Madrid, 6 de noviembre — La reciente desestimación de la demanda interpuesta por Dani Esteve, fundador de la empresa Desokupa, contra el periodista Fonsi Loaiza ha generado una inesperada ola de reacciones mediáticas. La denuncia, originada después de que Loaiza se refiriera a Esteve como “nazi” en redes sociales, concluyó con una resolución judicial que rechaza las pretensiones del demandante y, además, le obliga a asumir el pago de las costas procesales, un gesto que en el lenguaje jurídico equivale a decir: “Este asunto no merecía haberse traído hasta aquí”.
Sin embargo, más allá del resultado legal, el foco mediático ha virado hacia una nueva fricción: la ausencia de Loaiza y de su abogado en el programa «En Boca de Todos», programa que sí invitó al abogado de Dani Esteve para comentar la sentencia. Para Loaiza, esa decisión televisiva no es casual: es una forma de encuadrar la historia de manera ventajosa para la parte perdedora.
O dicho en palabras textuales del periodista:
«Se habla de mí, sobre mí, contra mí, pero sin mí.»
Hoy en Cuatro de Mediaset han llevado al abogado Xaime da Pena del ultraderechista Dani Esteve de Desokupa tras perder un juicio contra mí. No me han llevado ni han contactado conmigo ni con mi abogado. Menos mal que él por sí solo ya hace el ridículo así.
Lo cual, en términos mediáticos, es una ofensa equivalente a no aparecer en la foto de grupo después de marcar el único gol de tu equipo.
La Demanda: un recorrido breve pero ruidoso
Todo comenzó meses atrás, cuando Loaiza, habitual en redes por sus denuncias sobre casos deportivos, políticos y empresariales, describió públicamente a Esteve como “nazi”. La acusación no pasó desapercibida, y Esteve decidió emprender acciones legales, convencido de que había sido víctima de una injuria grave.
Sin embargo, el tribunal ha dictaminado que el término, aunque contundente, se enmarca dentro del contexto de crítica pública y confrontación ideológica, en el competitivo ecosistema de la polémica digital. Dicho más claro: que en redes sociales la expresión es tan frecuente como “ladrón” en un debate futbolero o “manipulación” en cualquier tertulia política.
Por ello, la demanda fue desestimada.
Y con ello llegó el momento más delicado: el pago de las costas.
Una especie de factura tras la factura.
La Televisión entra en escena
La historia podría haber terminado en ese punto si no fuera porque el caso aterrizó —como tantos otros asuntos polémicos— en la televisión. El programa «En Boca de Todos», conocido por su ritmo acelerado y su habilidad para convertir cualquier noticia en un debate inflamado, decidió cubrir el tema en directo.
Sin embargo, en el reparto de invitados, se tomó una decisión que ha dado pie a la polémica:
- Se invitó al abogado de Dani Esteve.
- No se invitó a Fonsi Loaiza.
- Ni tampoco a su abogado.
- Ni siquiera a alguien que pudiera simular ser él con gafas, barba y tono indignado.
Para Loaiza, esta exclusión fue premeditada. Según su interpretación, la decisión tenía como objetivo darle al tema un encuadre narrativo favorable a Esteve o, al menos, más cómodo para el público general.
Loaiza ha denunciado lo que considera una “estrategia de invisibilización”.
Palabras fuertes, aunque todavía más fuerte fue el hecho de que el asunto se volvió viral… sin necesidad de que él apareciera en televisión.
Una incómoda realidad mediática: la relevancia o la desaparición
La reacción del periodista ha sido inmediata, larga y ampliamente distribuida: mensajes, hilos, vídeos cortos, declaraciones en directo en plataformas digitales, y capturas de pantalla cuidadosamente seleccionadas.
Para algunos analistas de tertulia (esa especie que vive en estudios de televisión y sale sólo a repostar café), la queja de Loaiza no es solo por un asunto de justicia mediática, sino por algo más profundo:
La relevancia es la moneda del presente.
Quien no aparece, no existe.
Quien no existe, no vende libros.
Y Fonsi Loaiza tiene libros que vender.
No es ninguna novedad que el periodista está en plena campaña de visibilidad asociada a sus investigaciones y publicaciones críticas sobre las élites deportivas y económicas españolas, en particular la figura de Florentino Pérez. Sus libros, conferencias y apariciones giran alrededor de un eje común: la denuncia de estructuras de poder opacas.
Y si algo hemos aprendido de la historia cultural reciente es que:
La polémica es el mejor departamento de marketing.
La ausencia en televisión, paradójicamente, puede funcionar como gasolina narrativa si se administra correctamente en redes.
Y Loaiza lo está administrando con precisión quirúrgica.
¿Defensa ideológica o autopromoción narrativa?
Los seguidores del periodista lo defienden con fervor: argumentan que Loaiza es una de las pocas voces dispuestas a enfrentarse a figuras poderosas sin miedo a repercusiones. Su papel, sostienen, es incomodar.
Sus detractores, en cambio, lo acusan de instrumentalizar cada conflicto para reforzar su personaje público como “periodista combativo y excluido por los medios tradicionales”.
Ambas cosas pueden ser ciertas al mismo tiempo.
Y, de hecho, probablemente lo son.
Loaiza necesita el foco para potenciar su mensaje.
Y su mensaje necesita conflicto para no diluirse.
El circuito se retroalimenta.
El ciclo continúa.
El verdadero ganador del conflicto
Desde un punto de vista estrictamente judicial, el resultado es claro:
- La demanda de Esteve ha sido desestimada.
- Esteve deberá pagar las costas del procedimiento.
- Loaiza sale reforzado.
Desde un punto de vista mediático, el resultado es aún más evidente:
- Loaiza ha vuelto al centro del debate, incluso sin tener que ir a televisión.
Y desde un punto de vista comercial:
- Su próximo libro verá un repunte de búsquedas en Google.
Como diría cualquier experto en comunicación contemporánea:
“La guerra simbólica siempre es más rentable que la jurídica.”
Conclusión (que no es final)
Lo que queda claro es que este episodio no se cerrará aquí.
Ya se preparan más entrevistas.
Más respuestas.
Más directos.
Más titulares.
Más capturas.
Y, sobre todo, más simulaciones de combate ideológico.
Porque en la España mediática contemporánea, el conflicto no se resuelve, solo se administra.
Y Loaiza —para bien o para mal— es uno de sus mejores administradores.
