Madrid, 25 de abril de 2025 – En un giro que nadie pudo prever, salvo quizás los guionistas de las mejores sátiras políticas, las jornadas organizadas por VOX en el Congreso de los Diputados bajo el lema “Por la libertad de expresión” culminaron ayer con una propuesta tan audaz como coherente con el espíritu del evento: prohibir la palabra a los participantes de izquierda. La clausura, que prometía ser un canto a la pluralidad y al derecho a disentir, se convirtió en un monólogo de autocomplacencia que dejó a los asistentes –o al menos a los que aún permanecían en la sala– boquiabiertos.
El evento, que reunió a figuras destacadas del espectro conservador y ultraconservador, comenzó con un tono elevado. Los oradores, entre los que se contaban columnistas, influencers y algún que otro diputado con dotes para la oratoria, defendieron con fervor la necesidad de proteger la libertad de expresión frente a lo que denominaron “la dictadura de lo políticamente correcto”. El público, entregado, aplaudía cada mención a la “censura progresista” y coreaba frases como “¡Que nos dejen hablar!”. Sin embargo, la atmósfera de unidad se resquebrajó cuando, en un panel titulado “Diálogo sin fronteras”, un invitado de izquierda intentó tomar la palabra para ofrecer una perspectiva alternativa.
El osado participante, cuya identidad no ha sido revelada –quizás para protegerlo de convertirse en meme eterno–, apenas pudo articular dos frases antes de que un coro de abucheos lo silenciara. Fue entonces cuando un diputado de VOX, visiblemente inspirado por el momento, subió al estrado y propuso, con el aplomo de quien acaba de descubrir la rueda, que “la verdadera libertad de expresión consiste en escuchar solo a quienes están en lo cierto”. La moción, que incluía limitar las intervenciones de “los rojos, los woke y los que no entienden España”, fue recibida con una ovación que hizo temblar los muros del hemiciclo.
El resto de la jornada transcurrió sin mayores incidentes, principalmente porque los pocos asistentes de izquierda abandonaron la sala entre murmullos de incredulidad. Los organizadores, lejos de disculparse, defendieron la propuesta como “una defensa lógica del orden y la coherencia”. En un comunicado posterior, VOX aclaró que “la libertad de expresión es un derecho sagrado, pero no puede ser usado para difundir ideas que atenten contra los valores tradicionales”. Preguntado por si esto no contradecía el propósito mismo de las jornadas, el portavoz del partido se limitó a sonreír y a cambiar de tema.
Las reacciones no se hicieron esperar. En redes sociales, el hashtag #LibertadDeExpresiónVOX se convirtió en trending topic, con un aluvión de memes que comparaban el evento con un sketch de los Monty Python. Desde la oposición, las críticas fueron unánimes: “Es como organizar un congreso sobre tolerancia y terminar pidiendo que se quemen herejes”, ironizó un diputado socialista. Incluso algunos sectores conservadores, poco sospechosos de simpatizar con la izquierda, expresaron su desconcierto. “Creía que la libertad era para todos, no solo para los que piensan como yo”, lamentó un conocido tertuliano en un programa de radio.
Mientras tanto, en los pasillos del Congreso, los ecos de las jornadas aún resuenan. Algunos aseguran que VOX ya está planeando su próximo evento, titulado provisionalmente “Por la democracia sin discrepancias”. Si algo ha quedado claro tras este episodio es que, en la España de 2025, la libertad de expresión sigue siendo un concepto tan elástico como el ingenio de quienes lo reivindican. Y si no, que se lo pregunten a los que ayer intentaron hablar y hoy siguen buscando el micrófono.
También le puede interesar
Mi intervención en el Congreso de los Diputados para hablar de censura. Gracias @vox_es por la invitación