Madrid. Los integrantes de la conocida flotilla a Gaza han vuelto a protagonizar un episodio digno de manual de sátira política, aunque esta vez sin salir de la capital española. Según se ha confirmado, varios de sus miembros intentaron simular la travesía marítima en el estanque del Parque del Retiro, valiéndose de las clásicas barquitas de remo que suelen ocupar las familias los domingos soleados.
La expedición, que comenzó con aplausos de un reducido grupo de simpatizantes y un cámara con trípode prestado, duró apenas diez minutos. El motivo: “Nos es imposible, como animalistas, atravesar de forma violenta el hábitat natural de los patos del estanque”, declararon sus portavoces mientras regresaban, visiblemente cansados, a la orilla.
Una epopeya de agua dulce
Los organizadores habían anunciado con solemnidad que esta era “la travesía definitiva”, aunque no habían especificado que el punto de partida sería el embarcadero del Retiro. Con pañuelos palestinos atados a la cabeza y chalecos reflectantes del Decathlon, los activistas se embarcaron en tres barcas, ondeando banderas y coreando consignas.
El entusiasmo inicial fue contagioso: turistas japoneses grababan vídeos pensando que se trataba de un festival folclórico, mientras que un grupo de jubilados, ajenos a la protesta, se limitaba a comentar la técnica de remo, poco ortodoxa, de los protagonistas.
Pero pronto llegó la primera crisis diplomática: una bandada de patos cortó el paso de la flotilla, reclamando su derecho soberano a nadar en círculos sin ser molestados. Ante la mirada atónita de los viandantes, los activistas intentaron negociar a gritos, hasta que uno de ellos reconoció que el avance era imposible. “Ni Netanyahu habría sido tan duro como estas aves”, comentó con gesto resignado.
Declaraciones oficiales
La organización emitió un comunicado improvisado desde la terraza de un chiringuito del parque:
- Sobre la misión fallida: “Hemos demostrado que la resistencia pacífica es posible, aunque dure menos que una canción de reguetón”.
- Sobre los patos: “Reconocemos su derecho a la autodeterminación del estanque y pedimos al Ayuntamiento de Madrid que les conceda un estatuto de hábitat protegido”.
- Sobre el futuro: “Esto solo era un ensayo. El próximo intento lo haremos en el Manzanares, salvo que nos lo impidan las carpas”.
Reacciones ciudadanas
Las redes sociales no tardaron en reaccionar. En X (antiguo Twitter), los comentarios iban desde la ironía hasta el desconcierto:
- “Si no pueden con los patos del Retiro, ¿cómo van a cruzar el Mediterráneo?”
- “Me alegra que al menos no invadieran la barca de los novios que se estaban declarando en medio del estanque”.
- “Los patos de Madrid, únicos defensores serios de las fronteras acuáticas en España”.
Incluso el colectivo de barqueros del parque emitió una nota humorística: “Agradecemos a la flotilla la visibilidad que han dado a nuestro trabajo, pero pedimos que la próxima vez reserven con antelación y no intenten abordar las barcas ya ocupadas por turistas”.
El choque entre idealismo y realidad
Lo sucedido pone de relieve el choque entre el idealismo militante y la dureza de la vida real… incluso en aguas tranquilas. Los activistas habían preparado discursos contra el imperialismo, pero no calcularon el factor pato, que se ha revelado como una fuerza geopolítica inesperada.
Expertos en ornitología consultados señalan que los patos del Retiro “son extremadamente celosos de su espacio vital y reaccionan con firmeza ante cualquier intento de invasión anfibia”. De hecho, existe una teoría conspirativa según la cual los patos están entrenados por el Ayuntamiento como unidad de defensa hídrica frente a manifestaciones incómodas.
Próximos pasos
Los organizadores han confirmado que la experiencia será catalogada como “viaje de prueba”. En sus palabras: “La verdadera expedición está aún por llegar. Esto era solo un calentamiento simbólico, un recordatorio de que la lucha es constante, aunque los enemigos cambien de forma: a veces son gobiernos, otras veces… patos”.
No obstante, han advertido que en el próximo intento deberán ir con más cuidado y no olvidarse de lo esencial: el cargador del iPhone, los frappuccinos del Starbucks y, a ser posible, unas toallas secas.
Mientras tanto, el estanque ha recuperado su calma habitual, con los patos nadando victoriosos y los turistas haciendo cola para la siguiente barca. La flotilla, por su parte, se retiró estratégicamente al bar de la esquina, donde planificaron nuevas rutas con cerveza y patatas bravas.
Conclusión
El fallido intento de cruzar el Retiro en barca no solo ha dejado una imagen cómica para la posteridad, sino que también confirma una verdad universal: los grandes gestos políticos no siempre necesitan océanos para fracasar; basta con un estanque y un par de patos testarudos.