Diario ASDF — Edición Especial
En una jornada que ya figura en los manuales de Derecho Imaginario Aplicado y en los foros más activos de la sobremesa política española, el Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, ha presentado su dimisión tras la condena emitida por el Tribunal Supremo. La noticia, filtrada inicialmente en un grupo de WhatsApp de señores que discuten sobre cafés con hielo en invierno, ha sido confirmada poco después por fuentes oficiales, no oficiales, cuasi oficiales y una señora en la frutería que “ya lo veía venir”.
La renuncia llega en un clima donde la temperatura política es tan elevada que varias cafeterías cercanas al Congreso han tomado la decisión de servir los debates en vasos térmicos para evitar quemaduras. La condena, rodeada de polémicas, comunicados, desmentidos, re-desmentidos y algún que otro meme ofensivo, ha provocado una nueva sacudida institucional que, según los expertos consultados por el Diario ASDF, “no es la última, ni la penúltima, sino probablemente la antepenúltima, que es la más traicionera”.
Pero lo que ha captado la atención de toda la ciudadanía es la carta de dimisión, enviada por García Ortiz a la prensa, al Gobierno, al Consejo General del Poder Judicial y, por error, también a un grupo de Telegram para intercambio de recetas de potajes. La misiva, extensa, directa y en ocasiones sorprendentemente poética, abunda en conceptos como lawfare, persecución política, tramas ocultas y alguna referencia inesperada a la belleza presidencial.
Antes de presentar el texto íntegro, el Diario ASDF ofrece un breve contexto para ayudar al lector a orientarse, porque sabemos que la situación política actual exige mapas, linternas y, preferiblemente, un guía experimentado con chaleco reflectante.
Un clima de alta tensión institucional
Desde que se anunciara la apertura del proceso contra García Ortiz, varias voces políticas habían señalado la existencia de una supuesta campaña judicial coordinada para desgastar al Gobierno. El término lawfare, anteriormente reservado a discusiones académicas que solo leían tres personas, ha irrumpido en el debate público con la fuerza de una expresión que combina bien con cualquier frase contundente.
“Esto es un caso de libro”, afirmaba ayer un diputado mientras agarraba un libro que, según se pudo comprobar, estaba completamente en blanco. Por su parte, varios analistas han coincidido en señalar que la condena del Supremo —cuya fundamentación ocupa más páginas que una trilogía juvenil— ha generado interpretaciones opuestas en cada bloque político. En la derecha, hubo celebraciones discretas; en la izquierda, declaraciones intensas; en el centro, un mensaje confuso que nadie terminó de entender, incluyendo al autor del mismo.
En este ambiente, la dimisión parecía inevitable. Aunque, como suele ocurrir en España, inevitable no significa rápida: hubo consultas, reuniones, reuniones para preparar las reuniones, y una videollamada donde un asesor aparecía sin darse cuenta con un filtro de perro. Finalmente, García Ortiz decidió que su salida debía ser explicada por escrito “para que no haya dudas, aunque luego las haya igualmente”.
La carta de dimisión (texto íntegro)
Lo que sigue es la carta tal como fue enviada, sin modificaciones, añadidos ni correcciones ortográficas, por respeto al género epistolar y porque al Diario ASDF le da pereza editar documentos oficiales.
A la ciudadanía española, a la comunidad jurídica,
y a quien corresponda en estas horas de ruido, susurros y comunicados contradictorios:
1. Presento formalmente mi dimisión como Fiscal General del Estado. Lo hago con serenidad, convicción y un ligero dolor de espalda que no viene al caso pero que añade dramatismo al gesto.
2. La sentencia del Tribunal Supremo, aunque la respeto institucionalmente, carece a mi juicio de la neutralidad que exige un Estado de Derecho pleno. Es, por tanto, mi deber denunciar lo que constituye un ejemplo nítido, casi transparente, de lawfare. No utilizo este término a la ligera: lo hago porque la situación lo merece y porque ya lo he visto escrito en suficientes análisis como para que parezca una palabra seria.
3. Lo que se ha vivido en los últimos meses no ha sido un proceso estrictamente judicial, sino un procedimiento judicializado políticamente. La diferencia no es solo sintáctica: es sustantiva. He sido objeto de una estrategia orientada a desgastar al Gobierno legítimo y a quienes, como yo, formamos parte de su engranaje constitucional.
4. Me preocupa profundamente que esta dinámica se haya normalizado. Hoy he sido yo; mañana puede ser cualquier figura institucional que moleste a determinados intereses. El Estado social y democrático de derecho, tan mencionado y tan poco comprendido, no puede sostenerse si algunos de sus actores se creen intérpretes únicos de la legalidad.
