar por ir audazmente donde ninguna película infantil debería ir. Según una jugosa revelación de *The Hollywood Reporter* (citada por That Park Place), *Elio* estaba originalmente concebida como la historia de un niño de 11 años “codificado como queer”, con camisetas rosas, shows de “trash-ion” y una decoración de cuarto que insinuaba un crush masculino. Pero, alerta de spoiler: las audiencias de prueba echaron un vistazo a esta visión centelleante y dijeron, “No, gracias, pasamos”. Y así, Disney corrió a pulir los bordes, solo para entregarnos un fracaso de taquilla tan espectacular que merece su propia constelación. Y, por si fuera poco, la obsesión de esta gente por meterle ideología a los niños es, francamente, una locura de proporciones intergalácticas.
El Gran Plan Queer-Coded de *Elio*
Vamos a retroceder un segundo. Según el artículo de That Park Place, *Elio* iba a ser la gran apuesta de Pixar para introducir un personaje principal “queer-coded” en el panteón de la animación infantil. ¿Qué significa “queer-coded”? Bueno, es ese arte sutil (o no tan sutil) de llenar a un personaje con estereotipos y señales visuales que gritan “¡miren, este niño es diferente!” sin decirlo explícitamente. En el caso de Elio, nuestro pequeño héroe intergaláctico iba a lucir camisetas rosas, obsesionarse con un reality show llamado “Trash-ion” (porque nada dice “niño de 11 años” como un amor por reality shows de moda, ¿verdad?) y decorar su cuarto con pósters que insinuaban un enamoramiento por otro chico. La idea era clara: Disney y Pixar querían que Elio fuera un faro de representación para los niños, un guiño a la comunidad queer envuelto en un paquete de ciencia ficción apto para toda la familia.
Pero, ay, amigos, las cosas no salieron como esperaban. Las audiencias de prueba, esas personas comunes y corrientes que Disney invita para que opinen sobre sus películas antes del estreno, levantaron las cejas hasta la órbita. “¿Qué es esto?”, debieron preguntar, probablemente mientras se rascaban la cabeza y miraban con desconcierto a sus hijos. “¿Por qué este niño de 11 años parece estar en una misión para explorar su identidad sexual en lugar de, no sé, salvar el universo?” Y así, Disney, en un ataque de pánico corporativo, decidió retroceder. Sacaron las tijeras, cortaron las señales más obvias de “queer-coding” y entregaron una versión más “neutral” de *Elio*. Porque, claro, nada dice “autenticidad artística” como ceder ante las críticas de un grupo focal.
El Flop Cósmico
Ahora, podrías pensar que este cambio de rumbo salvaría a *Elio* de la ruina. Después de todo, Disney es el rey Midas de la animación, ¿no? ¡Error! A pesar de los esfuerzos por hacer la película más “apta para todos los públicos”, *Elio* se estrelló en la taquilla como un meteorito en un campo de maíz. Las cifras no mienten: la película recaudó una fracción de lo que Pixar esperaba, convirtiéndose en uno de los mayores fracasos de la compañía en años. ¿Por qué? Bueno, tal vez porque, incluso sin el “queer-coding”, la película seguía siendo un batiburrillo confuso de ideas recicladas, personajes olvidables y una trama que parecía escrita por una IA con un mal día. O tal vez, solo tal vez, el público está empezando a cansarse de que Disney les venda sermones envueltos en CGI.
Pero no nos desviemos. El verdadero chiste aquí no es solo que *Elio* fracasara, sino que Disney pensó que meterle una agenda ideológica a una película para niños de 11 años era una idea brillante en primer lugar. ¡Qué audacia! ¡Qué valentía! ¡Qué absoluta desconexión con la realidad! Porque, claro, cuando los padres llevan a sus hijos al cine a ver una película sobre un niño que viaja al espacio, lo que realmente quieren es un tratado sobre identidad de género. “Cariño, olvida los extraterrestres y las naves espaciales, ¿qué tal si hablamos de los sentimientos de Elio por ese póster de un chico en su cuarto?” Dicho y hecho, Disney.
La Obsesión Ideológica: Una Locura Estelar
Hablemos de la verdadera locura aquí: la obsesión de Disney por convertir cada película en una lección de moral moderna. No me malinterpreten, la representación es importante. Las historias deben reflejar la diversidad del mundo, y todos merecen verse en la pantalla. Pero hay una diferencia entre contar historias auténticas y usar a los niños como lienzos para pintar agendas adultas. Disney parece pensar que su trabajo no es solo entretener, sino reeducar a las masas, especialmente a las más pequeñas. Y si eso significa sacrificar una buena historia en el altar de la corrección política, que así sea.
