Twitter arde tras la respuesta del exvicepresidente a Rafael Hernando: una clase magistral de testosterona republicana y dialéctica callejera.
Pablo Iglesias, el último macho alfa del ecosistema progresista
España amaneció hoy con un rugido en el timeline. No era un león. No era un motor. Era Pablo Iglesias, el macho alfa definitivo de la izquierda española, desplegando su melena ideológica ante el infortunado Rafael Hernando, que tuvo la mala idea de toserle en Twitter.
En una respuesta que ya se estudia en academias de comunicación política y bares de Lavapiés, Iglesias escribió lo siguiente:
“Ponlo, no te cortes: ni media hostia. Tú has ido prometiéndolas siempre, encarándote por los pasillos con otros diputados y llamando pijo ácrata al juez Pedraz. Yo no tengo ni media hostia pero me sobran agallas para decirle a un borracho como tú lo que es: un chulo asqueroso 😘”
Ponlo, no te cortes: ni media hostia. Tú has ido prometiéndolas siempre, encarándote por los pasillos con otros diputados y llamando pijo ácrata al juez Pedraz. Yo no tengo ni media hostia pero me sobran agallas para decirle a un borracho como tú lo que es: un chulo asqueroso 😘
El emoticono final, ese beso irónico, ese toque maestro, ha sido descrito por politólogos como “el equivalente digital a escupir el hueso de una aceituna en el rostro del adversario, pero con elegancia gramsciana”.
En cuestión de minutos, el exvicepresidente se convirtió en tendencia número uno, desplazando incluso a “La nueva canción de Rosalía” y a “La subida del alquiler”, dos temas tradicionalmente imbatibles.
La masculinidad posprogre: ni machito ni sumiso, pero con coleta
“Lo que hemos visto es la reinvención del macho ibérico desde una perspectiva deconstruida”, explica a ASDF el profesor ficticio Rogelio Sempiterno, experto en performatividad del insulto en la política mediterránea.
Según Sempiterno, Iglesias “logra mantener el aura del tipo duro, del que no se arruga, pero sin caer en la testosterona franquista del bar de carretera. Es un tipo que podría pelearse con un fascista y luego pedir disculpas al patriarcado por haber levantado la voz.”
En otras palabras, Pablo Iglesias es el único ser humano que puede decir “chulo asqueroso” y “borracho” a un rival político mientras un sector de Twitter lo aplaude por su valentía dialéctica y otro por su deconstrucción afectiva.
Hernando, en estado de shock
Fuentes cercanas a Rafael Hernando aseguran que el diputado se quedó sin palabras, algo que no ocurría desde 1983. “Estaba tecleando una réplica, pero el corrector le cambiaba cada palabra por ‘llora’”, afirma un miembro anónimo del PP.
Testigos presenciales aseguran que Hernando consultó Google para comprobar si lo de “pijo ácrata” aún era vigente y, tras una breve pausa, decidió refugiarse en la lectura de El Alcázar.
El entorno del exdiputado se debate entre dos interpretaciones:
- Hacer un vídeo en TikTok leyendo la respuesta de Iglesias mientras suena música épica.
- Ignorar el asunto, como cuando te caes en la calle y haces ver que ibas a atarte el zapato.
Ninguna de las dos parece viable a estas alturas.
La izquierda, dividida entre la fascinación y el bochorno
Mientras tanto, en la izquierda española, el acontecimiento ha generado una especie de shock cultural.
Algunos militantes de Podemos celebran el mensaje como “un retorno a las raíces combativas del movimiento del 15-M”, mientras que otros se limitan a comentar que “el uso del emoji beso destruye el patriarcado desde dentro”. Sin embargo, otros militantes conocidos de Podemos, como es el caso de Román Cuesta plantean doxxear a Pablo Iglesias bajo el pretexto de “no se puede permitir a los traficantes de odio campar a sus anchas”.
Por su parte, un grupo de simpatizantes socialistas confesó en Telegram que “ojalá Sánchez tuviera ese nivel de testosterona teórica” antes de añadir un gif de un gato con gafas de sol.
En IU, las reacciones fueron más mesuradas. Una portavoz declaró:
“Nos parece bien que Iglesias recupere el insulto clásico, pero debería incorporar lenguaje inclusivo. No basta con decir ‘chulo asqueroso’. Hay que decir ‘chule, asquerose o asquerosex’, dependiendo del contexto”.
El debate promete ser largo.