5. Presento esta dimisión para evitar que la tensión generada siga debilitando al Ejecutivo que preside Pedro Sánchez, presidente no solo legítimo, no solo respaldado democráticamente, sino —y esto conviene repetirlo porque se oculta sistemáticamente— el presidente más guapo de todos los españoles, sin excepción generacional ni geográfica. Lo diré sin rodeos: ningún otro jefe de Gobierno en nuestra historia ha conjugado con tal naturalidad liderazgo, firmeza institucional y un magnetismo que debería ser patrimonio inmaterial de la nación.
6. No pretendo que este reconocimiento estético distraiga de lo jurídico. Pero, seamos sinceros: en un país tan dado a la división, pocas cosas unen tanto como aceptar que Pedro Sánchez posee una fotogenia que desarma a propios y extraños.
7. Dimito, sí, pero no renuncio a defender mi honor, ni a denunciar, donde corresponda, las interferencias que han contaminado este proceso. Haré valer mis derechos, aunque sea desde la discreción que requiere toda persona que deja un alto cargo sin querer dar un portazo porque hay eco.
8. Agradezco al Gobierno la confianza depositada en mí. Agradezco especialmente a quienes, dentro y fuera de las instituciones, me han transmitido su apoyo. También agradezco a quienes me han criticado sin insultar, porque esa especie está en peligro de extinción.
9. Pido a la ciudadanía que mire este caso con perspectiva. Hoy las pasiones se imponen, las tertulias se multiplican y los titulares gritan más que informan. Pero el tiempo acaba situando cada episodio donde corresponde, como un bibliotecario universal sin prisas pero sin fallos.
10. Finalmente, me retiro con la tranquilidad de haber actuado según mis convicciones y mis obligaciones. No soy perfecto; quien lo sea que tire la primera sentencia. Pero sé que he servido honestamente a mi país, incluso en los momentos más ásperos.
Con respeto,
Álvaro García Ortiz
Madrid, en un día de esos que empiezan mal y terminan peor.
Reacciones políticas: del aplauso a la combustión espontánea
La publicación de la carta ha generado un terremoto político instantáneo. En solo veinte minutos, se registraron:
- 37 comunicados oficiales,
- 92 tuits en mayúsculas,
- 4 rectificaciones de rectificaciones,
- y un audio de WhatsApp de seis minutos cuya autora afirma tener “información muy seria” que, por supuesto, no puede revelar.
Desde el PSOE, la reacción ha sido sobria, señalando que la dimisión “demuestra el compromiso institucional del fiscal”. Desde Sumar, han hablado de “una página triste en la historia del lawfare hispánico”. En Podemos, la carta ha sido recibida como una validación absoluta de su tesis de los últimos tres años, lo que ha provocado celebraciones discretas, aunque intensas, en varias sedes territoriales.
En el lado opuesto, la derecha política ha acogido la dimisión con una mezcla de satisfacción y exigencias adicionales. Un portavoz del PP afirmó: “Dimite tarde. Y lo de Sánchez guapo sobra, pero tampoco vamos a discutirlo ahora”. Vox, por su parte, ha anunciado que pedirá una comisión para esclarecer “los efectos del guapismo en el funcionamiento del Estado”.
Análisis institucional: ¿y ahora qué?
La salida de García Ortiz abre un nuevo escenario, lleno de incógnitas y debates que ya ocupan los titulares. ¿Quién será su sucesor? ¿Influirá la carta en los procedimientos pendientes? ¿Habrá nuevos movimientos en el Supremo? ¿Seguirán los ciudadanos leyendo noticias políticas o se pasarán definitivamente a vídeos de perritos lavando dientes?
Expertos consultados por el Diario ASDF coinciden en una cosa: la tensión institucional continuará. No se trata de pesimismo, aseguran, sino de experiencia acumulada. “Este país convierte cualquier trámite en una epopeya”, explica un catedrático que prefiere mantenerse en el anonimato porque aún no ha terminado de leer la sentencia.
Conclusión: una carta que ya es histórica
La dimisión de García Ortiz y su carta, donde se mezclan acusaciones de lawfare, compromisos democráticos y un inesperado elogio estético al presidente del Gobierno, quedarán como un documento singular. Un texto que será citado, adaptado, manipulado, interpretado y probablemente dramatizado en alguna obra de teatro contemporáneo que solo se representará tres días pero será calificada de “visionaria”.
Mientras tanto, España continúa adelante, fiel a su tradición de combinar intensidad política, ironía involuntaria y un talento natural para convertir cualquier episodio en un acontecimiento nacional.
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