*Elio* es solo el último ejemplo de esta cruzada. Antes tuvimos *Lightyear*, donde Disney se aseguró de incluir un beso entre dos mujeres, porque nada dice “película para niños” como un momento diseñado para generar titulares en redes sociales. Luego está *Elemental*, que intentó ser una metáfora sobre la inmigración y las relaciones interraciales, pero terminó siendo un revoltijo de clichés que no conectó con nadie. Y no olvidemos *Strange World*, otro intento de Disney por meter temas de diversidad sexual en una película que, sorpresa, también fracasó en taquilla. ¿Ven el patrón? Disney no está contando historias; está marcando casillas en una lista de “temas progresistas que debemos incluir”.
Y lo más irónico es que estas películas no solo fracasan en taquilla, sino que también alienan a una gran parte de su audiencia. Los padres no son tontos. Saben cuando les están vendiendo una agenda en lugar de una historia. Y los niños, benditos sean, solo quieren ver extraterrestres, dragones o princesas, no sentarse a descifrar simbolismos sobre identidad. Pero Disney, en su infinita sabiduría, parece pensar que su misión es convertir cada película en un campo de batalla cultural. ¿El resultado? Películas como *Elio*, que intentan ser todo para todos y terminan siendo nada para nadie.
¿Por Qué No Funciona?
Volvamos a *Elio*. La idea de un niño “queer-coded” podría haber sido interesante en una película para adolescentes o adultos, donde hay espacio para explorar temas complejos. Pero en una película para niños de 11 años, feels like a stretch. Los niños no están pensando en su orientación sexual mientras juegan con sus naves espaciales de juguete. Están pensando en, no sé, ¿pizza? ¿Videojuegos? ¿Cómo convencer a sus padres de que les compren un perro? Forzar estos temas en una audiencia que no está lista para ellos no es progreso; es torpeza.
Y luego está el tema del “queer-coding” en sí. Si Disney quería un personaje queer, ¿por qué no hacerlo explícito? ¿Por qué esconderlo detrás de camisetas rosas y reality shows ficticios? La respuesta es obvia: querían la medalla de la representación sin el riesgo de ofender a nadie. Es el clásico movimiento de Disney: dar un pasito hacia adelante y dos hacia atrás. Quieren el aplauso de los activistas, pero también el dinero de las familias conservadoras. Y al final, no contentan a nadie. Los activistas se quejan de que la representación es demasiado sutil, las familias se quejan de que es demasiado obvia, y la película se hunde en un agujero negro de indiferencia.
La Lección que Disney No Aprenderá
*Elio* es un recordatorio de que Disney necesita bajarse de su pedestal ideológico y volver a lo que mejor sabe hacer: contar historias. Historias que emocionen, que inspiren, que hagan reír y llorar. Historias que no sientan como un discurso de TED Talk para preescolares. Pixar solía ser el maestro de esto, con películas como *Toy Story*, *Up* y *Inside Out*, que tocaban temas profundos sin sacrificar la magia. Pero en algún momento, alguien en Disney decidió que la magia no era suficiente. Ahora, cada película debe ser una declaración, un manifiesto, una bandera ondeando en el viento.
Y mientras tanto, los niños solo quieren ver a un niño viajar al espacio y pelear con extraterrestres. No quieren analizar el significado de un póster en la pared o preguntarse por qué Elio está tan obsesionado con “Trash-ion”. Quieren diversión, aventura, risas. Pero Disney parece haber olvidado cómo hacer eso sin meter un sermón de por medio.
Conclusión: El Futuro de Disney en la Órbita del Fracaso
*Elio* es más que un fracaso de taquilla; es un síntoma de un problema más grande. Disney ha perdido el rumbo, atrapado en una órbita de autocomplacencia donde cree que puede dictar lo que el público debe pensar. Pero el público no es estúpido. Los padres no quieren que sus hijos sean adoctrinados en el cine, y los niños no quieren lecciones de vida envueltas en animación. Quieren historias, y Disney parece haber olvidado cómo contarlas.
Así que aquí estamos, riéndonos del desastre estelar que es *Elio*. Una película que intentó ser un faro de progreso, pero terminó siendo un recordatorio de que no puedes forzar una agenda en una audiencia que solo quiere pasarla bien. Disney, toma nota: deja de tratar de reeducar a los niños y vuelve a hacer lo que mejor sabes hacer. Porque si sigues por este camino, el próximo flop no será solo una película; será todo tu legado. Y eso, amigos míos, sería la verdadera tragedia intergaláctica.
«En un mundo donde todos toman la vida demasiado en serio, el Diario ASDF nos recuerda que apretar fuerte los dientes es la mejor forma de mantener la cordura.»
~ Atribuida a un anónimo lector del Diario ASDF, siglo XIV.
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