*La Derecha Diario* publicó en X una acusación alarmante: una maestra en Estados Unidos habría obligado a niños de 10 años a ver repetidamente un video del supuesto asesinato de Charlie Kirk, un destacado activista conservador, y les habría dicho que “lo merecía”. Esta noticia, acompañada de una imagen que muestra un aula con la bandera estadounidense y el rostro de Kirk, ha desatado una ola de indignación en las redes sociales, reflejando un debate más amplio sobre el sectarismo ideológico y su impacto en la sociedad. La frase “no te llaman fascista por serlo, te llaman fascista para matarte”, citada por Una Alienada , encapsula una percepción creciente de que el sectarismo izquierdista utiliza etiquetas deshumanizantes como pretexto para justificar violencia y odio.

El reporte de *La Derecha Diario* describe un acto que, de ser cierto, constituye una violación grave de los principios educativos y éticos.

Según la publicación, la maestra no solo expuso a niños vulnerables a contenido violento, sino que lo legitimó con una afirmación que normaliza el asesinato de una figura pública por sus creencias políticas. La elección de Charlie Kirk, fundador de Turning Point USA y una voz prominente del conservadurismo estadounidense, como objetivo de esta narrativa sugiere un ataque deliberado contra un símbolo de la derecha. La bandera estadounidense en la imagen podría interpretarse como un intento de contrastar los valores nacionales con lo que se presenta como una traición a esos mismos ideales.

Las reacciones en X reflejan la gravedad percibida del incidente. Usuarios como @LeonAbrazoVLLC y @gabriel_niux lo calificaron de “tortura mental” y “adoctrinamiento”, mientras que @MikeTv05 y @CordovaSyd exigieron sanciones severas, incluyendo el encarcelamiento.

El sectarismo, entendido como la adhesión rígida a una ideología acompañada de hostilidad hacia los disidentes, tiene bases psicológicas que trascienden el espectro político. Estudios en psicología social, como los de Altemeyer (1981) sobre el autoritarismo, sugieren que tanto la izquierda como la derecha pueden exhibir rasgos autoritarios cuando sus creencias se radicalizan. En el caso de la izquierda, esta tendencia puede manifestarse en una búsqueda obsesiva de igualdad que justifica la eliminación de opositores percibidos como obstáculos. La maestra del incidente, podría haber actuado bajo esta mentalidad, viendo a Kirk como un enemigo que merecía ser vilipendiado, incluso ante niños.

La frase “no te llaman fascista por serlo, te llaman fascista para matarte” apunta a un mecanismo de deshumanización clave en el sectarismo. Al etiquetar a alguien como fascista, un término históricamente asociado con el horror del nazismo, se le priva de su humanidad, facilitando la aceptación de violencia en su contra.

La frase de @IamFlooxy pone de manifiesto el peligro de esta dinámica: el lenguaje se convierte en un arma letal. Llamar fascista a alguien no es solo una crítica ideológica; en el contexto sectario, es una sentencia de muerte moral o física. Este comportamiento no solo refleja una falta de tolerancia, sino una incapacidad para reconocer la complejidad humana, reduciendo a las personas a caricaturas de sus creencias políticas

La publicación de @libsoftiktok, que a menudo destaca casos de adoctrinamiento en escuelas, refuerza esta narrativa, presentando a la educación como un campo de batalla donde el sectarismo se inculca desde la infancia.


El sectarismo de la izquierda tiene precedentes históricos que iluminan su evolución. Desde la Revolución Francesa, donde los jacobinos justificaron el Reinado del Terror como necesario para la purificación revolucionaria, hasta el siglo XX con las purgas estalinistas y la Revolución Cultural china, la izquierda radical ha mostrado una disposición a sacrificar vidas y valores en nombre de una utopía. Estos movimientos compartían una característica común: la demonización de los “otros” como enemigos del progreso. En el caso de Kirk, su papel como líder conservador lo convierte en un blanco lógico para quienes ven al conservadurismo como una amenaza al avance progresista.

La publicación de @JaviXCubaLibre, que critica la hipocresía de la izquierda al condenar la violencia mientras la promueve en ciertos contextos, resuena con este patrón histórico. La izquierda contemporánea, según sus críticos, ha adoptado una retórica de victimización que encubre su propia agresividad sectaria. Este doble estándar se refleja en el supuesto comentario de la maestra, quien no solo mostró violencia, sino que la celebró, sugiriendo que el fin (la eliminación de una figura conservadora) justifica los medios (la exposición de niños a contenido traumático).


La psicología del desarrollo indica que los niños de 10 años están en una etapa de formación moral y emocional donde la exposición a la violencia, especialmente cuando se presenta como justificada, puede distorsionar su comprensión de la empatía y la justicia. Forzar a estos menores a ver un video de asesinato repetidamente y condicionarles a aceptarlo como merecido podría sembrar las semillas de cinismo, odio y trauma a largo plazo. Esto no solo afecta a los individuos, sino que amenaza el tejido social al perpetuar un ciclo de intolerancia.

Frente a este sectarismo, la sociedad debe buscar caminos de reconciliación. La educación, en lugar de ser un campo de batalla ideológico, debería fomentar el pensamiento crítico y el respeto mutuo. Esto requiere reformar los sistemas educativos para garantizar que los maestros sean supervisados y capacitados en ética, evitando que sus prejuicios personales influyan en los estudiantes. Asimismo, las plataformas como X podrían implementar medidas para reducir la difusión de narrativas inflamatorias, aunque esto plantea desafíos de libertad de expresión.

A nivel individual, los ciudadanos deben rechazar la tentación del sectarismo, promoviendo el diálogo en lugar del enfrentamiento. La muerte de Charlie Kirk, si ocurriera, debería ser un momento de reflexión, no de celebración o venganza. Solo a través de un esfuerzo colectivo para desmantelar las barreras tribales se puede restaurar un sentido de comunidad que trascienda las divisiones políticas.



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