En un universo donde los videojuegos AAA parecen empeñados en convertirse en seminarios de ética dictados por un bot de Twitter con un doctorado en quejas, Kim Hyung-tae, fundador de SHIFT UP y cerebro detrás de Stellar Blade, ha decidido plantarse como el héroe que la industria no sabía que necesitaba. Con la audacia de un caballero medieval enfrentándose a un dragón woke, Kim ha soltado una verdad que resuena como un martillo en el yunque: el trasero femenino es hermoso, y tratar de llenar los videojuegos de ideologías con aires de superioridad moral es la receta perfecta para arruinarlos. Sí, señores, mientras los gigantes AAA tiemblan ante la posibilidad de un hashtag furioso, SHIFT UP ha convertido el fan service en una bandera, y Stellar Blade en su manifiesto. Agárrense, que esta cátedra va para largo.
En una entrevista reciente con el portal surcoreano NAVER, Kim Hyung-tae no solo defendió el diseño voluptuoso de Eve, la protagonista de Stellar Blade, sino que lo elevó a la categoría de filosofía de diseño. “El trasero femenino es muy hermoso”, afirmó, con la calma de quien explica que el cielo es azul. Y antes de que los guardianes de la corrección política encendieran sus antorchas digitales, añadió un golpe maestro: los videojuegos no son el lugar para “difundir ideologías con sentimiento de superioridad”. En otras palabras, dejen de usar los juegos como púlpitos y devuélvannos la diversión. Porque, seamos honestos, ¿quién juega un título de acción para recibir un sermón sobre cómo debe pensar? Nadie, Kim. Nadie.
El caso de Stellar Blade es un ejemplo perfecto de esta rebelión contra el puritanismo que asfixia a la industria. Eve, la heroína del juego, no es solo una protagonista; es una declaración de intenciones. Con curvas que desafían las leyes de la física y un guardarropa que parece diseñado por un modista con un doctorado en provocación, Eve es todo lo que los AAA han olvidado: un personaje que no pide disculpas por ser atractivo, dinámico y, sobre todo, memorable. Mientras los grandes estudios rediseñan a sus heroínas para que parezcan maniquíes sin género, temerosos de ofender a un subcomité de Twitter, SHIFT UP abraza sin complejos la estética del fan service. Y no, no hay excusas narrativas al estilo NieR: Automata, donde el diseño sexy de 2B se justifica con un trasfondo existencial. En Stellar Blade, el fan service es puro, descarado y gloriosamente honesto.
Pero no nos equivoquemos: Kim Hyung-tae no está simplemente poniendo traseros en pantalla porque sí. Hay un método en su aparente locura. Como él mismo explicó, en los juegos en tercera persona, los jugadores pasan horas mirando la espalda del personaje. ¿Por qué, entonces, no hacer que esa vista sea agradable? Es una lógica tan simple que roza lo revolucionario en una industria obsesionada con evitar cualquier cosa que pueda interpretarse como “problemática”. Kim no está descubriendo la pólvora; está recordándonos algo que los videojuegos sabían en los años 90 y 2000: la estética importa, y el atractivo visual no es un pecado, sino un arte. Desde Tomb Raider hasta Bayonetta, los juegos icónicos siempre han entendido que un personaje carismático, incluso si es sexualmente atractivo, puede ser el alma de una experiencia inolvidable.
Mientras tanto, los AAA parecen atrapados en una carrera hacia la irrelevancia. Títulos como Horizon Forbidden West o el rediseño de Lara Croft en 2013 han sido criticados por descafeinar a sus protagonistas en un esfuerzo por apaciguar a una minoría vocal que parece odiar todo lo que no encaja en su visión monocromática del mundo. El resultado son personajes que, en el afán de no ofender, terminan siendo insípidos, mundos abiertos que se sienten vacíos y narrativas que parecen escritas por un comité de recursos humanos. ¿Dónde quedó la audacia de los días en que los videojuegos se atrevían a provocar, a desafiar, a divertir sin pedir permiso? Los AAA, con sus presupuestos astronómicos, parecen haber olvidado que los jugadores no quieren sermones; quieren escapar, soñar, y sí, a veces, admirar un diseño que no se avergüence de ser sexy.
Stellar Blade, por otro lado, es un soplo de aire fresco en este desierto de corrección política. El juego no solo presume de una protagonista que combina fuerza y sensualidad, sino que también ofrece una jugabilidad sólida que mezcla combate hack-and-slash con elementos de soulslike. Los enemigos, aunque menos memorables que el trasero de Eve, están diseñados para desafiar al jugador, no para hacerle sentir culpable por disfrutar. Y los trajes, oh, los trajes. Desde atuendos futuristas hasta conjuntos que parecen sacados de un desfile de Victoria’s Secret en el espacio, cada diseño grita: “Esto es un videojuego, relájate y diviértete”. SHIFT UP no se disculpa por ello, y los jugadores, a juzgar por el éxito del juego, están más que agradecidos.
Kim Hyung-tae, con su franqueza brutal, ha tocado una fibra sensible. En un momento en que los estudios AAA parecen aterrorizados por las redes sociales, él ha decidido ignorar el ruido y apostar por lo que realmente importa: crear una experiencia que los jugadores quieran repetir. Y los números le dan la razón. Stellar Blade no solo ha sido un éxito comercial, sino que ha puesto a SHIFT UP en el mapa como un estudio que no teme desafiar las convenciones. Mientras los AAA gastan millones en cinemáticas que nadie ve y en campañas de marketing que intentan vender “inclusividad” como si fuera una característica jugable, Kim y su equipo han recordado a la industria que los videojuegos son, ante todo, entretenimiento.
Pero la cátedra de Kim va más allá de la estética. Su crítica a las ideologías en los videojuegos es un grito de guerra contra la tendencia de convertir cada medio de ocio en un campo de batalla cultural. Los juegos no necesitan ser tratados como tratados filosóficos; no son el lugar para resolver los problemas del mundo. Como dijo Kim, cuando los desarrolladores empiezan a usar los videojuegos para “difundir ideologías con sentimiento de superioridad”, pierden de vista su propósito: conectar con los jugadores, no adoctrinarlos. Y en un mundo donde cada decisión creativa parece pasar por un filtro de “¿es esto lo suficientemente inofensivo?”, esa honestidad es un acto de valentía.
En última instancia, Stellar Blade y la filosofía de Kim Hyung-tae son un recordatorio de que los videojuegos son arte, provocación y diversión. Mientras los AAA se ahogan en su propio puritanismo, estudios como SHIFT UP están demostrando que se puede ser atrevido, sexy y exitoso sin pedir perdón. Así que, brindemos por Kim, por Eve, y por ese trasero femenino que, según él, es “muy hermoso”. Porque en un mundo de ideologías grises y personajes insulsos, un poco de descaro y belleza es justo lo que necesitamos para salvar a los videojuegos del apocalipsis.
hasta aquí El Conejo Blanco