(Foto de ARCHIVO) La actriz Elisa Mouliaá sale de declarar de los juzgados de Plaza de Castilla, a 16 de enero de 2025, en Madrid (España). El juez que investiga al exportavoz parlamentario de Sumar Íñigo Errejón por un presunto delito de agresión sexual le toma declaración como investigado, y a la actriz Elisa Mouliaá como denunciante. Los hechos denunciados por Mouliaá fueron en septiembre de 2021. Candela Ordóñez / Europa Press 16 ENERO 2025;ELISA MOULIAÁ;ERREJÓN;AGRESIÓN SEXUAL; 16/1/2025

En un giro de los acontecimientos que solo podría suceder en la fantástica realidad española, hoy nos enfrentamos a la posibilidad de que perdamos el juicio de Luis Rubiales y Íñigo Errejón. Sí, has leído bien. ¿Perder? ¿En un país donde el circo mediático se ha convertido en una de las artes más refinadas? ¡Imposible!

Primero, empecemos con Rubiales, el gran defensor del deporte y el respeto (o eso diría él). Si perdiera el juicio, significaría que la justicia ha decidido que besar a alguien sin su consentimiento en plena final de un campeonato mundial no es una muestra de cariño, sino algo más parecido a un acto de… ¿cómo decirlo sin ofender? Ah, sí, un acto de absoluta falta de juicio. Pero, vamos, estamos en España, donde el fútbol es casi un culto religioso; ¿realmente creemos que la justicia va a contradecir a su feligresía?

Y luego está Errejón, el intelectual de la política, el hombre que nos ha enseñado que se puede luchar contra el sistema desde dentro de él mismo. Si pierde su juicio, estaríamos ante una paradoja de dimensiones bíblicas: un político que no consigue lo que quiere a través de los tribunales. ¿Quién iba a pensar que en un país donde el arte de retorcer las palabras es un deporte nacional, un político podría ser castigado por sus discursos? ¡Qué sorpresa!

Pero, amigos, la verdadera ironía aquí no es que podamos perder estos juicios, sino que, en un país donde cada escándalo se convierte en una telenovela de larga duración, la justicia aún pretenda tener algo de sentido. Perder estos juicios sería como admitir que, después de todo, no todo vale en la política y el deporte. Sería admitir que, tal vez, solo tal vez, estamos cansados de que cada titular se convierta en un chiste nacional.

Así que, ¿y si perdemos? Bueno, sería el final de una era, la era en la que todo se puede justificar con un poco de carisma y mucha verborrea. Pero, seamos realistas, en un país donde el humor negro es tan parte de nuestra cultura como la siesta, ¿realmente creemos que esto cambiará algo?

En resumen, si perdemos estos juicios, no será el fin del mundo; será solo otro capítulo en la interminable comedia que es la vida pública española. ¡Qué espectáculo!

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