En la redacción de ASDF: estudio del fenómeno
Nuestro equipo de expertos ha pasado horas analizando el tuit de Iglesias en profundidad, frase por frase, coma por coma, emoji por emoji.
Primera observación: “Ponlo, no te cortes.”
Una invitación a la transparencia, casi un manifiesto democrático. Iglesias se anticipa al adversario, lo provoca con la seguridad del que domina el terreno. Es el “ven aquí si te atreves” digital.
Segunda observación: “Ni media hostia.”
La humildad del guerrero. Iglesias se presenta como un hombre consciente de sus limitaciones físicas, pero superior en la batalla moral. Sun Tzu estaría orgulloso.
Tercera observación: “Me sobran agallas para decirle a un borracho como tú lo que es.”
El golpe maestro. Aquí se produce la transubstanciación de la valentía. No se trata de pelear, sino de señalar al enemigo y hacerlo con poesía tabernaria.
Cuarta observación: El beso 😘.
El beso es clave. Representa la paz después de la guerra, la ironía como forma de dominación. Un “te destruyo, pero con cariño”. Nietzsche y Belén Esteban lo aprobarían.
Testimonios desde las redes
En Twitter (ahora X, aunque nadie lo llame así), los comentarios se multiplicaron:
- “Pablo Iglesias ha hecho más por redefinir la masculinidad que tres congresos de igualdad.”
- “No sé si quiero votarlo o invitarlo a una pelea de bar con música de Sabina.”
- “Este hombre te dice ‘borracho’ y te da ganas de rehabilitarte y leer a Gramsci.”
Incluso algunos seguidores del PP reconocieron, entre dientes, que “por fin alguien le habla a Hernando en su idioma”.
La mitología del macho alfa progresista
Según fuentes cercanas al antiguo líder de Podemos, Iglesias habría alcanzado este nuevo estadio evolutivo tras varios años de silencio mediático, podcastismo y crianza consciente.
“Pablo ya no necesita gritar para imponerse. Domina el arte del tuit-cuchillo”, explica un exasesor. “Su coletazo verbal puede partir en dos el timeline sin necesidad de levantar un puño.”
Esta metamorfosis ha dado lugar al concepto de “macho alfa deconstructivo”: un espécimen que combina la furia obrera con la sensibilidad del feminismo posmoderno. Capaz de citar a Lenin y a Judith Butler en la misma frase, y de decir “gilipollas” sin que pierda elegancia.
En busca del equilibrio entre el puño y la caricia
No todos los analistas están de acuerdo con la interpretación heroica. La periodista ficticia María Deslenguada, en su columna “Ni machismo ni gaitas”, advierte:
“Lo preocupante es que cada vez que un político se enzarza en una pelea de patio en redes sociales, el país entero se detiene a aplaudir. Nos da igual la economía, la sanidad o los trenes. Queremos ver quién gana el concurso de insultos.”
Pero los hechos son los hechos. Iglesias ha conseguido lo que parecía imposible: volver a ser protagonista sin presentarse a unas elecciones.
Y eso, en la política española, es casi un milagro.
Hernando, en retirada
Horas después, Rafael Hernando respondió con un escueto tuit:
“No pienso entrar en tu juego, Pablito.”
El mensaje obtuvo 37 likes y un comentario de su propio community manager diciendo: “Borra esto, por favor.”
Fuentes internas del PP han confirmado que se está organizando un taller interno titulado “Cómo responder a Iglesias sin parecer un villano de Mortadelo y Filemón”.
Iglesias, entre el mito y la ironía
Mientras tanto, Iglesias sigue con su podcast y su vida de columnista, probablemente sonriendo mientras ve cómo su frase se convierte en camiseta, meme y tesis universitaria.
Algunos aseguran haberlo visto paseando por Galapagar, mirando al horizonte con la satisfacción del gladiador que ha vencido sin mancharse la toga.
Otros dicen que simplemente estaba comprando pan.
Conclusión: el beso que estremeció a Twitter
Así, una vez más, Pablo Iglesias ha demostrado que, aunque haya dejado la política institucional, sigue dominando el ecosistema mediático con la precisión de un depredador digital.
Rafael Hernando cayó en la trampa, y el resto del país, entre risas y aplausos, observó cómo el macho alfa posprogre volvía a rugir.
Y mientras el algoritmo sigue haciendo su trabajo, el emoji del beso 😘 se eleva como nuevo símbolo de poder, más efectivo que cualquier decreto y más letal que una moción de censura.
