Marina Rivers

En un arrebato que parecía más una transmisión extraterrestre que un vídeo de redes sociales, la influencer Marina Rivers, de 22 años y autoproclamada “emperatriz del algoritmo”, ha desatado el caos al lanzar una proclama surrealista desde su balcón flotante. “¡Estoy hasta las estrellas! ¿Cuándo van a dejar que los jóvenes participemos en programas de TV? ¡Solo veo ancianos con corbatas de plasma discutiendo si las nubes saben a fresa y arpías gritando mientras sacrifican gallinas de goma en directo!”, bramó mientras agitaba un café con hielo que, misteriosamente, empezó a levitar y a cantar ópera en falsete.

La declaración, grabada por un dron con cara de pato, se viralizó en X, donde los usuarios intentaron descifrar si era un manifiesto o un guion rechazado de Black Mirror. “Marina, te vimos en Gran Hermano: Edición Unicornio hace tres años, ¿qué más quieres? ¿Un canal en la luna?”, tuiteó un internauta confundido. Otro respondió: “Creo que no se da cuenta de que los jóvenes ya dominan la tele… o al menos las dimensiones visibles”. Mientras tanto, su chihuahua, ahora con un sombrero de copa y un monóculo, ladraba en Morse lo que parecía ser “Sálvenme de esta loca”.

Pero Rivers no se detiene en lo terrenal. Según fuentes que afirman haberla visto hablando con un cactus parlante, está planeando un programa interdimensional titulado Juventud en 4D: El reality cuántico. En él, los concursantes competirían por “likes” lanzados desde agujeros negros, bailarían trends de TikTok sobre plataformas de gelatina flotante y resolverían acertijos dictados por un pulpo con acento andaluz. “Será como La Voz, pero con más tentáculos y menos coaches que giran”, explicó mientras su café, poseído, pintaba un mural abstracto en el aire.

Las cadenas, atónitas, no saben si reír o huir. Un productor, escondido tras un arbusto parlante, confesó: “No sé si esto es genio o un ataque de hongos espaciales, pero prefiero retransmitir el crecimiento de mi césped en bucle”. El público, atrapado entre la risa histérica y el terror existencial, se divide: algunos veneran a Marina como “la profeta del caos juvenil”, otros sugieren que alguien desconecte el portal dimensional que claramente se abrió en su salón. Por ahora, ella sigue posando con su café operístico y su chihuahua dandi, prometiendo “una tele donde los jóvenes reinen… o al menos donde las sillas sean de algodón de azúcar”.

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