Lo que comenzó como una broma para su gato asmático terminó convirtiéndose en el fenómeno cinematográfico más rentable desde Los Vengadores. Ni Spielberg lo vio venir.
El origen de la “Gatucinemanía”
En 2016, mientras el mundo debatía si los Fidget Spinners eran el nuevo opio de los millennials o simplemente un trozo de plástico caro, un hombre llamado Florencio Peláez, técnico de sonido jubilado y criador amateur de caracoles vietnamitas, tuvo una epifanía en bata y pantuflas.
“Estaba viendo Titanic por enésima vez”, explica Florencio, “y cuando Rose decía eso de ‘nunca te dejaré, Jack’, mi gato Michifu se tiró un pedo. En ese momento lo supe: el cine necesitaba más gatos. Y menos DiCaprio”.
Así comenzó su odisea. Con un portátil de 2007, una cuenta pirata de Adobe Premiere y más tiempo libre que un opositor en agosto, Florencio empezó a recortar escenas icónicas del cine mundial y reemplazar a los protagonistas por gatos haciendo cosas adorables. El resultado: El Padrino convertido en El Miauprino, donde Don Vito Corleone ronronea mientras un gatito juega con una bola de estambre sobre su escritorio.
El salto a la fama: “El club de la lucha de los gatos”
En sus inicios, los vídeos apenas sumaban diez reproducciones en YouTube, todas provenientes de su madre y una IA rusa confundida que pensaba que “gato” era un insulto. Sin embargo, todo cambió en 2020, cuando el algoritmo de TikTok decidió que la escena de El club de la lucha con gatos siameses merecía ser viral.
“Primera regla del Club de los Gatos: no hablamos del Club de los Gatos”, maullaba uno de los felinos con la voz de Brad Pitt. El vídeo acumuló 76 millones de reproducciones en una semana. Y Florencio, que hasta entonces sobrevivía vendiendo pósters de El Rey León con ojos de anime, se convirtió en el nuevo mesías del séptimo arte.
Películas “recatizadas” que han arrasado en taquilla
Desde entonces, Florencio —o “Don Gatonegro”, como se hace llamar en redes sociales— ha reeditado más de 80 películas bajo su sello MIAUsterpieces Studios. Entre los mayores éxitos de taquilla:
- Jurassic Purrk: Gatos gigantes rugen y se comen humanos de cartón piedra. Críticos afirman que es “más creíble que la última de Fast & Furious”.
- Paw Fiction: Una versión de Pulp Fiction con gatos callejeros bailando twist y discutiendo sobre croquetas gourmet.
- La Gatera de Schindler: Una desgarradora historia de gatos siameses salvados de una perrera municipal. Spielberg dijo que lloró. Luego demandó. Luego se hizo fan.
- Interestegato: Gatos astronautas en misiones intergalácticas con una banda sonora de ronroneos grabados en estéreo 4D. Nolan, celoso, juró que haría Tenet 2 con hurones.
Cines llenos, humanos ronroneando
“Llenamos salas en Berlín, Toronto, Osaka y Albacete”, asegura Florencio, ahora vestido con un poncho de alpaca y gafas de sol a lo Elton John. “La gente llora, ríe, se comunica por maullidos. Un tipo en Granada incluso se curó la ansiedad viendo Gladiador Felino”.
La experiencia es completa: las proyecciones incluyen mantitas, rascadores en los asientos y un intermedio donde asistentes disfrazados de veterinarios masajean las orejas del público.
Netflix intentó comprar los derechos, pero Florencio se negó: “Me ofrecieron 200 millones y una caja de arena de mármol, pero yo no vendo mis principios. Bueno, salvo si me incluyen una fuente de agua con luces LED”.
¿El cine del futuro?
Mientras Hollywood sigue reciclando remakes como quien calienta croquetas en el microondas, MIAUsterpieces ha demostrado que la clave no está en el guión, los efectos especiales ni en pagarle a The Rock 100 millones de dólares. No. La clave está en los gatos. En los bigotes. En las patitas.
“Mis películas no necesitan sentido”, afirma Florencio. “Solo necesitan ternura. Y un gato cayéndose de un sofá en cámara lenta”.
Próximos proyectos: “Gato Wars” y “Gatonator”
Florencio ya ha anunciado que su próxima gran apuesta será Gato Wars: El despertar de las bolitas de papel, una saga donde Darth Mauller y Luke Skywhisker se enfrentan por el control de la galaxia y del sofá.
Además, planea reversionar Terminator con un gato robótico que dice: “Volveré… a por más atún”.
La crítica se rinde ante el gatocine
Incluso los críticos más sesudos han bajado la guardia. Carlos Boyero, el azote del cine moderno, declaró: “Me resisto a admitirlo, pero cuando vi a ese gato vestido de Gandalf decir ‘¡No puedes pasar, maldito perro!’ sentí algo en mi pecho. Era emoción… o reflujo. No lo sé”.
Final feliz (con zarpazo incluido)
Hoy, Florencio vive en una finca en Cuenca con sus 23 gatos, su novia tailandesa (que cree que todo esto es una performance artística) y un robot que cambia la arena de las bandejas.
“Solo quiero que el mundo maúlle junto”, dice mientras acaricia a un gato vestido de Indiana Jones.
¿El futuro del cine? Puede que no tenga humanos. Pero sí tendrá ronroneos.
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