¡Oh, el Instituto Cervantes, guardián de la lengua de Cervantes, Lorca y Shakira (mal que le pese a Piqué, cotilleo: a Piqué no le gustaba que la Shaky no aprendiera catalán), ha recibido un coscorrón burocrático en las frías salas de Bruselas! El 3 de julio de 2025, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dio un portazo a los recursos del Instituto Cervantes y del Gobierno español, confirmando que el contrato para enseñar español en las instituciones europeas se lo llevaba el grupo belga Centre de Langues-Allingua (CLL). ¿La razón? La calidad primaba, y aunque el Cervantes ofrecía sus servicios por unos módicos 2,67 millones de euros —un chollo comparado con los 3,47 millones de CLL—, los belgas sacaron un 94 en calidad frente al triste 82 del Cervantes. ¡Ay, dolor! Parece que los belgas conjugan el subjuntivo con más garbo que nuestros profesores. Seamos serios esto nos debería hacer reflexionar…y si te estoy señalando a ti María “organisación” Jesús Montero…a ver te aclaras con el acento, guapa, y luego lo vemos.


Mientras tanto, el Ejecutivo español, en un alarde de prioridades, andaba gastando sus energías diplomáticas en Bruselas pidiendo que el catalán, el euskera y el gallego sean reconocidos como lenguas cooficiales en la UE. ¡Olé por la diversidad! Pero, ¿y el español? , el español quedaba en segundo plano. Un idioma de 500 millones de corazones, fue derrotado por un grupo con nombre de academia de extrarradio.

Parece que el Cervantes, bajo el mando de Luis García Montero (no hay lazos familiares comprobados), quedó como el primo olvidado en la boda, con su presupuesto de 200 millones de euros y sueldos que oscilan entre 90.000 y 140.000 euros para sus empleados. ¡Por ese precio, cada profesor debería recitar la Celestina de memoria en tres acentos distintos!

Nuestro director, el poeta granadino Luis García Montero (no son familia, de verdad….que yo sepa), debe estar hojeando sus versos en busca de una rima que explique este desastre. Nombrado por el PSOE en 2018, tras la pérdida de su esposa, la icónica Almudena Grandes, García Montero (no no es hermano ni primo de las otras Monteros, por lo menos de forma oficial) ha sido acusado en las redes —ese circo romano digital— de desviar el rumbo del Cervantes hacia eventos que parecen más un mea culpa histórico que una defensa del español. ¿”Desconquista”? ¿”Descolonización”? Algunos tuiteros, con la furia de quien ve su paella quemada, lo acusan de alimentar la “leyenda negra” mientras los belgas nos roban el contrato.

Y por si fuera poco, el culebrón de París, el gobierno cedió la sede del Cervantes, valorada en 15 millones de euros, al PNV, y encima pagará un alquiler anual de un millón. ¡Un negocio digno de un guion de Almodóvar!

En las redes, la palabra “golfada” resuena como un eco, y no es para menos. ¿Qué sigue? ¿Regalar la Caja de las Letras para abrir un museo de la fabada asturiana?

Mientras tanto, el Cervantes sigue su cruzada cultural: rehabilita sedes en Casablanca, ofrece descuentos en cursos online por el Mes del Orgullo y guarda legados en la Caja de las Letras como si fueran cápsulas del tiempo para alienígenas. Pero, querido Luis, poeta de versos profundos y viudo de una gigante literaria, quizás sea hora de un cambio de rumbo. ¿Qué tal invitar a los jueces del TJUE a una clase de flamenco en Granada, con una paella y una lectura dramatizada de La casa de Bernarda Alba? Si eso no los convence de que el español es el idioma del corazón, que los belgas nos conquisten con sus gofres. Total, en Bruselas, el chocolate siempre gana.

Nota del autor: Este artículo es sátira. Si alguien se siente ofendido, que recite el Cantar de Mío Cid, el original nada de adaptaciones, bajo la luna para recuperar el ánimo.



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